Ciertamente, hablar sobre humildad y abogados puede llamarnos la atención, pues qué duda cabe que existe una idea generalizada, incluso entre nosotros mismos, sobre la imagen del abogado caracterizada por su actitud segura, desafiante y beligerante que poco casa con la idea de humildad que solemos manejar.

Sin embargo, que nadie se lleve a engaño, la humildad es una de las virtudes esenciales del abogado, y cuando citamos esta virtud nos referimos a la primera acepción de nuestro diccionario, es decir, la virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento; concepto éste muy alejado de las otras dos acepciones: 1.- bajeza de nacimiento o de otra cualquier especie o 2.- sumisión.

Por tanto, de esta definición podemos extraer los elementos que conforman la virtud de la humildad:

  • Es ante todo una conducta, un modo de comportarse y de actuar.
  • Se basa en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades.
  • Conlleva a actuar de acuerdo con dichas limitaciones.
  • No supone en el humilde desprecio o vergüenza por dichas limitaciones sino que se aceptan con serenidad.
  • Permite el mejoramiento y el crecimiento a través de la superación continua.

Por el contrario, el arrogante, situado en las antípodas del humilde, es aquél que se considera superior a los demás al ser el titular absoluto de la verdad, lo que lo hace engreído, bien pagado de sí mismo, actuando normalmente de forma desafiante y descalificadora hacia los demás.

Establecidos estos matices, ya podemos pasar a exponer porque la humildad es esencial para el abogado.

En primer lugar, el abogado, como profesional que desarrolla su actividad en un contexto que demanda una formación técnica extraordinaria y unas habilidades de diversa naturaleza, debe partir de la premisa que su práctica profesional es un continuo aprendizaje con el fin de alcanzar un mejoramiento permanente a fin de garantizar a sus clientes un asesoramiento, defensa o mediación de máxima calidad. A través de la humildad no ponemos límites al deseo de mejorar y crecer mediante un proceso de formación y mejoramiento continuo, tan necesario en la profesión. En definitiva, el abogado humilde sabe que para superar sus limitaciones debe aprender, y se ocupa y preocupa de ello.

Igualmente, uno de los principios fundamentales por el que los abogados deben guiarse es la lealtad, especialmente entre compañeros, lo cual enlaza directamente con la humildad, pues ésta nos recuerda que somos iguales a los demás, y que por muy preparados que estemos, jamás estaremos por encima de nadie. Esta idea tiene un doble efecto, pues no solo garantiza una conducta leal, respetuosa y solidaria ante nuestros compañeros, sino que retroalimenta el principio de superación antes expuesto ya que el abogado humilde buscará sin temor los consejos y ayuda de los demás a quienes aceptamos y reconocemos como homólogos a nosotros en capacidades intelectuales, emocionales y físicas, pues no podemos olvidar que en materia de aprendizaje los terceros tendrán una intervención decisiva. Por otro lado, la humildad nos ayudará a no ser soberbios, y ayudar al compañero que lo necesite.

Finalmente, la humildad actuará como moderadora de nuestros sentimientos y emociones, situándonos en una posición objetiva y realista, pues los abogados sabemos de buena tinta como el resultado de nuestros trabajos provoca un carrusel de emociones que se produce cuando mudamos de situaciones desagradables y frustrantes a estados de ánimo exultantes. En estos casos, la humildad nos enseñará cómo digerir la derrota o disfrutar el triunfo sin exceso, sabedores que la rueda de lo fortuna no escucha a los arrogantes y engreídos.

Ni que decir tiene que el abogado arrogante, desconocedor de sus limitaciones, sufrirá de ignorancia e incompetencia, lo que le impedirá reconocer sus propios errores o escoger alternativas superiores de crecimiento, de manera que, incapaces de pedir consejo o ayuda a «sus inferiores» actuarán pobremente, quedándose estancados. Igualmente, su propia conducta, los hará poco leales ante sus compañeros y, sin duda alguna, sufrirán enormemente a la hora de regular su grado de frustración ante los inevitables embates de la profesión.

¿Abogado y Humilde?  ¡Sin duda alguna!

 

Este post se publicó en 2015 en la revista legaltoday.com. bajo el título “¿Abogado y Humilde?  ¡Sin duda alguna!”. Puedes ver el texto en http://www.legaltoday.com/blogs/gestion-del-despacho/blog-manual-interno-de-gestion/abogado-y-humilde-sin-duda-alguna