En ocasiones, la exposición del informe oral no alcanza su objetivo debido a que se producen errores o defectos de emisión por parte del abogado. En caso de que esto ocurra, es obligación de todo abogado detenerse a considerar cuál es la causa de tales deficiencias para así adoptar las medidas de corrección oportunas.

En este contexto, la emisión propiamente dicha se produce en el momento en el que el abogado interviene en el acto del juicio oral, es decir, cuando toma la palabra para informar. Teniendo en cuenta que el emisor codifica y transmite el mensaje a través del canal más adecuado con el fin de que el receptor lo entienda, los fallos de emisión se producirán cuando aquel no consiga una codificación o transmisión adecuada del mensaje, lo cual podrá producirse en las siguientes situaciones y por las siguientes causas:

1ª.- El abogado expone su informe con notable desconocimiento del objeto del litigio, con escasa argumentación jurídica y carente de contenido o profundidad.

Este error deriva de una falta de estudio del caso, pues es premisa indudable para el abogado conocer todos los pormenores del mismo con el fin de plantear una adecuada actividad probatoria que sustente nuestra argumentación, pues el conocimiento de las reglas oratorias no puede suplir la carencia de conocimientos del asunto, imprescindibles para realizar una defensa eficaz empleando las habilidades oratorias.

Esta situación suele producirse normalmente por un exceso de confianza, ya que creemos que conociendo los aspectos que consideramos más relevantes del caso lograremos suplir con nuestra experiencia las lagunas de nuestra falta de estudio, situación que difícilmente se produce ya que la propia preparación del otro letrado descubre todas nuestras carencias, sin olvidar la experiencia del juez en detectar una incorrecta preparación. Otra razón es asistir a un juicio sin preparación debido a que un compañero nos ha pasado el caso el día anterior y no hemos dispuesto del tiempo suficiente para su estudio. Finalmente, puede deberse a una acumulación de trabajo (especialmente de diversos juicios) que nos impiden dedicar al asunto el tiempo necesario.

En otras ocasiones, si bien el informe se construye adecuadamente en cuanto a su argumentación, se observa una falta absoluta de sustancia jurídica. En estos casos nos encontramos ante la falta de los conocimientos jurídicos aplicables al caso, lo que supone que cuando se ha trabajado el asunto nos hemos detenido poco en el estudio de la norma positiva, la doctrina de los autores y de la jurisprudencia y sentencias de los Tribunales. Ni que decir tiene que si el abogado no dispone de un sólido y profundo conocimiento jurídico, de poco le valdrá su elocuencia y locuacidad para convencer y persuadir a su auditorio, caracterizado por su competencia técnica y profesional.

¿Soluciones? Una exquisita preparación y evitar situaciones que coadyuven a una exposición inadecuada mediante la delegación a tiempo, petición de suspensión en caso de situaciones graves y, sobre todo, nunca confiarse.

2ª.- El abogado parece poco organizado en su exposición, siendo complejo para el auditorio la compresión de su argumentación.

La exposición de un argumento poco organizado e incoherente deriva de la falta de aplicación de las reglas oratorias establecidas para la estructuración del informe. En ocasiones, el abogado expone su informe siguiendo el método que siempre ha seguido y que, a su criterio, le ha funcionado en mayor o menor medida. Sin embargo, la experiencia que nos suministran las reglas oratorias aconseja que para que el abogado cumpla con su objetivo persuasivo, es necesario que el informe se transmita de forma ordenada y coherente a través de la oportuna división. Ello es así debido a que las distintas partes en las que se estructura el informe cumplen una función específica: conmovemos y atraemos la atención del auditorio a través del exordio; transmitimos la noción de orden de nuestro discurso mediante la división; con la narración exponemos los hechos que sustentan nuestra pretensión; a través de la argumentación y refutación examinamos la prueba de los hechos narrados y argumentamos nuestra tesis y refutamos; finalmente, con el epílogo concluimos resumiendo las ideas principales de nuestra defensa.

Para concluir este apartado nos permitimos reproducir los beneficios que proporciona un informe bien estructurado:

– Orden y coherencia en la exposición.
– Sintetización de las ideas principales de nuestro alegato.
– Facilidad para retener las ideas principales y exponerlas oralmente.
– Concede a la exposición una idea de unidad.
– La división aporta flexibilidad al informe, permitiendo, en algunos casos, la supresión de determinadas partes.

3º.- El abogado está nervioso y transmite al juez y al abogado contrario sensación de inseguridad y falta de confianza.

Cuando se produce esta situación, o bien nos encontramos ante un abogado novel que realiza una de sus primeras intervenciones en el foro, o ante un abogado experimentado cuya emoción oratoria supera el límite de lo aconsejable. En este último caso nos podemos encontrar ante una falta de estudio del asunto, la actuación en una jurisdicción desconocida, etc.En definitiva, el abogado está siendo presa del denominado temor escénico.

En estos supuestos, muy frecuentes en la actividad forense, el error del abogado consiste en desconocer o, en su caso, no aplicar las técnicas y habilidades establecidas para reducir o eliminar dicha sensación de temor. Si se es abogado novel, se podrá mitigar de alguna forma dicha sensación aplicando estas técnicas; si se es abogado experimentado, aquel podrá mantenerse a unos niveles aconsejables o incluso eliminarse.

En tal sentido, no podemos olvidar que, en cierta medida, el nerviosismo que se siente antes de intervenir en el foro puede aportarnos sus beneficios, ya que un estado determinado de estrés nos aportará la tensión necesaria para afrontar el juicio, manteniéndonos despiertos y alerta y focalizados en nuestra tarea, evitando con ello distracciones o exceso de confianza.

Dicho esto, a continuación señalamos los remedios existentes para luchar frente al temor escénico:

– Conocimiento profundo del asunto objeto del litigio y preparación a fondo del informe oral y de su exposición.
– Ser consciente de la probabilidad de que sufriremos un estado de temor escénico o emoción oratoria.
– Conocer las posibles situaciones que tememos y cuya evocación nos provoca temor (interrupción del juez durante nuestro informe o interrogatorio; interrupciones del abogado contrario durante el interrogatorio; retraso en el comienzo del juicio; posible limitación de tiempo en el informe o en los interrogatorios; ausencia de alguna parte o testigo). Conociendo lo que puede ocurrir, estaremos más prevenidos.
– Estar concentrados en el objetivo que pretendemos conseguir con nuestro alegato.
– Aprender de memoria las primeras y últimas frases del informe.
– Realizar ejercicios fisiológicos como respiraciones lentas y profundas.
– Beber agua antes de comenzar el juicio.

4º.- La información contenida en el informe se expresa de forma incorrecta y de modo escasamente comprensible.

En ocasiones puede ocurrir que el abogado se exprese incorrectamente empleando el lenguaje oral de forma deficiente. Fallos sintácticos, semánticos, un léxico inadecuado, escaso o incorrecto uso de las figuras literarias, etc. pueden causar un informe si no inteligible, si escasamente atractivo y condenado al inmediato olvido por el auditorio.

Si bien esta situación no es muy habitual que se produzca (pues un abogado que padezca este error va a transitar por serias dificultades), el único remedio existente es corregir las causas que le han llevado a tal situación: falta de lectura y de práctica en la expresión oral, siendo incluso aconsejable asistir a algunas clases de oratoria para conocer sus errores y corregirlos debidamente.

5º.- El abogado se muestra al auditorio aburrido en su expresión, monótono y pesado.

Este error puede deberse a dos causas: empleo deficiente de la voz o estilo forense inadecuado.

Efectivamente, si tenemos en consideración que el alegato forense tiene una finalidad estrictamente persuasiva, es obvio que carece de sentido exponerlo sin preocuparnos de hacerlo más comprensible, elocuente e incluso atractivo al auditorio. Para ello, el abogado dispone de las reglas paralingüísticas del empleo de la voz, tales como el uso de la entonación, el ritmo, las pausas y silencios, etc. para conformar el discurso y adaptarlo al mensaje que pretendamos transmitir en cada momento. Igualmente, si el abogado desconoce las reglas del estilo forense y el empleo del mismo en sus distintas modalidades, es más que probable que se limite a realizar un discurso adaptado a sus propias necesidades (a lo que él pretenda transmitir sin otra consideración) y no a las del foro en las que actúa.

Por tanto, para evitar caer en este error es preciso que el abogado, a la hora de preparar su discurso se preocupe por practicarlo empleando el uso de los recursos paralingüísticos apropiados, sin olvidar el respetar en todo momento las normas y reglas del estilo forense y ser fiel al estilo que proceda en función del objetivo del discurso. Como elementos esenciales del estilo forense hemos de destacar la claridad, sencillez, brevedad, naturalidad y precisión, todo ello en un contexto que invita al respeto, decoro y buenas formas.

6º.- En ocasiones, el abogado no gesticula o su gesto se contradice con su expresión oral.

En ocasiones, podemos observar como un abogado al exponer su informe se mantiene rígido como una estatua y permanece en esa posición sin acompañar su discurso con gesto alguno. En otras, si bien de forma excepcional, podemos comprobar cómo no existe coherencia entre lo que el abogado dice a través de su informe y lo que nos transmite su rostro y cuerpo.

En ambos casos nos encontramos ante una desatención absoluta por el abogado de las reglas del lenguaje no verbal, lenguaje cuya importancia en la comunicación no verbal radica en que a través de ésta el abogado complementa el contenido del mensaje con una serie de «informaciones» que ayudarán al auditorio a comprender aspectos relativos a sentimientos y emociones de todo tipo que no solo pueden ayudar o no a persuadir al auditorio, sino que van a ser valoradas por el auditorio para la toma de la decisión final.

Por todo ello, el abogado debe ocuparse de aprender las habilidades y reglas del lenguaje no verbal y conocer el efecto que estas producen en cuanto a la comprensión y atención que recibirá su alegato. Además, por añadidura, dispondrá de una valiosísima información para conocer múltiples detalles asociados al comportamiento de las personas que componen el auditorio.

En definitiva, tras cada experiencia en sala, el abogado debe evaluar cómo ha emitido su informe y, en su caso, cuales son los aspectos a mejorar, pues solo de esa forma iremos creciendo y depurando nuestro estilo en un trance de tanta importancia como exponer en sala.