Cuando comencé a ejercer, como muchos otros compañeros, carecía de coche y solía desplazarme de un lado a otro con una vieja Vespa heredada de mi hermano mayor.

El caso es que tenía un cliente, una asesoría laboral-fiscal, situada en un municipio en el extrarradio de Sevilla en la que pasaba consulta todos los miércoles. A la hora en la que solía llegar, los clientes esperaban en la puerta de la misma por lo que, temiendo que me vieran llegar en una vieja motocicleta y no en un coche, acostumbraba a dejar la moto a unos cien metros del lugar. De este modo, evitaba que me vieran conduciendo una Vespa, medio de locomoción que en aquellos tiempos se consideraba poco apropiado para un abogado.

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