Teniendo en consideración que el 90 % del conjunto de los despachos de abogados del país está compuesto por pequeños y medianos despachos, hablarles, especialmente a los pequeños, de estrategia y de dirección estratégica, suele resultarles extraño, y ello debido a que sus titulares consideran que con su estructura y recursos materiales y humanos ya tienen bastante con dedicarse a sacar el trabajo diario que los abruma, siendo prácticamente imposible implementar cuestiones de índole estratégica.

Esta convicción, de la que doy fe (pues numerosos compañeros me la han transmitido en cursos y seminarios) es más que razonable atendiendo a las circunstancias que concurren en la actividad profesional de las firmas de pequeñas dimensiones. Sin embargo, a pesar de tales dificultades, los abogados titulares de estos despachos tienen la necesidad y obligación de aceptar el escenario en el que les ha tocado vivir, y, abrazando la incertidumbre, lanzarse de lleno en el mundo de las decisiones estratégicas.

La estrategia puede definirse como la determinación de los objetivos y metas de carácter básico de una empresa y la adopción de los cursos de acción y la asignación de recursos que resultan necesarios para llevar a cabo dichas metas. A.D. Chandler (1962)

Partiendo de dicha definición, estamos hablando por tanto de objetivos, metas, cursos de acción y recursos que confluirán en un mercado competitivo en el que todos nuestros competidores buscan, al igual que nosotros, crear valor, crecimiento, rentabilidad y responsabilidad ante sus integrantes y la sociedad.

Y dicho esto, me pregunto, estemos los abogados integrados en un despacho pequeño, mediano o grande, ¿no estamos todos compitiendo en el mercado de los servicios legales?, ¿no existirán competidores de mi misma dimensión?, ¿no desean dichos competidores crear valor, crecer y obtener rentabilidad…? En definitiva, ¿no desean nuestros competidores (por ejemplo, pequeños despachos) competir con nosotros y superarnos?

Por lo tanto, existe un entorno, un mercado en el que competir, sea cual sea la dimensión del despacho, y que constituye un elemento esencial a tener en cuenta.

Igualmente, los despachos, y permítaseme la expresión, por muy microscópicos que sean, tendrán una realidad interna, con sus debilidades y fortalezas, es decir, con aquello para lo que no están preparados y con lo que saben hacer bien. ¿No es cierto que Juan sabe tratar extraordinariamente a sus clientes? ¿Te has fijado en el que Ramón está preparadísimo en penal? ¿Pedro es algo desorganizado, no? ¿Y qué me dices de Luís?, siempre con el agua al cuello.

En consecuencia, también existe una realidad propia a la que hemos de tomarle el pulso, para, conociendo sus virtudes y defectos, aprovechar y potenciar lo que sabemos hacer bien y desarrollar sus debilidades para ir creciendo.

Entorno y realidad interna; la competencia y nosotros; nuestro despacho y los otros despachos…, elementos ambos que no solo confluyen en nuestra actividad, sino que la condicionan, uno a través del mecanismo de la competitividad y otro a través de las exigencias de crecimiento y mejora interno.

Pues bien, ahí es donde la estrategia juega un papel esencial, tratando de alcanzar una ventaja sostenible en el tiempo mediante una adecuada respuesta al entorno (la competencia), y partiendo del conocimiento de nuestras formalezas y debilidades (nuestra realidad), lo que nos lleva a poder afirmar que los abogados deben plantearse muy seriamente implementar decisiones estratégicas en su actividad, so pena de quedar pronto superados (si no lo están siendo) por sus competidores directos.

Y claro, la cuestión es, ¿Y cómo implemento decisiones estratégicas en mi despacho?

Difícil respuesta, pues yo mismo, al pensar en los pequeños despachos, tengo la tentación de citar el dicho de la pescadilla que se muerde la cola y responder que el muy difícil. Sin embargo, ahí va mi receta, aun a sabiendas de la extrema dificultad que ello conlleva:

1º.- Concienciarse de esta realidad en la que la estrategia constituye un elemento necesario. Simplemente reflexionar.

2º.- Aprender sobre estrategia y dirección estrategia, misión, visión, avalores, objetivos estratégicos, planificación, control, etc…, bien a través de la imprescindible lectura de manuales sobre la materia como asistiendo a cursos y seminarios.

3º.- Designar a uno de los profesionales del despacho para que pueda dedicar parte de su tiempo a estas actividades y tomarlo como una verdadera inversión, primero de supervivencia y posteriormente de crecimiento. La ayuda y apoyo de los compañeros será inexcusable.

4º.- Ir implementando poco a poco, pero de forma planificada, medidas estratégicas que supongan un cambio progresivo en la forma de vivir el despacho, ya no limitado a atender clientes y resolver los encargos, sino dando pequeños pasos en los que todas las áreas del despacho se vean afectadas.

Mi consejo: comencemos con establecer una visión, una misión, nuestros valores y cultura empresarial y, una vez conseguido, diseñar la estrategia (infórmate sobre lo que es un DAFO y atrévete a hacerlo) y ponernos en marcha. Esta actividad representa un extraordinario impulso que supondrá un antes y un después, os lo aseguro, pues a través de este esfuerzo, no quepa duda que estaremos sembrando la semilla de un futuro en el que nuestro despacho será más competitivo tanto externa como internamente.