Hoy es uno de esos días que te despiertas y al instante sabes que es un día especial. Esta tarde, a eso de las 20 horas, se presentará en el Colegio de Abogados de Sevilla EL ABOGADO Y EL JUICIO. Contaremos con la presencia de los destacados abogados Francisco Baena Bocanegra, Jerónimo Zamora (Guadaliuris) y Óscar Cisneros (Colegio de Abogados), acompañados por Antonio de Pablos (Aranzadi).

Por este motivo, y estando atareado en preparar los detalles de la presentación, hoy no quiero faltar a la cita con el blog y me he permitido acompañaros la introducción del libro, que a modo de post, recoge algunas reflexiones sobre nuestra profesión.

A los que andáis por Sevilla, ya sabéis que estáis invitados a la cita y que para mi será un placer veros personalmente, pues presentar un libro es algo así sentir la ilusión que provoca el compartir.

Vamos con ello:

«Decía el abogado Roland Boyd en una preciosa carta dirigida a su hijo que «un abogado que nunca pisa los Tribunales nunca sabrá como entregar un buen servicio a sus clientes. El mayor cumplido que un abogado puede recibir es: “Él es un buen abogado litigante”» Esta afirmación, con la que coincido plenamente, resume de forma sencilla la importancia que para todo profesional de la abogacía representa el actuar, con mayor o menor frecuencia, en sala: la necesidad de actuar en juicio para conocer realmente la esencia de nuestra profesión, en la que la defensa de los derechos e intereses de nuestros clientes culmina con nuestra intervención ante un auditorio formado por el juez, los abogados y las partes a las que representan y, finalmente, el público asistente. De esta forma y a través de esta perspectiva a medio y largo plazo del asunto, conociendo la eventual necesidad de una solución judicializada, el abogado aprende a valorar todo el proceso por el que atravesará el asunto y la necesidad de un buen servicio al cliente que contemple aquella potencial intervención letrada en el proceso.

Ciertamente, el triunfo sin ambages de la especialización en nuestra profesión ha motivado que numerosos abogados que inicien su actividad profesional jamás pisarán una sala de vistas, lo que no les impedirá realizar una labor de asesoramiento o mediación durante su desarrollo profesional. Sin embargo, si bien dichas actividades encuentran su finalidad en la de evitar controversias bien con particulares bien con la administración, no podemos olvidar que en última instancia, o lo que es lo mismo, la última palabra, pronunciamiento o resolución la tendrá un órgano judicial, y ahí, precisamente, siempre tendrá que estar presente el abogado que asista al juicio y que, gracias a su habilidad litigante, tratará de enderezar la situación en beneficio de su cliente y de la Justicia. En definitiva, todo el estado de derecho converge, para la definitiva solución de las controversias, en la decisión final de un juez en la que contribuirá sin duda alguna la intervención del abogado litigante.

Por lo tanto, al amparo de dicha idea,  la presente obra se plantea sobre la base de tres objetivos y fines:

–          Contribuir a destacar la labor del abogado litigante como figura esencial de nuestro estado de derecho.

–          Concienciar al profesional en que la actividad del abogado litigante se desarrolla antes, durante y después del acto del juicio, ofreciéndoles herramientas para actuar eficazmente en cada fase.

–          Entretener al abogado, transmitiéndole los conocimientos y experiencias prácticas de forma amena que lo induzcan a mejorar y a crecer.

La primera finalidad es la de contribuir a destacar la labor del abogado litigante como figura esencial de nuestro estado de derecho, y la mejor forma de hacerlo es destacando sus cualidades y habilidades y contribuyendo con algunas ideas que, surgidas de mi experiencia, pueden ayudar a la mejora de su desarrollo profesional como abogados litigantes.

El segundo objetivo del libro, reside en concienciar al abogado que la intervención en juicio no se limita a “intervenir en el juicio”, ya que éste no limita su actividad a intervenir en sala defendiendo los intereses de su cliente, sino que su trabajo comienza mucho antes, cuando conoce la fecha del señalamiento del juicio. Es a partir de ese momento cuando vendrá obligado, por razones de competencia profesional, a adoptar una serie de decisiones que le permitirán llegar al acto judicial completamente preparado y con la seguridad y solvencia que se exige para el ejercicio de la abogacía, máxime cuando se actúa en sala, momento éste culminante en el ejercicio de nuestra profesión. Pero, además,  su trabajo no se limita exclusivamente al “antes y durante”, sino que para la realización de un servicio completo y satisfactorio para el mismo  y para su cliente tendrá que haber un “después” en el que desarrollará una serie de actividades que le permitan realizar un cierre formal y material del caso que sin duda le ayudará a continuar con sus restantes actividades con la tranquilidad y seguridad de que ha realizado un trabajo bien hecho y que éste, y esto es muy importante, ha sido percibido por el cliente de forma satisfactoria.

Por lo tanto, como epicentro de la obra prima la idea de que la actividad del abogado litigante se desarrolla antes, durante y después del acto del juicio.

Partiendo de esta idea, el libro se ocupa de examinar las conductas y acciones que irán, primero conformando la intervención del abogado; posteriormente inspirando su actuación en sala; para, finalmente, dejar atados los aspectos formales y materiales del juicio concluido.

Y como último fin de la obra, pretendemos entretener al abogado, transmitiéndole los conocimientos y experiencias prácticas de forma amena de forma que los mismos puedan implementarse con facilidad, generando en el lector un deseo de mejora y de autocrecimiento, habilidad ésta imprescindible en los tiempos que corren para la moderna abogacía.

A efectos de organización, el libro se divide en cuatro “libros” en los que se examina la figura del abogado litigante para posteriormente analizar las tres fases antes señaladas: el antes, el durante y el después del juicio, completándose con formularios prácticos para la preparación de la intervención. Igualmente, hemos de avanzar que este libro es tributario de dos obras anteriores que publiqué con Thomson Aranzadi, “Manual de Oratoria para Abogados” y “ Como Preparar con éxito la audiencia previa y el juicio oral“, puesto que algunos capítulos no son más que un trasunto de los recogidos en tales obras con las debidas adaptaciones derivadas del transcurso del tiempo y de mi práctica profesional.

Señalar que si bien el libro analiza la figura del abogado litigante partiendo de su intervención en el procedimiento civil, los consejos, conocimientos y experiencias que se recogen en el mismo, en su gran mayoría, son de plena aplicación para aquellos abogados litigantes cuyo ámbito de especialización se centra en otros órdenes judiciales.

Espero que disfrutes esta obra y que te sea de mucha utilidad, bien por ayudarte en tu intervención en juicio, bien por despertarte el deseo de seguir creciendo como abogado»