Según el diccionario ideológico de la lengua española Julio Casares, el término paciencia tiene cinco acepciones, siendo las dos primeras las que nos interesan a efectos de este post:

– Virtud que consiste en soportar con entereza los infortunios y trabajos, y

– Espera y sosiego.

Ambas acepciones, a mi juicio, deben concurrir en todo abogado y son indispensables para una mejor y más eficaz práctica profesional. No obstante, antes de justificar tal afirmación, vamos a examinar algunos aspectos generales de la misma.

La paciencia, que podemos considerar una virtud, capacidad o facultad, como hemos indicado, dispone de una doble vertiente: el soportar con entereza situaciones difíciles y complicadas que entrañan grandes dificultades y la capacidad de actuar de forma perseverante y sin alterarnos por las contrariedades que podemos encontrarnos por el camino. Por lo tanto, la paciencia implica tanto fortaleza para enfrentarnos con a los problemas con calma, y perseverancia para esperar y conseguir nuestros objetivos a pesar de dichas situaciones.

La persona paciente no suele perder la calma ni alterarse ante escenarios de la vida que supongan desgracias, aflicciones o infortunios; igualmente, quien es paciente, tiene la perseverancia para llevar a cabo una misión con constancia y serenidad sin que las contrariedades puedan impedirle alcanzar el objetivo. Por otro lado, la persona paciente dispone de una comprensión más realista de la vida, reconociendo que ésta tiene sus contradicciones, sus crisis y sus múltiples facetas entre las que se encuentran los acontecimientos favorables y desagradables; buenos y malos; catastróficos y benditos. Igualmente, acepta que las cosas nunca estarán completamente bajo nuestro control y que todo es transitorio y por tanto cambiante. En definitiva, que la vida sigue su curso aunque nos resulte muy desfavorable.

Por el contrario, quien es impaciente tendrá poca tolerancia a la frustración, se alterará fácilmente ante las dificultades, estará permanentemente inquieto y ansioso, y a las primeras de cambio se alejará del problema, se rendirá y, en el peor de los casos, empleará la violencia verbal o física.

La paciencia no puede confundirse con la pasividad, puesto que aquella supone una plena implicación de la persona en la aceptación de la situación y en la búsqueda de soluciones alejadas de extremos innecesarios. La pasividad, por el contrario, supone la rendición del sujeto y el sufrimiento asegurado.

De todo lo anterior, y ello de muestra la importancia de la paciencia, podemos concluir que ésta se encuentra íntimamente vinculada a virtudes como la perseverancia, constancia, calma, serenidad, prudencia y tolerancia a la frustración.

Expuesto lo anterior, qué duda cabe que el abogado, el buen abogado, debe estar revestido de esta virtud, ya que si analizamos el trabajo que desarrollamos concluiremos que existen innumerables situaciones en las que necesitamos del auxilio de la paciencia. Para ilustrar esta idea, podemos distinguir diversos bloques de actividad:

1º.- Paciencia para llevar a cabo nuestros encargos y asuntos: Que duda cabe que la llevanza de un asunto, por la propia naturaleza contenciosa de nuestra actividad, conlleva la existencia de innumerables dificultades que vive el abogado en primera persona y que unas veces hay que superar y otras que soportar; y para ello, que mejor que ser paciente.

2º.- Paciencia para soportar las contrariedades que se producen durante la tramitación del encargo: Una resolución desfavorable inesperada, una negociación fallida, un cambio de criterio de última hora de quien interviene en un negocio y que echa por tierra meses de trabajo. ¿De qué otra manera podemos reaccionar ante estas situaciones si no actuamos con paciencia?

3º.- Paciencia para soportar conductas, comportamientos y actitudes desagradables: La injusta llamada de atención o las malas formas de un juez o de un compañero, la desgana de un funcionario, la incomprensión del cliente desconfiado, etc. Ante estas situaciones, solo la templanza y el justo equilibrio en el actuar nos permitirán evitar aquellas que supongan una falta de control como de disponer de la serenidad para actuar contundentemente en defensa de nuestros derechos.

4º.- Y paciencia para atravesar los contextos de crisis que pueden franquear nuestros despachos: Las dificultades de llegar a fin de mes, el retraso o impago de nuestros honorarios, la pérdida de un cliente. ¿Cómo vamos a liderar y gestionar adecuadamente nuestros despachos sin no tenemos la claridad y el discernimiento de la paciencia?
¿Es por tanto necesario que los abogados cultivemos la virtud de la paciencia?

Lógicamente, habrá abogados más pacientes que otros, pero si queremos que mejorar esta virtud, ahí van algunas ideas:

– La única forma de desarrollar la paciencia es ejercitándola y para ello hay que observarse continuamente.

– Empecemos por la previsión. Considero muy importante el que nuestro ánimo se anticipe mentalmente a todo acontecimiento antes de experimentarlo, pensando en todo lo que nos puede suceder y sopesando abiertamente todas las posibilidades. De esta forma nos fortaleceremos frente a aquellos acontecimientos que nos sobrevengan.

– Otro remedio es el ocuparse de las cosas, o lo que es lo mismo, desarrollar conductas de evitación de aquello que nos produzca o infunda temor, preocupación o que de una u otra forma pueda perjudicarnos.

– Es una disposición excelente aprender a discernir cuando se puede cambiar algo, cuando hay que esperar para cambiarlo y, finalmente, cuando algo no puede enmendarse. En este último supuesto cuando debemos aceptar conscientemente la realidad, que no es otra cosa que nuestra propia suerte y no descartar lo inevitable.

– También es importante el educarnos para aceptar que el azar se rige por unas leyes desconocidas que acontecen porque han debido acontecer, leyes éstas que son iguales para todos. Igual te afectan como afectan a cualquier persona ¿No te agrada? Haz lo que quieras, indígnate, grita… pero no podrás cambiar los acontecimientos. Recurrimos a Séneca cuando dice “Todos los infortunios frente a los cuales gemimos, por los cuales nos atemorizamos son tributos a la vida; no esperes ni pidas verte libre de ellos”.

Y para concluir, que mejor que traer unos de los Mandamientos del Abogado que nos dejó Eduardo Juan Couture Etcheverry, prestigioso abogado y profesor uruguayo:
Ten paciencia, “El tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración.”