Dice el dicho popular que solo nos acordamos de Santa Barbará cuando Truena ¡Qué gran verdad! Y en la abogacía, no somos ajenos al mismo, pues como veremos a continuación, nuestro amigo Juan, un abogado con despacho compartido con otros tres compañeros, vivió recientemente una experiencia muy ilustrativa que nos demuestra la validez de dicho aserto.

La actividad profesional de Juan y su despacho era bastante satisfactoria. El despacho gozaba de una importante cartera de clientes creada durante los más de quince años de existencia de la firma. Éstos, a su vez, atraían a nuevos clientes a través del boca a boca, quienes proporcionaban los suficientes ingresos para que sus miembros pudieran mantener fácilmente la organización (incluidos dos administrativos) y percibir una retribución justa y adecuada por su actividad profesional…

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