“El improvisador es como un soldado. Sus armas están siempre preparadas para el combate, pero estas armas son la inspiración y el estudio; y si la improvisación está vinculada al estudio, requiere  haberlo antes practicado y profundizado”  Francisco Barado.

La improvisación viene siendo entendida como hacer algo que no estaba previsto o preparado llevado de la acción del momento, es decir, un hacer de pronto, y haciendo uso de los medios que en esas circunstancias tenemos a mano.

Entre las características de la improvisación podríamos destacar las siguientes:

–              Es una forma de actuar o reaccionar ante una situación no prevista.

–              Dicha capacidad de reacción es instantánea, sin tiempo o posibilidad de obtener información para dar respuesta al evento.

–              Los recursos que emplearemos durante la improvisación estarán limitados a los disponibles en el momento de improvisar.

–              La calidad de la improvisación dependerá de los conocimientos previos y experiencia de quien tiene que improvisar.

Este concepto es plenamente aplicable al abogado (y muy especialmente en sus intervenciones judiciales), ya que en el foro siempre se podrán producir situaciones que exijan del orador que intervenga acuciado por las circunstancias del momento, sin tener preparada previamente su forma de actuación. La razón de esto es obvia: lo que puede acaecer en el desarrollo de las vistas no depende de nosotros, y existen múltiples factores que, debidamente conjugados, pueden derivar en situaciones no previstas. Estas situaciones son las que generan, incluso para el orador más experimentado, el estado de expectación y tensión previa al juicio, puesto que nunca sabemos a ciencia cierta qué nos vamos a encontrar en una vista.

Por tanto, el abogado que improvisa adecuadamente es aquel que sabe que durante el desarrollo de la vista pueden producirse imprevistos que deberá identificar a priori y preparar una respuesta adecuada a los mismos. Con el conocimiento sólido de la materia procesal y de fondo del asunto dispondrá de las herramientas adecuadas para salir airoso y con solvencia, momento éste en el que se demuestra la experiencia y valía del abogado quien, ante cualquier circunstancia espontánea, sabrá cómo reaccionar con soltura, transmitiendo así una imagen de poderío y solidez que repercutirá favorablemente en el auditorio.

Por el contrario, el abogado que no sabe improvisar suele carecer de un conocimiento completo de la materia (sustantiva y procesal) que está tratando, lo que motivará que cuando se presente la situación actuará con inseguridad, impaciencia e ineficacia para gestionarla. A modo de ejemplo, nos encontramos con los casos en los que el abogado pide a otro que le haga una vista encargándole el caso el día anterior, o el más que habitual proceder de dejar el estudio y preparación del asunto para el día previo a la vista.También podemos incluir entre estos supuestos el llevar el informe preparado de memoria o tratar de leerlo en su integridad, ya que en tales casos es más que probable que perdamos el hilo del discurso o que el juez acabe por interrumpir el informe.

Entre algunos de los imprevistos que pueden producirse en sala destacaremos los siguientes (un análisis más profundo de los mismos podéis encontrarla en el post https://oscarleon.es/la-improvisacion-preparada-del-abogado-en-sala/).

  • La interrupción por el juez al letrado durante la exposición oral del informe para realizarle una advertencia (que abrevie la exposición, que le queda tanto tiempo, que se está saliendo de la cuestión, etc.).
  • Interrupción del adversario durante nuestra exposición.
  • Interrupción del adversario mientras interrogamos.
  • Apercibimiento de retirada de la palabra.
  • Durante nuestro informe el juez mantiene una conversación con algún oficial que acaba de acceder a sala para comunicarle algún extremo.
  • Interrupción del público o del testigo.

Finalmente, no está de más disponer de algunas reglas que nos auxilien ante estas difíciles circunstancias:

1º.- Ser conscientes y aceptar que los imprevistos constituyen una realidad en la jornada diaria del abogado, pues admitir dicha idea nos permite estar más preparados para afrontarlos, evitando con ello conductas de frustración, enfado y, en ocasiones, contrariedad ante el malestar que suponen los imprevistos.

2º.- Identificar los imprevistos. Es lógico, ya que luchar contra un enemigo desconocido constituye un gran error. Por ello, hemos de conocerlo antes de que sea demasiado tarde.

3º.- Disponer de herramientas para luchar contra los imprevistos. Este aspecto es fundamental puesto que si estamos preparados, actuaremos con seguridad, paciencia y eficacia para gestionar la situación. Dicho de otro modo, cuando llegue el imprevisto no nos pondremos nerviosos, impacientes y enfadados, elementos estrechamente vinculados a un comportamiento ineficaz que solo nos reportará insatisfacción y nulos resultados.

4º.- Disponer de un Plan B para prevención de aquellos imprevistos más graves, hemos de tener a mano una planificación alternativa que nos facilite la respuesta a la situación creada. Si conocemos los imprevistos, podremos establecer planes de actuación a medida que nos permitan actuar con rapidez y eficacia, y esto en una intervención en sala puede ser determinante.

5º.- Estudiar y prepararse tanto sustantivamente como procesalmente.

En definitiva, la clave está en ser consciente de la existencia de imprevistos y su aceptación, previniéndolos en la medida de lo posible pero, en todo caso, jamás rendirse ante el daño que su repentina aparición haya podido causar en nuestra labor.

Concluimos con una sentencia de Joaquín María López que resume todo lo expuesto:

“Improvisar es leer con facilidad y prontitud en el diccionario de las ideas y de las palabras escritas en nuestra mente. Joaquin Maria López.”

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