“Las tres cuartas partes de las miserias y malos entendidos en el mundo terminarían si las personas se pusieran en los zapatos de sus adversarios y entendieran su punto de vista” Gandhi

La empatía es la capacidad de la Inteligencia Emocional de sentir o percibir lo que otra persona sentiría si estuviera en la misma situación vivida por esa persona, es decir, es una capacidad que nos ayuda a comprender los sentimientos de los otros, facilitando también la comprensión de los motivos de su comportamiento. Ser empático, en definitiva, consiste en ser capaz de sentir las mismas emociones que el interlocutor, poder ponerse en su lugar y experimentar la situación como él la vive.

A este concepto podríamos añadir un elemento de extraordinaria importancia, cual es el de hacer saber al interlocutor que estamos comprendiendo y sintiendo sus emociones. Esto sería algo así como un feedback emocional que se transmite a través del lenguaje verbal o no verbal a la persona con la que estamos empatizando.

La empatía, como capacidad altruista, favorece que las personas se ayuden entre si, puesto que como seres emocionales que somos, el poder sentir y comprender las emociones de otra persona, desencadenará un sincero deseo de ayudar y auxiliar de algún modo a la persona que está sufriendo. Por otro lado, la posibilidad de ponerse en el lugar del otro que se desarrolla a través de la empatía, ayuda a comprender mejor el comportamiento de las personas bajo determinadas circunstancias y condicionantes, lo que nos facilita disponer de una visión más objetiva y realista de la situación.

Igualmente, la empatía favorece la afinidad e identificación con el interlocutor, de modo que se genera una importante conexión o vinculo que favorecerá el desarrollo de la confianza, valor éste que genera importantes beneficios sociales ya la persona empática consigue que los demás se sientan comprendidos y escuchados.

Las personas empáticas se caracterizan porque

– Son personas socialmente sensibles.
– Dominan la comunicación, especialmente las sutilezas del lenguaje no verbal, siendo capaces de comprender a través de los gestos, el tono, etc… los sentimientos y emociones de los demás.
– Son respetuosas, con el prójimo, pues aunque no aprueben su comportamiento, mantendrán una posición cortes y comedida.
– Dominan la escucha activa con los beneficios que ello conlleva.
– Son grandes conversadores y comunicadores, lo que se ve favorecido por su capacidad de dar el denominado feedback social.
– Son grandes negociadores, pues son capaces de alcanzar una mayor comprensión de los motivos y actitudes de sus oponentes.

La empatía es un rasgo esencial del buen abogado. Ello encuentra su fundamento principalmente en dos causas. La primera, cual es que en su actividad está en permanente contacto con otras personas como clientes, abogados, jueces, etc… con los que confluyen emociones de diverso signo. La otra, centrada precisamente en dichas emociones, radica en que en su campo de actividad está siempre presente la conflictividad de intereses que afecta a esferas vinculadas al honor, el patrimonio o la libertad, lo que presupone un escenario en el que las emociones negativas van a campar a sus anchas.

Es en este contexto donde el abogado debe desarrollar la empatía, pues sintiendo y comprendiendo las emociones de sus clientes, el abogado podrá disponer de mayor objetividad en el ejercicio de su función, comprendiendo las razones del comportamiento de las personas involucradas en el conflicto. Pero no solo eso, sino que a través de dicha habilidad, al estar mejor informado, su consejo será más realista y ajustado a las expectativas del cliente, defendiéndolo con un verdadero deseo de ayuda y comprensión, eso si, sin involucrarse emocionalmente.

Igualmente, el abogado empático tiene más facilidad para crear y fortalecer el vínculo de confianza que debe presidir la relación abogado-cliente, y ello debido a que el cliente se sentirá escuchado y comprendido, lo que crea la afinidad ya apuntada. A su vez, esta confianza hace que los abogados empáticos sean mucho más adaptados a las sutiles señales sociales que indican lo que otros necesitan o quieren, presten mucha atención a la satisfacción del cliente para garantizar que tengan todo lo que necesita y se muestren muy disponibles y con rápida capacidad de respuesta.

El abogado empático, al disfrutar de un mayor conocimiento de los demás, sabrá empatizar no solo con los clientes, sino con otros operadores en los que, en principio, mantiene una distancia de seguridad, como son los abogados de la otra parte o los jueces. Comprender su función al interactuar con ellos favorecerá el entendimiento y comprensión de las disfunciones que puntualmente puedan producirse.
Otro factor de enorme importancia que aconseja la empatía en nuestra profesión es la importancia que en esta supone el trabajo en equipos. Al entender y comprender el punto de vista de todas las personas que intervienen en un equipo, el abogado (máxime si es el líder de la organización) serán grandes inductores del consenso que requiere el éxito de la organización.

Como afirma David Goleman, los líderes empáticos no se limitan a simpatizar con la gente que los rodea: utilizan sus conocimientos para que sus empresas mejoren de forma sutil pero determinante.

Seamos más empáticos, seamos mejores abogados.