Siguiendo a ARTURO MAJADA, podemos definir el informe oral como la alegación oral de fiscales y abogados, con la finalidad de persuadir al órgano jurisdiccional en interés a la parte a quien dirigen o representan, y realizada en derecho con carácter total o parcial sobre un determinado asunto, ante el Tribunal competente para fallarlo u otro distinto, en audiencia pública o sin ella.

Ni que decir tiene que el informe constituye una pieza esencial del procedimiento oral, y todo lo relativo a su preparación, organización, estudio y exposición adquiere una relevancia extraordinaria para el abogado. Por ello, en el post de hoy vamos a centraros en el momento de la exposición oral ante el órgano judicial, examinando de forma crítica las tres opciones más manejadas a la hora de exponer verbalmente el alegato: memorizando la totalidad del contenido del texto, leyendo el texto completo del informe y, finalmente, exponerlo con la ayuda de un guión con las principales ideas.

La memorización completa del discurso palabra por palabra para su posterior exposición en presencia del auditorio  es un procedimiento que se utilizaba antaño, cuando el sistema educativo era propicio al empleo de memoria para el aprendizaje de los contenidos. Sin embargo, a pesar de que algunos letrados siguen utilizándolo, hoy en día, está más que demostrado el riesgo que entraña tal sistema para el abogado.

Entre los inconvenientes de dicho sistema podemos considerar los siguientes:

1º.- Una vez aprendido de memoria el discurso y durante la fase de su exposición oral, la circunstancia nada improbable de que debido al nerviosismo nos quedemos en blanco, puede provocar un auténtico desastre ya que la rigidez de la estructura del discurso así aprendido va a hacer prácticamente imposible que podamos reorientar el curso del mismo. En definitiva, cuando nos quedemos en blanco, no sabremos cómo continuar con la exposición.

2º.- El aprendizaje del alegato va a exigir una dedicación en tiempo elevadísima, ya que a nadie escapa que la memorización de un discurso, por muy breve que sea, requiere una proporción altísima de tiempo para su preparación.

3º.- Ineludiblemente, la entonación del discurso se verá afectada, ya que la exposición de un discurso memorizado es enemiga de la naturalidad, y ésta, es fiel a la entonación del discurso. Por ello, el riesgo de que el abogado concluya empleando una entonación monocorde o artificial es considerable, lo que repercutirá negativamente en la atención al alegato por el auditorio.

La segunda opción consistiría en la lectura íntegra del informe, procedimiento éste no aconsejable por la práctica forense, y que perjudica notablemente la transmisión del mensaje. Veamos a continuación las razones:

1ª.- La lectura del informe va a afectar indudablemente a la entonación del mismo. Hay que ser un verdadero artista para completar la exposición de un informe leído dando a cada frase la entonación adecuada. Si a ello añadimos que el lenguaje no verbal va a brillar por su ausencia, las posibilidades de tener éxito en la entonación del mismo son prácticamente nulas.

2ª.- No es lo mismo un texto preparado para ser leído que para ser expuesto verbalmente. La diferencia estriba en que el texto escrito comprende una densidad de ideas muy elevada, las cuales, durante el proceso de exposición (que se hace solo una vez, al contrario de la lectura de un texto) serán difícilmente comprensibles o, quizás mejor dicho, asimilables por el auditorio.

3º.- Al igual que en el caso de la memorización, pueden darse circunstancias que motiven que el juez nos conceda un plazo de exposición inferior al previsto o que durante la misma, nos interrumpa y nos solicite que abreviemos. En estos casos, salvo que esté contemplada esta opción, puede producirse una situación bastante compleja para el abogado, ya que ante un discurso leído, careceremos de la espontaneidad que nos da la exposición oral no leída para decidir el rumbo que deberá seguir el discurso, lo que podrá provocar situaciones indeseables.

4º.- Finalmente, la tradición forense desaconseja este procedimiento, estando mal considerado por los jueces que no solo ven en el mismo una falta de confianza y seguridad en el abogado, sino que encuentran verdaderas dificultades para seguir con atención un discurso de esta naturaleza, acostumbrados a otro tipo de intervenciones forenses no leídas.

Finalmente, el procedimiento más aceptado consiste en la exposición del informe oral de palabra, sin lectura de texto alguno, y sin menoscabo de la lectura puntual de alguna cita jurisprudencial, fecha o dígito.

Este proceso parte de la base de una vez elaborado el informe escrito, redactaremos otro a modo de guión o resumen del anterior en el que únicamente recojamos la identificación de los argumentos, hechos o pruebas. A continuación, leeremos detenidamente el informe hasta que nos familiaricemos con el mismo, lo que nos permitirá no solo alcanzar un conocimiento completo de su contenido, sino igualmente corregir aquellos detalles y matices que probablemente consideremos merecen un cambio. Prestando la máxima atención al texto se memorizarán las ideas y conceptos fundamentales del mismo que ya se encuentran recogidas en el guión. Familiarizados con el informe, es hora de trabajar con el guión. La mera enunciación de los conceptos básicos nos permitirá exponer, sin necesidad de lectura, las ideas esenciales del mismo, exposición que podrá realizarse verbalizándolo hasta que los conceptos queden perfectamente anclados en nuestra memoria.

Llegado el juicio, expondremos el informe siguiendo las ideas recogidas en nuestro guión (que naturalmente seguirá el orden y estructura propia del informe), que se irán desarrollando de forma espontánea sobre la base de las ideas y conceptos del informe que, por ley de la asociación, irán viniendo a nuestra mente con relativa facilidad.  Finalmente, para asentar las ideas de forma definitiva en nuestra memoria siempre es conveniente realizar un trabajo de repaso detenido el día previo y horas antes del juicio, ya que la cercanía de nuestra intervención reforzará el asentamiento de los conceptos.

En definitiva, este procedimiento, que es por el que optamos tiene las siguientes ventajas:

1º.- El esfuerzo memorístico es muy reducido en comparación con el aprendizaje completo del texto, lo que se dedica en comprensión se reduce en memorización.

2º.- El informe será más flexible, pudiendo adaptarse su exposición a los imprevistos que surjan, lo que supone una mayor espontaneidad del mismo.

3º.- La entonación y naturalidad de la exposición se encuentra plenamente garantizada.

4º.- De esta forma, podremos sacar partido al necesario empleo de la comunicación no verbal para transmitir nuestro mensaje.

4º.- Finalmente, esta forma de exposición es la mejor para atraer la atención del auditorio y lograr el efecto persuasivo.

En definitiva, por consejo de la tradición y por eficacia, el mejor método para que el abogado pueda convencer y persuadir al auditorio lo constituye la exposición del informe oral no memorizado ni leído, sino expuesto verbalmente, siguiendo un guión escrito el que nos facilite el rumbo de nuestra exposición y aquellos datos cuya lectura sea conveniente para evitar errores de memoria.

Concluir señalando que jamás se debe improvisar un informe oral.