Hoy deseo contaros una doble experiencia que he vivido recientemente y que guarda una estrecha relación tanto con los cambios que la rueda de la fortuna puede provocar en el estado de ánimo del abogado, como con el trasfondo de incertidumbre e inseguridad en el que desempeñamos nuestro trabajo.
Hace algo más de una semana, concretamente al final de la jornada matinal del viernes 18, cuando me disponía a marchar del despacho recibí un correo electrónico de mi procurador de Madrid, por lo que volví a sentarme y leí el contenido del mismo: Notificación de sentencia.
Vaya, me dije, la sentencia del asunto J, ¡ya era hora!
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