Resumen

El temor escénico constituye una respuesta intensa de nuestro organismo como consecuencia del pensamiento anticipatorio de una próxima intervención en público, reacción a la que, como no podía ser de otra forma, no escapa el abogado que va a intervenir por vez primera en sala ni aquéllos más veteranos que, ante tal eventualidad, continúan viviendo, con menor intensidad, sus síntomas. Saber educar y dominar dicha sensación es en todo punto indispensable para la actividad forense del abogado, pues si éste no la controla sus opciones de éxito serán prácticamente nulas. En el presente artículo abordaremos un examen general de la conocida como «barrera del miedo» del orador, centrándonos en las posibles técnicas que pueden ayudar a desempeñar adecuadamente nuestra labor en sala minimizando sus efectos.

I. UNA EXPERIENCIA QUE TODO ABOGADO HA VIVIDO

Todos, absolutamente todos los abogados, durante nuestras primeras intervenciones en el foro hemos vivido intensamente lo que viene denominándose temor escénico. Me atrevería a decir que muchos, quizás en menor intensidad, tras adquirir cierta experiencia forense lo seguimos viviendo. Todavía recuerdo mi primera intervención como abogado a los pocos meses de colegiarme. Fue en defensa por turno de oficio de un imputado por robo con fuerza en las cosas (sustracción de un radiocasete de un vehículo). Nunca olvidaré como trabajé concienzudamente en el asunto tratando de cubrir todas las lagunas del mismo, consultando a otros abogados, pasando horas y horas en la biblioteca del Colegio. Pero lo que recuerdo que profundamente fue la tensión emocional del día previo y la víspera del juicio. Estaba completamente excitado, no podía pensar en otra cosa, leía y volvía a leer el comprobando que cada vez sabía menos. La noche previa dormí escasamente un par de horas, pues el nerviosismo no me dejaba pegar ojo. Y la mañana de la vista, sufrí de síntomas como dolor de estómago, sudores, etc. Posteriormente informé con solvencia y salí satisfecho de aquella mi primera experiencia. Después vinieron otros juicios, en los que se fueron repitiendo los mismos síntomas, si bien a fuerza de experiencia, pude ir controlándolos más y mejor. No obstante, a pesar del paso de los años, la intervención en sala me produce una tensión especial difícil de explicar.

II. ¿QUÉ EL TEMOR ESCÉNICO?

Podemos definir al temor escénico como la respuesta psicofísica del organismo, generalmente intensa, que surge como consecuencia de pensamientos anticipatorios catastróficos sobre la situación real o imaginaria de hablar en público (Yagosesky). De dicha definición podemos extraer sus características esenciales, lo que nos ayudará a acercarnos a la mejor comprensión y entendimiento de este:

  • Es una forma de timidez que se manifiesta frente a grupos ante los que tenemos que hablar en público.
  • Constituye una reacción defensiva del organismo que surge como consecuencia de pensamientos limitadores que tenemos acerca de nuestra actuación frente a dichos grupos.
  • Esta reacción genera distintas formas de alteración de la normalidad en los niveles mental, fisiológico, emocional y motriz
  • Se produce cuando actuamos ante determinados grupos.
  • Tiene su origen en un pensamiento limitador y anticipatorio generalmente catastrófico.
  • Suela manifestarse con mayor frecuencia e intensidad en aquellas personas que tienen que hablar en público por primera vez o que tienen escasa experiencia en dicha actividad.
El miedo escénico es una reacción casi inevitable en toda persona que acometa la labor hablar en público

Por lo tanto, el miedo o temor escénico constituye una reacción casi inevitable en toda persona que acometa la labor hablar en público y que produce sensación de vulnerabilidad y genera mucha tensión física y emocional, si bien, como veremos, la intensidad de la misma variará en función del grado de experiencia del orador. En cualquier caso, la superación de esta barrera emocional es una condición esencial para que pueda llevarse a cabo el discurso a fin de que éste cumpla con su objetivo. Para ello, será necesaria la adopción de técnicas de adiestramiento en su control efectivo.

En los supuestos del principiante, y debido a la inexperiencia de hablar en público, su mente suele verse torpedeada por innumerables pensamientos negativos. Veamos algunos de ellos:

  • No me van a entender.
  • No estoy preparado.
  • Se van a reír de mí.
  • No tengo nada importante que decir.
  • Es mejor que no me arriesgue.
  • Se me va a olvidar todo.
  • Debería irme de aquí inmediatamente.

Estos pensamientos, si bien negativos, son lógicamente naturales (especialmente en el principiante), pues es obvio que hablar en público entraña una elevada carga de responsabilidad, máxime sabiendo que vamos a ser examinados en nuestras aptitudes, conocimientos e incluso personalidad por nuestro auditorio. En definitiva, tememos que nuestra incompetencia se haga pública.

Pero, sigamos avanzando, ¿cómo se origina el temor escénico?

III. EL ORIGEN DE LA REACCIÓN EMOCIONAL QUE CONDUCE AL TEMOR ESCÉNICO

A continuación vamos a explicar muy sucintamente cual es el origen fisiológico del temor escénico, y para ello nos serviremos de algunos de los conceptos expuestos por DANIEL GOLEMAN en su obra El cerebro y la inteligencia emocional: Nuevos descubrimientos

La amígdala es un centro nervioso dedicado a las emociones y situado en el cerebro medio o límbico, cuya función, entre otras, es detectar peligros a modo de radar, de manera que al detectar una amenaza, toma de forma inmediata el control del resto del cerebro. Esta intervención de la amígdala, que motiva la activación del sistema nervioso simpático, acapara toda nuestra atención y la dirige hacía el peligro en cuestión, convirtiéndose éste en el único asunto que nos preocupa. A continuación, y como manifestación física, se producen los siguientes cambios físicos:

  • Las pupilas se dilatan.
  • Los bronquios se ensanchan y la respiración se acelera.
  • El ritmo cardiaco se acelera.
  • La circulación sanguínea periférica disminuye a favor de la circulación de los órganos vitales (por eso sentimos las manos frías).
  • Se produce excesiva sudoración.
  • El cuerpo empieza a temblar.
  • La boca se seca, pues dejamos de salivar.
  • El diafragma se tensa y la respiración se hace más difícil.

En principio, todas estas reacciones son positivas y necesarias, ya que ante un estado que consideramos de riesgo psicológico, el cuerpo entra en estado de alarma preparándonos para reaccionar.

Ahora bien, una vez transcurridos los primeros momentos de dicha reacción, el organismo, activa el sistema parasimpático, a través del córtex prefrontal (situado en el neocórtex), donde se localiza el control cognitivo, que regula la atención, la toma de decisiones, la acción voluntaria, el razonamiento y la flexibilidad de respuesta y, tarde o temprano (y esto dependerá de muchos factores) el córtex prefrontal activará sus circuitos inhibidores y nos permitirá manejar las emociones guiando nuestra respuesta.

No obstante, cuando la situación se prolonga más de lo debido se produce el denominado «secuestro amigdalar» en el que la memoria deja de funcionar con normalidad, somos incapaces de aprender y no podemos innovar ni ser flexibles, activándose la clásica respuesta de lucha, huida o paralización, mientras el cuerpo sufre una descarga de hormonas del estrés, sobre todo cortisol y adrenalina, produciéndose los síntomas físicos de alto ritmo cardiaco, sudoración, boca seca, temblor, etc.

El temor escénico se produce por tanto cuando se activa el sistema simpático y se produce este secuestro amigdalar, hasta que el sistema parasimpático equilibra y autorregula nuestro sistema nervioso.

Por lo tanto, como veremos al final de este apartado, se trata de conocer la existencia de este temor y sus síntomas, para poner eficaz remedio al mismo a través de determinadas técnicas que activarán el sistema parasimpático.

IV. ENTRE LA NECESIDAD Y LA SUPERACIÓN DEL MIEDO ESCÉNICO

No hay duda, afirma la psicología, que el temor escénico es una reacción en cierta medida positiva, pues adecuadamente gestionado un determinado estado de nervios o estrés positivo es fundamental para que el orador mantenga la tensión necesaria para actuar, pues en caso contrario la confianza podría gastarle una mala pasada a quien se presenta ante el auditorio en la creencia de que no va a equivocarse. Un estrés bueno nos permitirá darnos cuenta de la situación difícil en la que nos encontramos y que ya hemos vivido y sufrido en otras ocasiones pero que, gracias a la atención y alerta que mantendremos, superaremos con oficio consiguiendo nuestros objetivos. En definitiva, sentir temor escénico es una cuestión de responsabilidad y preocupación, no sólo por uno mismo, sino por el público a que nos dirigimos.

Es necesario gestionar el miedo escénico para mantenerlo dentro de unos límites razonables

Ahora bien, como ya hemos señalado, el miedo escénico puede tener efectos perniciosos para el orador que no consiga controlarlo o aminorar sus efectos, por lo que se impone la necesidad de gestionarlo para mantenerlo dentro de unos límites razonables que le permitan alcanzar sus objetivos a la hora de expresarse en público.

V. LOS ABOGADOS Y EL TEMOR ESCÉNICO

Teniendo en cuenta la responsabilidad que la labor del abogado entraña cuando intervenimos en el foro en defensa de un tercero que nos ha confiado sus intereses y ante un auditorio severo y solemne en el que resalta la figura del tribunal, juez o jurado, es comprensible admitir que aquellos profesionales que se enfrenten a su primera intervención sufran de forma muy intensa el miedo escénico ante su inminente intervención. De hecho, podíamos incorporar al pensamiento del principiante todo el elenco de pensamientos negativos que vimos en el apartado 2.º precedente.

Concretamente, de no superarse el miedo escénico, el joven abogado se enfrentará a una difícil situación, pues una vez comenzada su intervención podrán producirse situaciones en las que imperará una falta absoluta de concentración, el apoyo de la exposición a través de visibles tics, balbuceos, incoherencias y alguna situación de bloqueo en el que la mente del orador queda en blanco.

Por lo tanto, el abogado novel, sufre un verdadero calvario emocional ya descrito, pues los pensamientos citados, contribuyen a reducir su capacidad y confianza, con las notables dificultades que ello conlleva. Pero, ¿qué ocurre con el abogado experto?

Por el contrario, el abogado experto no sufre (o no debe sufrir) un temor escénico de tal intensidad, ya que, avezado en la praxis procesal, puede responder a cada uno de dichos pensamientos gracias a su experiencia previa y mitigar con ello su mensaje irracional. No obstante, ello no quita que la responsabilidad y profesionalidad del abogado, que siempre desea hacerlo lo mejor posible, provoque un cierto estado de tensión y nerviosismo que precede a todas las intervenciones orales. Esto no es temor escénico, sino (como afirma ARTURO MAJADA) emoción oratoria, emoción que como señala el autor, puede verse incrementada hasta rozar el temor escénico por situaciones excepcionales como la trascendencia del pleito que defendemos, la asistencia a una jurisdicción en la que nunca hemos actuado (v. gr. el Tribunal Supremo) o a un orden jurisdiccional diferente al que hemos desarrollado nuestra práctica.

En todo caso, insistimos, y con más motivo en el foro, cierto temor escénico o emoción oratoria, según los casos, es necesario, y así lo atestiguan estas dos citas de Gabriel García Márquez y Quintiliano:

«es normal y saludable que le tiemble la mano al cirujano cuando comienza una operación difícil; es normal que se crispen los puños de un piloto apretando el volante a la hora de la largada; es normal que le flaqueen las piernas al boxeador cuando suena la campana, por lo que es absolutamente normal que al abogado, novel o experto, se le acelere el pulso y el ritmo cardiaco cuando vaya a emprender la noble tarea de informar ante un tribunal» García Márquez.

«Por otra parte yo deseo absolutamente que quien se dispone a hablar se levante intranquilo, que sienta rubor y sienta el peligro al que se expone, y si no apareciesen estos signos externos, hasta deberían ser aparentados. Pero que aparezca este sentimiento por la conciencia de la tarea, no por el miedo. El mejor medio de eliminar esta vergüenza es la confianza en uno mismo» Quintiliano.

VI. REMEDIOS CONTRA EL TEMOR ESCÉNICO

Existen diversas técnicas o remedios para eliminar o, al menos mitigar el miedo escénico cuando hace acto de presencia, y cuando decimos mitigar, nos referimos a reducir el malestar existente y transformarlo, como antes indicamos, en un estrés positivo que nos permita aprovechar sus ventajas a la hora de exponer. Para exponer dichas técnicas, vamos a distinguir diversas fases temporales relacionadas con el acto de nuestra intervención en un juicio oral: antes del juicio, el día del juicio y durante el juicio.

1. Antes del juicio

1.º Preparación del asunto: Como es natural, el primer remedio encuentra su fundamento en un conocimiento profundo del asunto que estamos defendiendo, lo que equivale a una sólida preparación de los interrogatorios y del informe oral. Ello es absolutamente lógico, puesto que si nos encontramos ante un orador que no se ha estudiado la materia que va a exponer, su temor tendrá su origen en la temeridad y negligencia más que en cualquier otro de los factores estudiados. Por tanto, para luchar adecuadamente contra el temor o la emoción oratoria hay que dominar la materia.

2.º Ser conscientes de que surgirá el temor escénico: Otro remedio consiste en ser consciente de que, con probabilidad, antes del discurso va a surgir el temor escénico o la emoción oratoria, por lo que estando concienciados de aparición en determinado contexto, qué duda cabe que seremos más proclives a manejarlo con menos ansiedad y más calma y eficacia. Naturalmente, esta concienciación implica saber en qué consiste y cómo se manifiesta este temor.

3.º Conocer las circunstancias imprevistas: Vinculado a lo anterior encontramos otra técnica consistente en conocer y prever las posibles situaciones que tememos y que están originando el estado de nerviosismo. De este modo podremos prever igualmente todo un elenco de actitudes y conductas que podremos emplear en estos casos. Factores a considerar podrían ser la interrupción del juez durante nuestro informe o interrogatorio; interrupciones del abogado contrario durante el interrogatorio; retraso en el comienzo del juicio; posible limitación de tiempo en el informe o en los interrogatorios; ausencia de alguna parte o testigo, etc. Si lo pensamos, el contar con lo que puede ocurrir y las alternativas de respuesta de las que disponemos pueden suponer un gran alivio.

4.º El conocimiento del objetivo u objetivos que pretendemos alcanzar con nuestra intervención también es una herramienta de considerable importancia, ya que centrándonos en los objetivos, dirigimos nuestra concentración a un fin determinado, lo que reducirá la dispersión y, en consecuencia, nuestros nervios. En definitiva, es cambiar una preocupación (cómo lo haré, me voy a quedar en blanco, etc.) por la implicación mental en la consecución de un fin.

5.º Memorizar el exordio y el epílogo: Ayuda igualmente el tener muy bien estudiado, incluso memorizado, el exordio y el epílogo, de modo que nuestra intervención comenzará y concluirá de una forma fluida, lo que, al escucharnos, nos dará la confianza que quizás nos falte.

6.º Conocer el auditorio: Constituye un potente remedio el conocer al juez o tribunal ante el que intervendremos, pues ya se sabe que como profesionales, los jueces tienen diversos estilos de dirección del acto judicial, lo que nos ayudará a preparar nuestra intervención teniendo en cuenta dicho estilo (interrogatorios, informe oral, etc.); por otro lado los jueces son personas, y como tales tienen sus virtudes y defectos que pueden proyectarse en sala. Conocerlos es fundamental para regular nuestro comportamiento en sala.

2. El día del juicio

1.º Respiraciones: Se recomienda con anterioridad al juicio realizar respiraciones lentas y profundas con el diafragma que nos permitan alcanzar un estado más calmado y relajado. Para ello es conveniente inhalar despacio dirigiendo el aire hacía la parte baja del tórax contando hasta cinco segundos y llenando los pulmones. Retenemos dos segundos la respiración y exhalamos despacio contando hasta cinco. Si repetimos este ejercicio antes de comenzar el juicio rebajaremos notablemente la tensión.

2.º Beber agua: Igualmente, beber pequeños sorbos de agua es una medida muy adecuada que nos permitirá eliminar la sequedad de la boca propia de estos momentos y, a su vez, generar cierta calma.

3.º Liberar adrenalina: Dada la existencia de una elevada carga de adrenalina antes del juicio fruto del temor escénico, es muy recomendable, si es posible, hacer algo de ejercicio la mañana del juicio. Lo ideal sería hacer algo de carrera temprano, pero como esto es difícil podemos limitarnos a darnos un paseo de media hora hasta la sede del juzgado, lo cual nos relajará y hará descender los niveles de adrenalina.

4.º Visualizar: La visualización, es una técnica muy empleada por deportistas que consiste en emplear nuestra mente para imaginarnos que conseguimos el objetivo propuesto en una situación que se producirá en el futuro. Pues bien, el mismo día del juicio puede realizarse un ejercicio de visualización focalizado la sala de vistas con la presencia del Juez, y de los abogados, procuradores y partes. Si conocemos la sala en la que se va a desarrollar el juicio, mucho mejor. A continuación, y siempre en un clima de logro, nos veremos actuando en las distintas fases del juicio (interrogatorios, intervenciones ante el Juez y en el informe final) con confianza y convicción, superando dificultades como la resistencia de la otra parte o un testigo durante el interrogatorio; las llamadas de atención del Juez o la repentina concesión de un tiempo limitado para informar sobre nuestras conclusiones. A esto podemos añadir la sal o pimienta que queramos, ya que, literalmente, estamos creando nuestro sueño, y podemos permitirnos imaginar cómo será el escenario de nuestro éxito. En la medida que visualicemos, reduciremos notablemente la ansiedad ante el acto del juicio porque, sencillamente, ya habremos vivido dicha situación.

5.º Conoce a tu auditorio in situ: Llegar una hora antes del comienzo de nuestra intervención a los juzgados nos permitirá acceder a la sala y visualizar un par de juicios. Ello nos ayudará a rebajar la tensión emocional puesto que nos permitirá situarnos más fácilmente ante el auditorio cuando llegue nuestro momento.

6.º Pensamientos positivos: Tratar de ocupar nuestra mente con pensamientos positivos es una medida que ayudará a relajarnos, pues el cerebro no puede mantener un pensamiento negativo y positivo a la vez, por lo que desplazando aquél nos encontraremos en un estado más propenso a cumplir nuestro objetivo reduciendo nuestros temores.

3. Durante la intervención

1.º La postura física: A la hora de sentarse, el orador lo hará cuidadosamente, sin dejarse caer como si dijéramos «qué cansado estoy» o cosas por el estilo. Colocados con cuidado y detalle nuestros utensilios, pasaremos a mantener una postura corporal derecha, algo inclinada hacia adelante, sin la rigidez que lleva a una afectación exagerada: que seamos nosotros los que dominemos al cuerpo y no el cuerpo a nosotros. La mejor evidencia de que la postura es correcta podremos observarla en que no nos encontramos tensos, sino relajados, lo que nos dará confianza y seguridad. Durante la exposición oral, hemos de manejar el cuerpo de modo que contribuya a obtener el interés y atención del auditorio. Para ello, la postura que deberá presidir la exposición será la leve inclinación hacia adelante, si bien se realizarán movimientos corporales (nunca repentinos o rápidos) que acompañen los giros de nuestro alegato.

2.º Respirar profundamente: Justo antes de intervenir es conveniente llenar los pulmones de aire hasta que no quepa más aire y aguantar durante diez segundos. Acto seguido soltar el aire en tres tandas separadas entre sí por un segundo y después vaciar todo el aire de los pulmones. De esta forma nos encontraremos mucho más relajados.

3.º Ritmo pausado al comenzar: Comenzar con un ritmo pausado (y con nuestro exordio perfectamente memorizado) nos permitirá percibir con absoluta nitidez nuestro mensaje y nos ayudará a ganar confianza para ir entrando en materia y adaptándonos al ritmo que vaya siendo necesario. Comenzar aceleradamente es, definitivamente, un suicidio oratorio.

4.º No acelerarnos: Cuando estamos tensos tendemos a acelerarnos, lo cual es lógico pues estamos tratando de finalizar cuanto antes. Sin embargo, y con independencia de la falta de credibilidad que conlleva un mensaje expresado de forma acelerada, lo cierto es que fisiológicamente entraremos en un círculo vicioso en el que la adrenalina seguirá aumentando y con ello los efectos perniciosos del temor escénico. Por lo tanto, sin pausar nuestro discurso, hemos de buscar un ritmo equilibrado con las necesidades de nuestra exposición.

5.º No decir que estas nervioso: Si bien es tradición indicar a quien dirige el juicio que es la primera vez que intervenimos en sala, ello no nos autoriza para transmitir que estamos nerviosos y pedir disculpas de antemano, pues dichas expresiones pueden generar más que compasión cierto recelo sobre las aptitudes y cualidades del profesional. ¿Entonces, por qué se ha decidido a defender a su cliente si no está preparado? pensará el tribunal.

En definitiva, será cada orador, atendiendo a sus especiales circunstancias quien tendrá que decidir que técnicas se ajustan más a sus necesidades. Lo que sí podemos afirmar es que, incluso partiendo de un buen conocimiento y preparación de nuestra intervención, si se sufre temor escénico, hay que buscar entre las técnicas existentes y probarlas con el fin de encontrar aquellas que mejor se adapten a nuestras condiciones personales.

Artículo publicado en Diario La Ley, Nº 8888, Sección Tribuna, 23 de Diciembre de 2016, Ref. D-443, Editorial Wolters Kluwer (https://diariolaley.laleynext.es/Content/Documento.aspx?params=H4sIAAAAAAAEAMtMSbF1CTEAAiMTAwMzc7Wy1KLizPw827DM9NS8klS13MSSktQiWz9HANd8GvoqAAAAWKE)