La pasada semana publicamos en nuestro blog un post titulado ¡Pero si su abogado es muy bueno! en el que exponíamos un caso real vivido en nuestro despacho que nos ayudó a reflexionar sobre la importancia de mantener una comunicación permanente con nuestros clientes. Hoy, con el fin de profundizar algo más en esta idea tan fundamental para el abogado, vamos a dedicar nuestro post a las causas y consecuencias de esta mala práctica profesional y de las opciones de mejora que disponemos.
No cabe duda que los abogados somos conscientes de la importancia que tiene el mantener con los clientes una comunicación permanente y los beneficios que dicha conducta reporta al despacho. Sin embargo, lo cierto es que, aun conociendo está verdad incuestionable, también sabemos que en ocasiones (yo diría que en la mayoría de las ocasiones) incumplimos esta regla de oro, quedando el cliente abandonado a su suerte (aunque su asunto se esté tramitando correctamente), en la confianza de que en el próximo contacto que mantengamos con el cliente todo se arreglará.
Desgraciadamente, ese contacto (que depende de nuestra iniciativa) nunca se produce hasta que ¡Qué casualidad!, el cliente se nos adelanta y nos envía un correo electrónico o nos llama por teléfono para interesarse por su asunto. Entonces, con nuestra mayor amabilidad y empatía, le actualizamos la situación de los últimos meses exponiéndole lo que estamos haciendo por su asunto, y todo queda como si aquí no hubiera pasado nada.
Sin embargo, en estas ocasiones, sí ha pasado algo…
En primer lugar, hemos de partir de que cuando el cliente llama tras un periodo de falta de información, se encuentra incómodo y preocupado, dada la importancia que para él representa “su problema” materializado en nuestro expediente, ya que el transcurso del tiempo sin tener noticias va generando una situación de lógica ansiedad.
Luego, y con independencia del malestar que produce al cliente tener que perder su tiempo en estar detrás de su abogado, el cliente pensará que probablemente el abogado ha hecho poco por su asunto y que, precisamente la llamada realizada es la que ha motivado su actuación en un asunto que tiene abandonado. Igualmente, pensará que el abogado estará dedicando su tiempo a otros clientes a los que atenderá con mayor eficacia, pues no puede concebir esa falta de comunicación o información.
Finalmente, a pesar de mantenerse amable y receptivo, nuestro crédito ante el cliente habrá mermado notablemente, de forma que a pesar de estar realizándose un buen trabajo profesional, la falta de conocimiento del estado de los asuntos hará que el cliente no valore nuestro trabajo y prefiera en el futuro ser atendido por otro abogado que lo tenga informado puntualmente.
Lo anterior puede refrendarse con las estadísticas, que nos muestran que una de las principales quejas de los clientes para con los abogados es la falta de información sobre el estado de sus asuntos y falta de accesibilidad del abogado.
Si sabemos que esto ocurre ¿por qué no mantenemos informado al cliente?
La respuesta es difícil ya que concurren diversos factores en la producción de esta situación. Entre estos, sobresale el hecho de que una vez se produce el encargo, nos dedicamos al asunto y a su seguimiento, y en esta fase, el cliente deja de ser la “estrella” para pasar a serlo el propio asunto en el que nos volcamos, olvidándonos de informar la cliente en la confianza de que estamos seguros de que estamos haciendo todo lo que está en nuestra mano para defender sus intereses y de que le informaremos cuando llegue el momento oportuno. Aquí, el abogado discrimina entre tiempo dedicado al asunto y tiempo dedicado al cliente, de modo que aquel prevalece sobre éste.
Este proceder, viene igualmente condicionado por la falta de organización y gestión del tiempo, la existencia de otros clientes que nos demandan su atención y, cómo no, la falta de una cultura de servicio en el despacho.
Efectivamente, como ya hemos expuesto anteriormente en nuestro blog, la cultura de servicio se identifica con aquella filosofía que se respira en la organización y que parte del principio de que el cliente es la figura que mantiene el negocio. Dicha cultura, que va más allá de la mejora del propio servicio contratado, integra todos los aspectos que se manifiestan en la interacción con el cliente y que conforman un servicio completo y de calidad, por lo que una organización en la que se priorice esta cultura será consciente de la importancia de mantener al cliente informado sobre el estado de los asuntos, y realizará los esfuerzos necesarios para superar las dificultades que se produzcan.
Expuesto lo anterior, y a modo de ejemplo, paso a sintetizar algunas medidas que pueden facilitar el desenvolvimiento de la actividad de información al cliente.
– Enviar al menos una vez al mes a todos los clientes un correo electrónico, fax, etc… en los que se les informe de las últimas novedades de sus asuntos. Para ello contamos con la inmejorable ayuda de los programas de gestión profesional.
– Con independencia de la anterior información, procurar dedicar una o dos horas de un día del mes a contactar con los clientes por teléfono (ayudándonos con una lista previamente preparada) con el fin de saludarlos y cambiar impresiones sobre su asunto. Si el estado de su asunto no ha variado desde la última vez, no importa, la clave está en el contacto informal.
– Cuando se acerque algún trámite esencial (audiencia previa, juicio, declaración, etc…) avisarlo con suficiente antelación con el fin de concertar una cita para preparar el trámite (nunca los días “antes de”).
– Enviarles por correo electrónico las resoluciones judiciales que, una vez notificadas, puedan ser a nuestro juicio de su interés inmediato.
– Cuando el volumen de los asuntos que llevamos de un determinado cliente sea elevado, invitar al cliente al despacho o hacerle una visita, para dar un repaso cara a cara a los asuntos.
– Aprovechar la ocasión de cualquier novedad legislativa o de negocio relacionada con el cliente para enviarle la correspondiente información.
– Ni que decir tiene que hay que ser accesible al cliente.
Si examinamos con detalle estás conductas, podemos constatar que con una buena organización y con los procesos de trabajos bien claros, no nos resultará difícil tener al cliente informado y actualizado del estado de sus asuntos. Ahora bien, será preciso tener bien determinados los tiempos de actuación (meses, días, etc…) y que la organización (el equipo) mantenga una disciplina en el cumplimiento del programa de información. Y lo más importante: mejoraremos nuestras destrezas en la atención al cliente, nos sentiremos más productivos y conseguiremos fidelizarlo, evitando así su deserción.
4 comments
Muchas gracias Oscar, rompiendo como siempre.
Me parece muy acertada tu observación sobre «la falta de una cultura de servicio en el despacho» La verdadera batalla empieza después de que el cliente nos contrata, con todo el proceso de fidelización.
Saludos
Octavio
Asi es Octavio. Recuerdo una frase de la serie mad men, en la que el protagonista dice: «Cuando captamos a un cliente empezamos a perderlo»
Hola.
Muy interesante. Loable su profesionalidad y los intentos de mejorar la relación Abogado/Cliente.
Precisamente una búsqueda en Google, sobre hasta que punto un Abogado debe mantener informado al cliente, me ha llevado hasta su página.
Usted habla «de enviar al menos un mail al mes»… yo me conformaría con uno cada seis meses.
En calidad de cliente, he llegado al punto ese que vd. define como «la llamada telefónica». Si! , he concertado una cita con mi abogado. No voy a extenderme demasiado, pero el caso es que «mi tema» pasa ya de dos años, y hasta que… últimamente no me he comenzado a poner, digamos, insistente y pesado, no he comenzado a recibir resultados. El caso es que, tras recibir esos resultados, he pensado que algo no cuadraba, lo que me ha llevado directamente a ponerme en contacto con el secretario judicial. Tras la conversación, estoy pensando en que hay un punto, de digamos «dejadez», por parte de mi abogado. Al menos esa es la conclusión que me ha llevado la charla con el secretario judicial.
Y ahora la pregunta del millón: ¿De qué forma debo afrontar la visita y futura chala con mi abogado? . Por supuesto que en un tono educado , cordial , dialogante y dispuesto a escuchar, pero a estas alturas necesito realmente » explicaciones». Y yo le pregunto a vd. , como abogado: ¿Es conveniente que él sepa que yo he hablado con el secretario judicial? ¿Mejor mantengo la boca cerrada? ¿Y si durante la conversación no me satisfacen sus explicaciones o le pillo digamos que en lo que vulgarmente se conoce como «un renuncio»?. No sé muy bien como afrontarlo, la verdad, y no deja de preocuparme, porque no pongo en duda su capacidad.
Reitero las gracias por su preocupación , honestidad y «querer bien hacer» en el espinoso tema relación Abogado /Cliente que plantea en su blog.
Un saludo
Hola, a la vista de lo que me comenta creo que lo mejor es ser directo con su abogado y transmitirle lo que Vd. opina sobre la forma en la que está llevando el asunto. La relación abogado-cliente se basa en la confianza y sin ella no hay nada que hacer. Naturalmente, no le va a gustar que haya ido Vd. a ver al secretario judicial, pero debe explicarle sus razones y tratar de que la relación se estabilice o, en su caso, de continuar faltando la confianza, resolverla.