En el litigio oral, el interrogatorio de testigos es una de las herramientas más poderosas con las que cuenta un abogado para construir su caso y persuadir al tribunal. Lejos de ser un mero ejercicio de obtención de respuestas, el interrogatorio es, en esencia, una forma de comunicación estratégica. Su eficacia depende de la capacidad del abogado para seleccionar, organizar y presentar la información de manera clara, convincente y controlada.

Baytelman y Duce plantean que el abogado no es un simple facilitador de preguntas y respuestas, sino un verdadero mensajero de información. A través de sus preguntas, dirige la narrativa que el tribunal debe percibir, presentando y dando vida a los hechos de una manera que fortalezca su planteamiento estratégico o teoría del caso. En este sentido, estos autores afirman que la prueba no habla por sí sola, pues siempre consiste en versiones, relatos subjetivos y parciales, compuestos por un conjunto de información heterogénea en cuanto a su origen, amplitud y calidad. Además, su peso probatorio estará condicionado por el resto de la prueba practicada. Por ello, serán los abogados quienes, a la hora de intervenir durante el proceso, logren presentarla de forma que revele en toda su amplitud la información que posee o, por el contrario, pueden hacerlo de un modo en que “dicha información naufrague en un mar de detalles insignificantes, pase inadvertida, pierda credibilidad, omita información o se entregue de una forma que no convoque adecuadamente la atención del tribunal.”

Por tanto, hablar de estrategia implica que el abogado, a través de su interrogatorio, debe obtener del testigo un relato coherente, claro, completo y creíble acerca de los hechos, relato que deberá ser homogéneo con la versión de los hechos que defiende, llegando a través de su intervención a obtener aquella información que la otra parte haya decidido omitir o a desacreditar o limitar la información contenida en la prueba presentada por la otra parte.

Por lo tanto, la comunicación durante el interrogatorio no solo implica transmitir datos, sino hacerlo de una manera que maximice el impacto en nuestro auditorio: jueces y jurados. Para ello, es fundamental que el abogado desarrolle las siguientes tareas:

Seleccionar información clave: no toda la información disponible en un caso es relevante o beneficiosa. Un buen abogado filtra los datos que contribuirán a reforzar su argumento y omite lo superfluo o potencialmente perjudicial.

Controlar el mensaje a través de las preguntas: la forma en que se formulan las preguntas determina la claridad y eficacia de la información que recibe el tribunal. En el interrogatorio directo, las preguntas abiertas permiten que el testigo exponga hechos de manera natural y creíble. En el contrainterrogatorio, las preguntas cerradas, auxiliadas de algunas abiertas puntuales, ayudan a limitar la respuesta del testigo y a consolidar la narrativa que busca el abogado.

Persuadir mediante la estructura del interrogatorio: la disposición de las preguntas y el ritmo del interrogatorio pueden reforzar la credibilidad de un testigo o debilitarla, dependiendo de la estrategia. Un testimonio estructurado de manera lógica y ordenada facilita su comprensión y refuerza su impacto en la audiencia.

Uno de los mayores desafíos del interrogatorio (en el directo) es encontrar el equilibrio entre el control del mensaje y la espontaneidad del testigo. Si el abogado interviene demasiado, el tribunal puede percibir el testimonio como manipulado o poco creíble. Por otro lado, si el testigo divaga o entrega información desfavorable, el impacto del interrogatorio puede diluirse. Para evitar esto, se recomienda:

Entrevistarse con el testigo: sin inducir respuestas y respetando la deontología profesional, es fundamental que el abogado haga ver a los testigos la importancia de responder de manera clara y concisa.

Ajustar el tono del interrogatorio según la situación: no es lo mismo interrogar a un testigo experto que a una víctima emocionalmente afectada. La estrategia de comunicación debe adaptarse al contexto.

Escuchar activamente y ser flexible: un buen abogado litigante está preparado para ajustar su estrategia en función de las respuestas del testigo y de las reacciones del tribunal.

Finalmente, el interrogatorio no solo busca obtener información del testigo, sino también transmitir un mensaje claro a jueces y jurados. La forma en que se presenta la información es tan importante como su contenido. Algunos aspectos clave en este sentido son:

Claridad y concisión: las preguntas deben ser directas y evitar ambigüedades que puedan generar confusión.

Lenguaje accesible: especialmente ante un jurado, el uso de tecnicismos innecesarios puede hacer que la información pierda impacto.

Énfasis en los puntos fuertes del caso: un interrogatorio bien ejecutado refuerza los aspectos más favorables de la teoría del caso y minimiza las debilidades.

El interrogatorio de testigos es una herramienta de comunicación estratégica fundamental en el litigio oral. No se trata solo de obtener respuestas, sino de construir una narrativa persuasiva que influya en la percepción del tribunal. El abogado, como mensajero de información, debe dominar el arte de seleccionar, estructurar y presentar la información de manera efectiva para maximizar el impacto de su interrogatorio y, en última instancia, fortalecer su caso.

Para lograr esto, es imprescindible que el abogado conozca y ponga en práctica las técnicas adecuadas de interrogatorio, permitiéndole ejercer un control efectivo sobre la información sin comprometer la credibilidad del testigo ni la integridad del proceso judicial.

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