Señala Gonzalo Rua que, llevando al plano musical, el interrogatorio directo se asemeja a una balada, mientras que el contrainterrogatorio a un reggaetón. Y lleva mucha razón, pues la intensidad, el ritmo o, en definitiva, la velocidad que imprimamos a nuestro interrogatorio va a ser esencial para lograr mantener el control del testigo, control que viene referido a la actuación del abogado durante el contrainterrogatorio, dirigida a evitar que el testigo evada la respuesta a las concretas preguntas de las que va a ser objeto, bien porque no responda de forma específica a la pregunta o porque trate de fundamentar y justificar cada extremo del que es objeto de interrogatorio (amparándose en su versión).
Con esta premisa, dedicaremos este posta analizar la importancia de dotar al contrainterrogatorio de la necesaria rapidez.
Para ello, partiremos de la idea de asimilar un interrogatorio rápido con un interrogatorio en el que las preguntas se planteen con un ritmo ágil, sin pausas o espacios de silencio entre las mismas, si bien con la necesaria claridad y sencillez.
La razón por la que es recomendable ser veloces al preguntar en el contrainterrogatorio reside en que no es fácil controlar el desarrollo del mismo, pues nos vamos a enfrentar a un testigo que ya ha aportado su versión de los hechos durante el interrogatorio directo, y va a ser sometido durante el contraexamen a una revisión de su versión (y lo sabe), por lo que es natural esperar que trate de reiterar y fundamentar la misma versión durante el contrainterrogatorio. Ante esta situación, es fundamental emplear todas las herramientas disponibles para controlar al testigo y evitar que el interrogatorio se convierta en una repetición del directo, cuyos efectos serían nefastos para quien contrainterroga.
Por lo tanto, la idea clave es que a través de preguntas rápidas y sin espacios de silencio, evitaremos que el testigo disponga de tiempo para adaptar sus respuestas a lo manifestado anteriormente en el interrogatorio directo, es decir, será más fácil que el testigo no dé una respuesta elaborada, sino que la misma sea lo más espontánea posible, siendo el contrainterrogatorio (centrado en preguntas cerradas) un método ideal tanto para la realizar un test de veracidad sobre la versión del testigo, como para plantear nuestra versión alternativa a través de las preguntas.
En definitiva, de lo que se trata es que el testigo responda con la máxima espontaneidad y sin tomarse el tiempo y el respiro para moldear su respuesta, de modo que un interrogatorio rápido no le dará margen de maniobra para extenderse, sino sólo para responder concretamente a la pregunta.
Veamos un ejemplo:
A.- Entonces, Rafael estuvo a punto de atropellarlo…
T.- Sí.
A.- Pero el vehículo se quedó frenado aproximadamente a un metro de Vd. ¿cierto?
T.- Más o menos.
A.- Entonces fue cuando Vd. golpeó el capó del coche con los dos puños
T.- Bueno, es que estaba muy nervioso
A.- Acto seguido se dirigió a la ventanilla del conductor ¿Es así?
T.- Sí
A.- ¿Y comenzó a golpear la ventana?
T.- No, sólo le dije que saliera.
A.- Es cierto que empezó a insultarle diciéndole “Sal si tienes huevos, hijo de perra”
T.- No recuerdo lo que le dije, estaba muy nervioso
A.- Le recuerdo que el testigo Sr. Martín declaró ante la Policía que Vd. pronunció dichas palabras mientras golpeaba el cristal…
T.- Es que no lo recuerdo, estaba muy nervioso, quizás le dijera algo, pero se lo merecía…
A.- Ahora me gustaría centrarme en otra cuestión, recuerda…
Acorde con lo anterior, es incompatible crear espacios de silencio o tiempos muertos durante el contrainterrogatorio o en las transiciones temáticas, ya que daremos al testigo tiempo para intuir hacía donde se van a dirigir nuestras preguntas y para pensar y reelaborar sus respuestas acorde con la versión ya expuesta en el contrainterrogatorio. Por ello, no deben de crearse silencios entre las preguntas y cuando pasemos a otro tema, emplear rápidamente las transiciones (Sr. López, ahora me gustaría que me respondiera a una serie de preguntas sobre su encuentro con el Sr. Campos…). Señala González Rua que “el silencio no solo deja espacio para pensar hacia donde estamos dirigiendo nuestra línea de interrogatorio, sino que lo deja en una situación de creer que se espera otra respuesta de él”, por lo que si preguntamos y mantenemos una pausa, es posible que el testigo se sienta invitado a retomar la palabra y hacernos perder el control del interrogatorio.
Ahora, veamos el mismo ejemplo con un par de pausas:
A.- Entonces, Rafael estuvo a punto de atropellarlo…
T.- Sí.
A.- Pero el vehículo se quedó frenado aproximadamente a un metro de Vd. ¿cierto?
T.- Más o menos.
A.- Entonces fue cuando Vd. golpeó el capó del coche con los dos puños
T.- Bueno, es que estaba muy nervioso
(Silencio mientras el abogado lee la siguiente pregunta)
T (retoma la respuesta) Además, no golpeé el coche, simplemente tenía los brazos apoyados como reacción defensiva porque pensé que me iba a impactar…
A.- Acto seguido se dirigió a la ventanilla del conductor ¿Es así?
T.- Sí
A.- ¿Y comenzó a golpear la ventana?
T.- No, sólo le dije que saliera.
A.- Es cierto que empezó a insultarle diciéndole “Sal si tienes huevos, hijo de perra”
T.- No recuerdo lo que le dije, estaba muy nervioso
(Silencio mientras el abogado lee la siguiente pregunta)
T.- Quizás grité dirigiéndome a él, pero jamás pronunciaría dichas palabras, quería que me explicara cómo se le había ocurrido salir del parking a esa velocidad. Mi novia, que estaba conmigo podrá corroborar la falta de insultos.
A.- Le recuerdo que el testigo Sr. Martín declaró ante la Policía que Vd. pronunció dichas palabras mientras golpeaba el cristal…
T.- Ya le he dicho que no le insulté.
A.- Ahora me gustaría centrarme en otra cuestión, recuerda…
Finalmente, asociada a la velocidad del contrainterrogatorio se encuentra la importancia de no leer las preguntas. La razón es evidente: al estar concentrados en la lista de preguntas (concretamente de la próxima pregunta), el ritmo y la velocidad se verán afectados, pues es muy difícil llevar el ritmo y a la vez estar pendientes de la lectura de las preguntas, todo ello sin perjuicio de las pausas que inevitablemente se producirán entre pregunta y pregunta, silencios que como hemos anticipado, no son nada recomendables durante el contrainterrogatorio.