La pasada semana me organicé de modo que pasé una jornada entera en el despacho trabajando sobre una planificación de diversos asuntos de distinta naturaleza (redacción de documentos, estudio de asuntos, llamadas telefónicas, algo de organización de documentos, etc.). Lo cierto es que a medida que avanzaba la mañana podía comprobar que todo me estaba saliendo genial, y que iba cerrando los temas en tiempo y con la máxima eficacia y eficiencia[1]. De hecho, me permití a lo largo de la mañana publicar el siguiente tuit:

Óscar Fernández León ‏@oscarleon_abog  1 dic.

Hoy, mañana de ensueño en el despacho. Me he reservado día para resolver temas sin interrupciones. A veces ser abogado de laboratorio mola.[2]

Y la cosa no era para menos, pues no es un gran descubrimiento afirmar que para el ejercicio eficaz de nuestra profesión hace falta actuar con la máxima concentración en la tarea en la que estemos involucrados. Sin embargo, muchas veces pasamos por alto esta necesidad, y aun a sabiendas, actuamos siguiendo pautas opuestas a dicho principio (desmotivación, preocupación, distracciones, etc.).

Por ello, y considerando fundamental conocer la teoría que hay tras la práctica de estas conductas productivas con el fin de poder aplicarla y avanzar en nuestra autogestión personal y profesional dedicaremos el post de hoy a analizar el conocido como “estado de flujo” que aborda David Goleman en su obra titulada El cerebro y la inteligencia emocional: nuevos descubrimientos.

Básicamente, el autor parte de la ley de Yerkes-Dodson (1908), que demuestra la relación existente entre ansiedad, tarea y rendimiento, al considerar que cuanto más dificultad presenta una tarea de aprendizaje, menor es el grado óptimo de la motivación requerida por el aprendizaje más rápido. Una ansiedad excesiva afectará negativamente al rendimiento.

Estas relaciones reflejan que los rendimientos se optimizan a medida que aumenta la activación hasta llegar a un punto máximo, a partir del cual cualquier incremento o activación exagerada coloca el organismo en el umbral del fracaso adaptativo. La relación entre estrés y productividad se representa gráficamente mediante una «U» invertida. El aumento del estrés (el eje horizontal de la gráfica), provoca el aumento de la productividad (el eje vertical de la gráfica). A mas estrés el resultado mejora hasta que se alcanza la cima de la curva, momento en el que desciende la productividad.

Dicho esto, Goleman recorre los campos de la gráfica definiéndolos como desvinculación, sobrecarga y flujo, aspectos que son tratados desde una perspectiva de las conexiones cerebrales, escenario éste no contemplado en 1908 por los autores de Ley Yerkes-Dodson.

Así, la desvinculación es aquel estado de desmotivación, implicación y falta de compromiso que nos hace trabajar de forma poco productiva. Sobrecarga es un estado en el que el cerebro produce demasiadas hormonas del estrés que afectan a nuestra capacidad de trabajar como consecuencia de situaciones que nos desbordan y abruman. Finalmente, flujo es el punto de aprovechamiento máximo de las emociones al servicio del rendimiento que se produce cuando se da un equilibrio entre las exigencias que plantean una situación y la capacidad de la persona (aunque dicho punto máximo varía en cada persona).

Centrados en este último estado de rendimiento óptimo, nos encontramos según Goleman ante un estado de armonía neuronal[3] en el que las distintas áreas del cerebro se hallan en completa sintonía. De esta forma, el estado de flujo se caracteriza por:

  • Una concentración intensa.
  • Una capacidad de reacción ágil ante los problemas.
  • Rendimiento máximo.
  • Sensación de placer por la actividad que estamos desarrollando.
  • El nivel global de actividad cerebral desciende (menos esfuerzo)

En el caso de los abogados, todos conocemos jornadas de trabajo en las que llevamos a cabo las tareas que nos hemos propuesto con absoluta precisión, y en las que por regla general percibimos que todo lo que nos ocurre tiene un sesgo positivo. En estos días, incluso ante demandas inesperadas actuamos competentemente. Por el contrario, en otros casos se producen jornadas absolutamente complejas en las que a resultas de diversas demandas o circunstancias externas, nos sentimos muy estresados y llega un momento en el que si bien continuamos trabajando, somos conscientes de que la concentración y atención campan por su ausencia. En ambos casos nos estaríamos desplazando a través de la U invertida de Yerkes-Donson, pasando de segregar hormonas de estrés bueno a un exceso de hormonas bloquean nuestros circuitos.

En estos casos es fundamental ante todo conocerse, y así saber reaccionar y tratar de regresar a la zona de máximo rendimiento. Para ello debemos emplear los remedios que se aconsejan para mantenerse o alcanzar el estado de flujo: la práctica de la concentración y relajación fisiológica, remedios éstos que variarán en cada caso, pero que a través de nuestro autoconocimiento podremos identificar y aplicar.

En definitiva, la abogacía no puede limitarse a prestar un servicio, sino que éste debe realizarse en las condiciones psíquicas y físicas adecuadas, cuestión que si bien es de Perogrullo, debe conocerse desde sus propios fundamentos e interiorizarse.

Espero que con este post haya contribuido a ello.

 

 

[1] La eficacia difiere de la eficiencia en el sentido que la eficiencia hace referencia en la mejor utilización de los recursos, en tanto que la eficacia hace referencia en la capacidad para alcanzar un objetivo aunque en el proceso no se haya hecho el mejor uso de los recursos.

[2] Post ¿Te consideras un abogado de laboratorio? https://oscarleon.es/?s=el+abogado+de+laboratorio

[3] Para alcanzar este estado, Goleman señala que será fundamental: a) ajustar las demandas a la capacidad de la persona; b) practicar las habilidades necesarias para afrontar el mayor nivel de la demanda c) mejorar la capacidad de concentración; d) ser conscientes de cuando salimos de la zona de máximo rendimiento, es decir, cuando nos encontramos en estados de disminución del rendimiento, perdida de atención y concentración, despistes, mal humor, inquietud, etc.