El interrogatorio de testigos constituye materia de esencial conocimiento y dominio por parte del abogado litigante sea cual sea el orden jurisdiccional en el que intervenga. Tan es así, que un interrogatorio mal planteado o deficientemente practicado puede acarrear consecuencias desastrosas para la defensa del caso.

Dada su importancia, en anteriores posts ya hemos tratado profusamente esta materia ( ¿Alguna otra pregunta señor letrado? https://oscarleon.es/alguna-otra-pregunta-senor-letrado/ Consejos para un interrogatorio eficaz http://www.legaltoday.com/blogs/gestion-del-despacho/blog-manual-interno-de-gestion/consejos-para-un-interrogatorio-eficaz ), por lo que hoy vamos a centrarnos en una perspectiva diferente del interrogatorio de testigos; concretamente, nos ocuparemos de aquellos errores que el abogado no debe cometer mientras se lleva a cabo tan importante medio de prueba. De esta forma, la información de este post no solo nos servirá de llamada de atención, sino que reforzaremos el conocimiento de los principios que deben orientar dicha práctica.

Expondremos dichos errores a modo de decálogo:

1.- Realizar el interrogatorio de forma desordenada: La práctica común aconseja realizar el mismo siguiendo un orden cronológico, ya que esta es la forma en la que todos, incluido el juez, estamos acostumbrados a escuchar las narraciones de los hechos, lo que facilitará la atención de éste y le permitirá que se grabe con más facilidad  en su memoria la resultancia del interrogatorio. No obstante, en ocasiones, hay excepciones y puede alterarse el orden para aprovechar el elemento sorpresa o llamar la atención sobre alguna cuestión importante. Ahora bien, lo que no puede hacerse es practicar el interrogatorio sin un orden claro, cambiando de hechos o circunstancias de forma arbitraria o pasando de uno a otro tema sin solución de continuidad. De esta forma, que constituye una evidencia clara de nuestra falta de preparación, solo conseguiremos reducir la atención del juez quien perderá todo interés en el interrogatorio.

2.- Leer las preguntas del interrogatorio: Es práctica común del abogado preparar el interrogatorio elaborando las preguntas en una lista escrita para facilitar su organización y estudio, lista que durante la práctica del interrogatorio se convierte en un guión bien estudiado que nos ayudará al mejor desarrollo del mismo, pues podremos revisarlo en los momentos en los que el testigo esté respondiendo, lo que nos permitirá a su vez mantener la línea del interrogatorio con más facilidad. Ahora bien, interrogar a los testigos leyendo literalmente las preguntas, y especialmente al testigo de contrario, resulta harto incomodo, pues el interrogatorio se vuelve artificial y poco fluido, lo que redunda en su eficacia: el testigo tiene tiempo de pensar, se siente confiado y seguro porque ve que no preguntamos espontáneamente y llega a pensar que no estamos preparados; el juez se aburre y empieza a perder la atención necesaria, etc.

3.- Interrogar sin ritmo: Todo interrogatorio tiene sus ritmos. Un ritmo rápido ayuda a interrogar a un testigo impidiéndole pensar demasiado para buscar una salida mientras que un ritmo lento y pausado permitirá que el testigo se explaye para ganar confianza. Ritmo lento equivale a sosiego y tranquilidad para el testigo; ritmo rápido supone mayor tensión y exigencia.Sin embargo, en ocasiones el abogado no mantiene el ritmo adecuado haciendo que la prueba pierda la tensión requerida, llegando incluso a producirse la circunstancia de que por culpa de un ritmo inadecuado acaba realzándose un testimonio no deseado o minusvalorándose el que nos interesa.

4.- Ser poco claros y precisos en las preguntas: A la hora de interrogar hemos de centrarnos en los puntos esenciales que nos interesa corroborar o desvirtuar a través de la prueba testifical, y para ello hemos de ser muy precisos, concretos y directos Por lo tanto, hemos de evitar preguntar sobre cuestiones poco relevantes que no aporten nada a la resolución del caso o ser poco concretos. Ciertamente, habrá fases en las que debamos emplear las preguntas generales y abiertas para nuestro propósito, pero esto no tiene que significar que nos estamos alejando de nuestro objetivo, sino todo lo contrario, en estos casos lo que hacemos es dirigir el interrogatorio estratégicamente al lugar que nos interesa.

5º.- Enfrentarse con un testigo: Los testigos deben ser tratados con respeto y cordialidad durante el interrogatorio, pues éste debe realizarse con fluidez y un enfrentamiento u hostilidad innecesaria entre abogado y testigo no conduce absolutamente a nada. La razón de ello reside en que el testigo debe estar tranquilo, para que a través del interrogatorio podamos indagar más fácilmente hasta obtener nuestro propósito. Pero, claro, a veces nos encontramos ante un testigo que sabemos no está diciendo la verdad o que, con independencia del signo de su testimonio, está actuando de forma hostil hacia nosotros. En estos casos, entrar en una discusión o enfrentamiento verbal con el testigo solo consigue perjudicarnos, pues nos aleja de la atención y concentración que nos exige esta prueba. Obviamente, ello no impide que en determinadas circunstancias deban, y creo que es bueno, producirse situaciones de tensión entre el abogado y el testigo, que ayudarán a desenmascararlo. No obstante, nunca se debe perder el respeto.

6º.- Formular mal la pregunta: Todo ordenamiento jurídico establece los principios generales sobre la forma en la que deben llevarse a cabo las preguntas, por lo que es obligación de todo abogado conocer a fondo estás reglas y así evitar la desagradable corrección del juez. Sin embargo, en ocasiones se cae en el error de realizar preguntas con valoraciones, calificaciones, etc. o que no guarden relación con el hecho que se está juzgando (impertinentes), que no resulten adecuadas para el esclarecimiento de los hechos controvertidos (inútiles), que inducen al testigo la respuesta que deberá dar a la pregunta (sugestivas), que inducen al testigo a error o a una contestación inexacta, bien sea a través de una pregunta muy larga (normalmente subordinada) que el testigo no entiende correctamente o a través de una pregunta que contenga varias preguntas.

7º.-  Sentirse intimidados ante una llamada de atención del juez: En ocasiones el juez nos llama la atención sobre la forma en la que estamos llevando a cabo el interrogatorio o nos avisa  con el consabido “Tiene Vd. alguna otra pregunta que realizar” En estos casos, si el abogado no está atento y concentrado, puede verse afectado por la llamada del juez y dar por terminado el interrogatorio antes de tiempo, quedando numerosas cuestiones sin precisar. Esto denota una total falta de confianza en el abogado que habrá que corregir, si bien hemos de reconocer que el aviso del juez ya, de por sí, supone que algo no está funcionando correctamente.

8º.- Emplear tecnicismos: Utilizar tecnicismos implica vulnerar la regla de la claridad y precisión que debe prevalecer en todo interrogatorio dada la incapacidad del testigo para entender términos técnicos o  jurídicos. Esto es una norma que no precisa de muchas explicaciones, pues la necesaria fluidez del interrogatorio exige evitar las interrupciones que sin duda se producirán y que perjudicarán el ritmo del mismo.

9ª.- Preguntar al testigo cuando desconocemos la respuesta: En ocasiones, aun teniendo dudas sobre el contenido de la respuesta del testigo, nos embarcamos en la hacer la pregunta y luego la respuesta pues ésta puede ser devastadora para nuestros intereses. Obviamente, esta regla no afecta a aquellas preguntas con las que ya contamos que el testigo de contrario nos va a responder negativamente y que constituyen parte de la estrategia del interrogatorio. Nos estamos refiriendo a aquellas preguntas cuya respuesta en uno u otro sentido puede ser definitiva para el resultado del caso y al hacerla no estamos seguros del sentido de la respuesta.

10º.- Ser reiterativos en la pregunta: A veces, tenemos tanto interés en que el testigo nos responda algo en concreto, que cuando lo ha hecho pero de forma contraria a lo esperado (lo cual a veces ocurre con el testigo que hemos propuesto) seguimos insistiendo una y otra vez, lo que concluirá con una llamada de atención del juez. A veces es mejor parar y volver más tarde introduciendo la cuestión de otra forma, pero lo que no podemos hacer es perder la concentración tratando de forzar lo inevitable.

En definitiva, qué duda cabe que habrá otros errores en los interrogatorios que habremos omitido (y que me gustaría me comentarais), pero los expuestos representan una clara muestra de situaciones que pueden ayudarnos a un mejor desempeño en una prueba tan trascendental como la analizada.