Hoy, 1 de septiembre, comienza (al menos formalmente) un nuevo curso para el abogado. Algunos llevarán semanas o días trabajando, otros, quizás la mayoría, se habrán reincorporado al despacho, pero de lo que no cabe duda es que este es un día de esos especiales en nuestro particular calendario profesional. Por tal circunstancia, y siendo nuestro primer post de la temporada, me gustaría aprovechar para transmitiros la impresión que albergo sobre lo que he venido a llamar la vitalidad actual de la abogacía, es decir, el dinamismo o vigor que hoy manifiesta nuestra profesión.

¿Y por qué hablar precisamente hoy de vitalidad? Porque el hecho de que nos sintamos individual y colectivamente más vitales (lo cual es algo extraordinariamente positivo) es una buena oportunidad para seguir fortaleciéndonos y mejorando en nuestro camino para ser mejores profesionales.

Para ello, voy a destacar, muy sucintamente, algunos de los aspectos que, en mi opinión, demuestran que la abogacía, en su conjunto, está más viva que nunca.

 

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