El pasado 26 publiqué un tuit coincidente con el título de este post. La verdad, me sorprendió la acogida que tuvo y la activa participación de los tuiteros opinando sobre el mismo (puedes ver el tuit en https://twitter.com/oscarleon_abog/status/1276527565134536704?s=20).

Si bien el criterio mayoritario de las opiniones era favorable al contenido del tuit, algunos tuiteros manifestaron su disconformidad al mismo. Dada la dificultad de espacio para dar una respuesta adecuada explicando el sentido del tuit, voy aprovechar el foro que me ofrece este blog para fundamentar debidamente el mismo, máxime siendo un tema de enorme interés, especialmente para los que acceden a nuestra profesión (y también para los que llevan algunos años en ella).

Para ello, me gustaría partir de tres premisas que sostengo sobre esta materia:

1ª.- Hoy en día, la especialidad es clave para el abogado puesto que la proliferación normativa, el actual mercado de servicios legales y la presión de una competencia feroz han motivado que el otrora abogado generalista sea paulatinamente reemplazado por el abogado especializado en las diversas ramas del derecho[1] (civil, penal, administrativo, etc.), incluso en sectores de actividad (banca, aeronáutico, etc.), pues a través de una especialidad bien definida, el abogado podrá crecer profesionalmente en el contexto indicado. No obstante, ello no impide que en determinadas plazas (pequeñas localidades especialmente) siga manteniéndose la figura del abogado generalista.

2º.- Considero que cuando el abogado comienza, debe conocer, al menos de forma puntual, la práctica profesional en las diversas ramas del derecho, es decir, actuar como un generalista todoterreno durante algunos años, pues de esa forma tendrá una visión mucho más completa de la profesión que de haberse centrado desde el principio en una especialidad. Lógicamente, el cambio de lo general a lo especial dependerá de las circunstancias de cada uno.

3º.- Por muy mentalizado que esté el abogado que comienza en ejercer determinada especialidad, considero que hasta que no haya conocido los entresijos de la profesión, con sus sinsabores y alegrías, con sus buenos y malos momentos, y todo ello experimentado en las diversas materias, difícilmente podrá disponer de la información suficiente por optar por una u otra especialización. Por lo tanto, el conocimiento práctico del objeto vocacional es aquí fundamental.

Expuesto lo anterior, ¿qué significa la frase “El abogado no escoge la especialidad; es la especialidad la que escoge al abogado”?

El contenido del tuit debe circunscribirse al contexto del abogado recién colegiado que decide emprender su práctica profesional y alberga el deseo de desarrollar una especialidad.  Partamos de un ejemplo: dispones no sólo del Master oficial, sino que has obtenido diversos títulos de especialización en derecho inmobiliario.

Pues bien, generalmente, cuando comienzas, los clientes que van a contratar tus servicios no te llamarán para resolver temas inmobiliarios, sino para hacer juicios penales, algún divorcio, una declaración de herederos, un juicio monitorio e, incluso, algún contrato de arrendamiento urbano, lo que no te va a permitir dedicarte a tu especialidad. Como bien apunta Prieto Tutor[2], te dedicarás a aquello a lo que puedas dedicarte…, es decir, a aquello con lo que te puedas ganar la vida, puesto que no hemos de olvidar que los despachos hay que sacarlos adelante y requieren de recursos económicos que nos aportan los clientes, y, sin duda, sería un verdadero milagro que todos los temas que te lleguen sean de la especialidad proyectada.

Lo anterior es lógico, si estás comenzando y nadie te conoce, los casos te irán llegando a cuentagotas, y quizás puedas llevar alguno relativo a la especialidad soñada, pero finalmente, serán los clientes o la demanda que exista en determinado momento de tu práctica la que finalmente irá decantando tu especialidad. Así, son innumerables los casos en los que un abogado que soñaba con ejercer una especialidad ha acabado persuadido por otra completamente distinta en la que ha progresado y disfrutado. Lógicamente, hay casos, excepcionales, en los que el joven abogado tras concluir la carrera entra en el despacho de un familiar especializado en una materia o es contratado por una entidad determinada (un banco, una farmacéutica, etc.), pero la inmensa mayoría, al comenzar, no ven la especialidad ni en sueños.

Y esto que estoy exponiendo, es plenamente aplicable para el abogado que empieza, puede extenderse al escenario del abogado que tras muchos años de ejercicio profesional se encuentra con una oportunidad para especializarse en determinado campo (en los comentarios del tuit podrás encontrar muchas de estas historias), momento en el que, además, fruto de tu conocimiento general experimentado durante años, estarás más preparado gracias a los cimientos que te ha aportado tu práctica en las diversas ramas del derecho.

Y concluyo con esta frase que publiqué en otro post recientemente y que guarda una íntima relación con el objeto de nuestro post:

 “A veces no te gusta un área  del derecho, pero a esta sí que le gustas tú. Entonces, sin saber cómo, acabas enamorado de la misma”

 

 

[1] Luis María Díez-Picazo

[2] Guía para el abogado que empieza. Rafael Prieto Tenor. Tirant Lo Blanch