Hoy me gustaría abordar una materia que si bien afecta a las personas en general, puede hacernos recapacitar sobre la forma de reaccionar que mostramos los abogados ante los estímulos externos cuando de ellos proviene una censura o un halago, algo bastante frecuente en nuestra profesión. Por ello, el post tiene un marcado sentido generalista, lo que no obstará a que cada cual pueda mirar hacia sí mismo y reflexionar sobre el tema. Concluiremos con una sucinta reflexión sobre la abogacía del Maestro Ángel Ossorio, cuya cita encabeza el post.

Es natural que todo ser humano quiera el respeto y la aprobación de los demás como tan cierto es que rechazamos el desprecio de los demás o sus juicios negativos. Nada que objetar. Sin embargo, no podemos ocultar que en nuestra vida diaria “padecemos” dicha necesidad de reconocimiento, y, en ocasiones, actuamos buscando la aprobación de los demás. Y no me refiero cuando actuamos frente a los familiares y amigos, sino incluso en situaciones que se pueden producir en nuestras interacciones diarias, desarrollando una serie de conductas que básicamente consisten en renunciar a decir lo que realmente estamos sintiendo porque “se va a enfadar conmigo” o “le voy a caer mal”…En definitiva, complacemos a otras personas renunciando a hacerles saber nuestra desaprobación por su conducta. Otra vertiente del problema, igual de patológica, es afectarnos por lo que  los demás opinen de nosotros, de forma que cualquier opinión que conlleva rechazo, desaprobación o crítica nos duele y afecta enormemente.

Para ejercitarnos en la lucha contra esta desagradable situación de dependencia podemos comenzar por ser realistas y comprender que lo que a unos gusta a otros disgusta; que con lo que estamos de acuerdo otros no lo están; que unos nos aceptarán y aprobarán pero otros nos rechazarán, ya que nunca podrás complacer a todo el mundo y ni siquiera a alguien de forma permanente. Y lo peor es que habrá personas que desaprobarán todo lo que hagas por sistema, sea bueno o malo, y estarán acechando para encontrar cualquier pretexto con el que censurarte y criticarte.

En definitiva, nunca podemos complacer a todo el mundo y hemos de aceptar que durante nuestra vida atraeremos aprobación y desaprobación.

Veamos lo que nos dice Lao Tse en parte de su verso XIII del Tao Te Ching:

“¿Por qué son inquietantes la aprobación y la ignominia? 

Actuar buscando la aprobación es humillante; Inquietante cuando se consigue, Inquietante cuando se pierde”

Efectivamente, siguiendo la magnífica interpretación que hace Wayne W. Dyer en su libro Nuevos Pensamientos para una vida mejor, buscar la aprobación es algo inquietante sea cual sea el resultado. Si te elogian, pasas a ser esclavo de las alabanzas que proceden del exterior, de manera que otra persona está controlando tu vida. Por el contrario, si te desaprueban, te esfuerzas más aun en cambiar sus mentes y sigues estando dirigido por fuerzas externas. De esta forma, si estás apegado al hecho de que te elogien o te desaprueben, la semilla de la dependencia exterior germinará en perjuicio de la libertad que proviene del interior. Pero lo peor es que dicha semilla crece generando un sufrimiento innecesario, ya que al dar importancia a los juicios de los demás antes que a los nuestros, somos presas de una aflicción continua que nos produce un gran malestar al no poder ejercitarnos como personas libres ya que en nuestro interior somos conscientes de que no estamos haciendo lo correcto con nuestra vida.

Para luchar contra esta situación, hemos de mirar en nuestra mente y tratar de examinar aquellos pensamientos, creencias, etc. que constituyen la fuerza impulsora que subyace en el deseo de buscar la aprobación y depender de las opiniones de los demás. Una vez les des el uso correcto, es decir, cuando consigas interpretar adecuadamente los hechos (la aprobación o el rechazo) en base a dichos pensamientos y creencias y con una visión interior renovada, podrás sentirte libre de no dejarte arrebatar por las críticas favorables ni desagradables de los demás evitando identificarte con los  halagos y con los insultos y hacer lo mejor que puedas hacer en cualquier momento y circunstancia, pues no debemos dejarnos influenciar por opiniones ajenas, sino seguir haciendo lo que consideramos correcto, puesto que sólo nosotros somos quienes debemos decidir qué es lo importante para nosotros.

Finalmente, no querría concluir el post sin acercar estos planteamientos a nuestra profesión, pues largo se ha escrito sobre este asunto. En particular, Angel Ossorio, en El Alma de la Toga nos ofrece algunas pistas.

Partiendo de que contra el abogado se concitan los intereses lastimados, el amor propio herido, la envidia impecable (que cada cual reflexione y podrá encontrar numerosas situaciones en su actividad diaria), don Ángel nos aconseja que quien no sepa despreciar todo eso, acabará siendo, a su vez, envidioso, egoísta y envanecido, por lo que el uso de una fuerza interior es clave, fuerza que nos permitirá fiar en sí, vivir la propia vida y seguir los dictados que uno mismo se imponga…, y desatender lo demás a través de un ejercicio de desdén alejado de toda soberbia, pues procede del deber que como abogados nos hemos marcado y que habremos de cumplir a todo trance.

Soportar la amargura de una censura caprichosa e injusta es carga aneja a los honores profesionales, por lo que debajo de la toga hay que llevar coraza.

Abogado que sucumba al qué dirán debe tener su hoja de servicios manchada con la nota de cobardía.

BIBLIOGRAFÍA:

El Camino de los Sabios (Walter Riso)

El Arte de Vivir (Ramiro Calle).

101 cosas que ya sabes pero siempre olvidas (Ernie J.Zelinski)

Nuevos pensamientos para una vida mejor (Wayne W. Dyer).

El Alma de la Toga (Ángel Ossorio y Gallardo).