Podemos definir la moderación en la implicación emocional como aquella habilidad de no implicarse emocionalmente con el cliente en la defensa de sus intereses, guardando el debido distanciamiento emocional con el mismo.

Entre las características de la moderación en la implicación emocional destacaremos las siguientes:

  • Parte de la diferenciación de los intereses del abogado y del cliente.
  • Requiere de comprensión y empatía de lo que le está sucediendo al cliente.
  • Excluye la asociación emocional entre abogado y cliente.
  • Requiere de inteligencia emocional y muy especialmente de autoconsciencia.
  • Requiere de un punto medio, no ajeno a la administración de un cierto estrés y tensión profesional.
  • Evita padecimientos tales como insomnio, úlceras, distracciones e incluso cierta agresividad que van a pasar factura tanto a nuestra vida personal como profesional.

Decía don Manuel Cortina “los pleitos hay que vivirlos como propios y sentirlos como ajenos”, frase proverbial que recoge un principio esencial en la práctica profesional de todo abogado: no podemos implicarnos emocionalmente en la defensa de los intereses de nuestros clientes. Sin embargo, la realidad es que muchos abogados incumplen inconscientemente dicha regla, y, quizás sin saberlo, al implicarse demasiado pueden llegar a sufrir situaciones verdaderamente patológicas.

Efectivamente, en ocasiones el abogado se preocupa enormemente por los casos que está defendiendo, de tal modo que no puede dejar de pensar en los mismos y en su posible resolución. Esta situación, que podría considerarse positiva si se adopta con cierta prudencia, se vuelve patológica cuando la implicación es tal que comenzamos a sufrir como si del propio cliente se tratara. Así, nos desvelamos por la noche pensando en el caso, nos indignamos ante el mero pensamiento de la conducta del contrario, anhelamos una solución favorable y, literalmente, sufrimos pensando en un posible fracaso ante nuestro cliente. Las consecuencias de esta actitud no se hacen esperar; insomnio, úlceras, distracciones e incluso cierta agresividad que van a pasar factura tanto a nuestra vida personal como profesional.

De disponer de moderación de su implicación emocional, el abogado será empático, comprenderá la situación de su cliente, y hará todo lo profesionalmente posible por llevar el caso a buen término, pero preocupándose lo estrictamente necesario, pues es sabedor que implicarse emocionalmente con el cliente no trae nada bueno. Lógicamente, en ocasiones, vivirá emociones muy intensas, pero las más veces por su propia responsabilidad, más que por sentir lo que vive o vivirá su cliente.  Es sabedor que con un cierto punto de pasión profesional no solo asesorará y defenderá a su cliente con más eficacia, sino que tendrá la oportunidad de disfrutar a conciencia del camino profesional que recorre a diario

Como diría Angel Ossorio, el abogado que sabe moderar sus emociones para con su cliente actúa siguiendo un sistema de prudente indiferencia con un constante recuerdo de “quien da lo que tiene no está obligado a dar más”. Su lema es la citada frase de Manuel Cortina “los casos se defienden como propios y se sienten como ajenos”, por lo que la falta de una intensa implicación emocional no debe impedir que ponga el alma en la defensa.

El actuar demasiado involucrado e identificado con el interés del cliente nublará el conocimiento del defensor, pues su juicio no será sereno y discreto, sino que estará afectado por la pasión del propio cliente, lo que le hará perder criterio e independencia y, sobre todo, le hará vivir unas emociones que, con cada caso, se volverán frecuentes o muy intensas desde una perspectiva negativa (ira, tristeza, ansiedad, etc.).

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