Para explicar la dificultad que conlleva el ejercicio de la abogacía tendríamos que recurrir a realizar una extensa exposición repleta de hechos, factores, circunstancias y ejemplos de lo más variopintos, pues la complejidad del ejercicio de nuestra profesión requeriría tratar el tema con la necesaria profundidad.

No obstante, he aquí que este fin de semana, releyendo Mailings para un joven abogado, encontré una magnífica cita del abogado José María Martínez Val en la que explica, en un alarde de concisión y belleza, el por qué de las dificultades que dan significado a nuestra actividad:

“Dificultad de conocer y probar los hechos; de prever y prevenir los motivos de oposición del adversario; de formarse juicio exacto del cliente y de sus intenciones y finalidad real y de la licitud y moralidad del asunto; dificultad de conocer la gama intensa y varia del Derecho, de interpretarlo y aplicarlo al caso concreto; de pedirlo por vías del proceso correspondiente… Y todo esto bajo la visión directa del cliente y del adverso, del letrado contrario y del tribunal, que percibe, valora y estima sus defectos y aciertos… Y con la nota particular que tras cada uno de los combates viene un fallo categórico, casi siempre victoria o derrota, pocas veces tablas”

Genial, ¿no?

Y no olvidéis que a medida que recorramos este camino lleno de obstáculos, iremos verdaderamente entendiendo la grandeza