La pasada semana, al transcribir en LinkedIn un pensamiento del abogado Jose María Rodriguez del Val sobre las dificultades de la profesión, un compañero hizo un comentario del siguiente tenor: ¡Que cierto, pero que difícil de poner en práctica… ¡

Esta acertada respuesta me ha hecho pensar en la cantidad de situaciones en las que, contrariamente a nuestros impulsos, los abogados tenemos que actuar de una determinada forma, en beneficio de nuestros clientes y, por qué no, incluso en el nuestro.

Hoy voy a dedicar el post a exponer algunas de dichas situaciones empleando el formato de unas sencillas afirmaciones. Espero que esto os anime a reflexionar sobre nuestra actitud diaria y el enorme mérito que tiene salvar estas situaciones con la templanza que nos caracteriza.

Vamos con ello,

Qué difícil es convencer al cliente que su verdad es solo su verdad, pero que no es la única, pues existe otra opuesta a la nuestra tan razonable como la suya.

Qué difícil es explicarle al cliente que no podemos darle garantías de que el asunto se va a ganar.

Qué difícil es que el cliente acepte de primeras los honorarios y nos pague puntualmente la provisión de fondos.

Qué difícil es que el cliente nos cuente toda, toda la verdad.

Qué difícil es ver como tu cliente cambia de letrado cuando no existe una razón aparente para ello.

Qué difícil es comunicar al cliente una sentencia desfavorable.

Qué difícil es mantener la compostura cuando te encuentras con un juez que se dirige a ti de forma destemplada y sin consideración alguna.

Qué difícil es convencer al funcionario de turno de que no eres una fantasma y que estás esperando a que te atienda.

Qué difícil es tratar con compañeros que te consideran su enemigo y te tratan como tal.

Sin embargo, a pesar de todas estas dificultades, salimos todas las mañanas ilusionados con la esperanza que nos da un nuevo día en el que quizás nos llegue una buena sentencia, el pago de unos buenos honorarios o tal vez nos entre el cliente de nuestra vida.

Si, pero qué difícil…