Llegan las vacaciones y los abogados encaramos un periodo deseado y esperado hasta la saciedad, pues el mes de julio parece no querer acabar; no en vano, en estos días postreros del mes, no hay conversación entre compañeros en la que no salga el clásico “ya queda poco”, “es que no puedo más” o “en julio parece que se acaba el mundo”.

Lo cierto es que las vacaciones de verano, y volviendo a lugares comunes, constituyen una oportunidad extraordinaria para descansar, desconectar y recargar las pilas, pues a la vuelta de la esquina amenaza el temido septiembre, y hemos de apurar al máximo para conseguir tan ansiados objetivos. Así es, el descanso repara nuestro cansancio físico y mental mientras que la desconexión nos sustrae de las inquietudes y problemas del trabajo que acucian a diario y que, afortunadamente, suelen quedar apartados durante estos días; naturalmente, el efecto de tales actitudes conduce a la lógica recarga de energía con la que afrontaremos el nuevo curso profesional.

Si bien me siento tentado de examinar las circunstancias por las que, en ocasiones, no logramos ni descansar ni desconectar en vacaciones (casi siempre por culpa del trabajo), me gustaría en esta tribuna reflexionar sobre algo que los abogados podemos desarrollar durante nuestro descanso estival, lo que, sin afectar a nuestro descanso, podrá ayudarnos a retomar con más fuerza si cabe nuestro reencuentro con el trabajo. Con esto me refiero a dedicar algún tiempo de nuestras vacaciones a reflexionar, lápiz en mano, sobre diversos aspectos de nuestra vida profesional que pueden ser mejorados en beneficio tanto de nuestra práctica profesional como de nuestra vida familiar.

Esta actividad, focalizada en el análisis y reflexión, y alejada de la cavilación sobre asuntos o casos profesionales, debe ceñirse a nosotros, y muy especialmente, a valorar cuáles de las áreas de nuestra vida profesional requiere atención y la toma de medidas. La calma y serenidad que aporta el descanso (bueno, dependerá de los niños y otros factores…) y una mente abierta serán nuestras mejores aliadas para encontrar aquello que deseamos cambiar y los pasos que nos comprometemos a efectuar a nuestro regreso.

¿Y sobre qué materias puedo recapacitar? La respuesta dependerá de cada persona y de cómo vive internamente la profesión, pero, en mi opinión, estas cavilaciones son ideales para abordar, entre otros, los aspectos que os detallo a continuación:

1º.- Plantéate tu visión, o lo que es lo mismo, dónde te quieres encontrar profesionalmente en el futuro (¿en uno, dos, tres años…?), es decir, define tu sueño, tienes derecho a ello y además te permitirá ilusionarte y proyectarte a ese futuro deseado.

2º.- Definida tu visión ahora tienes que plantearte cómo la alcanzarás, es decir, tendrás que establecer cuál es tu misión, que debe responder a la pregunta ¿qué debo hacer para alcanzar mi visión? Aquí tendrás al menos que esbozar cuáles serán tus aliados durante el proceso de crecimiento: la compañía de otros profesionales, los conocimientos y las habilidades en las que tendrás que formarte, los recursos personales y materiales que necesitas, el tiempo que necesitarás o cómo se afectará el que ya dispones, etc.

3º.- Proyecta una estrategia; si bien esta se entiende como la técnica que nos permite determinar o fijar los objetivos y metas de carácter básico y la adopción de los cursos de acción y la asignación de recursos que resultan necesarios para alcanzarla, no es necesario que llegues a tanto (pues entonces se te acabarán las vacaciones…), pero sí podrás fijar algunos objetivos que te servirán como guía en tu nueva etapa. Los objetivos, bien definidos, te ayudarán a comprometerte con tu visión y facilitarán el cumplimiento de tu visión, la que se realizará a través de una serie de acciones que, si quieres, también podrás pergeñar.

4º.- Repasa y pon por escrito tus valores, esos principios en el actuar diario que deberán servirte como estrella polar y que deben actuar cuando atravieses momentos difíciles (que sin duda llegarán), y que refuercen tu actuación tanto vital como profesional. El reflexionar sobre tus valores puede ayudarte a incorporar a tu visión y a tu misión una mejora necesaria (por ejemplo, ser más paciente, prudente o menos impulsivo, tener más resilencia, mejorar en inteligencia artificial, tecnología, etc.) y, con ello, fortalecer determinadas competencias, habilidades o virtudes.

Misión, visión, estrategia y valores, lo que no es poco. No obstante, este trabajo no debe llevarse a cabo de forma exhaustiva y precisa; basta abordar los anteriores aspectos de forma relajada, sin profundizar, sólo con el fin de sensibilizarnos de que, a través de la reflexión, podemos concienciarnos de que nosotros somos los verdaderos constructores de nuestro destino; ya a la vuelta de las vacaciones habrá tiempo para profundizar y desarrollar todo lo intuido.

Y si no quieres seguir estos pasos durante las vacaciones, puedes pensar un poco en ellos (¡solo pensar!) y trabajarlos durante los primeros días del curso.
Y concluyo con un proverbio armenio muy a propósito para reforzar esta tribuna: "Repara tu trineo en el verano, y tu carreta en el invierno.”

¡Que tengas un feliz veraneo!