En estos últimos meses he dedicado un par de posts a la filosofía estoica aplicada a la abogacía (Estoicismo y abogacía y Los beneficios del estoicismo). Este interés no es una novedad, pues desde que en 1997 cayó en mis manos un ejemplar de Epístolas morales a Lucilio de Séneca, he intentado aplicar (aunque sea de forma imperfecta) los principios esenciales del estoicismo tanto en mi vida personal como en mi carrera profesional. Hoy, coincidiendo con el estreno del año, considero apropiado recuperar algunos de estos principios en forma de decálogo, pues el momento es ideal para reflexionar sobre ellos y convertirnos durante 2025 en profesionales más conscientes, justos y resilientes.

1º.- Distingue entre lo que depende de ti y lo que no, y ocúpate de lo que depende de ti: en el ejercicio de la abogacía, muchas circunstancias estarán fuera de tu alcance: la decisión del juez, las acciones de la otra parte o incluso el comportamiento de tu propio cliente. Por ello, es fundamental enfocar tu energía en aquello que depende de ti, como el estudio o la preparación de los asuntos y la gestión de tu actitud ante los acontecimientos diarios. Así, mientras que no podemos controlar lo que sucede en el mundo exterior, sí podremos controlar nuestros juicios internos y cómo respondemos a dichos acontecimientos. Como decía Epicteto, «no nos afecta lo que sucede, sino nuestra opinión sobre lo que sucede». Esta perspectiva te ayudará a mantener la calma y la claridad incluso en situaciones adversas.

2º.- No te preocupes por aquello que no depende de ti: consecuencia del anterior principio, hemos de ser conscientes de que preocuparse o alarmarse por aquello sobre lo que no podemos controlar, es un gasto inútil de energía. Mientras hagamos todo lo que esté en nuestra mano,  no nos queda otra que aceptar la incertidumbre del resultado de nuestras acciones. Esto no significa que tu esfuerzo sea en vano, sino que debes aprender a soltar aquello que no puedes controlar. Epicteto lo explicaba al decir: «recuerda que eres un actor en una obra que elige otro». Haz tu parte con excelencia y acepta con serenidad el resultado.

3º.- Analiza las cosas que te preocupan y advierte si tu preocupación nace más de ti mismo que de los problemas reales: abundando en el principio anterior, en el ejercicio de la abogacía, es fácil caer en preocupaciones excesivas que no siempre se corresponden con los problemas reales. Marco Aurelio, en sus Meditaciones, nos recuerda: «El alma se tiñe del color de sus pensamientos.» Esto significa que muchas veces, las preocupaciones no provienen de los hechos en sí, sino de la interpretación que hacemos de ellos. Cuando sientas ansiedad ante un caso o una situación, pregúntate: ¿es realmente tan grave como parece, o mi percepción está exagerando el problema? Este análisis no solo te permitirá priorizar lo que importa, sino también liberar tu mente de cargas innecesarias, manteniendo un enfoque claro y efectivo en lo que realmente puedes resolver. En la abogacía, aprender a distinguir entre los problemas externos y los generados por nuestra propia mente es clave para tomar decisiones equilibradas y actuar con serenidad. Además, constituye una realidad que la preocupación por los acontecimientos futuros suele ser inútil ya que o, no sucederán nunca, o no serán tan terribles como imaginamos.

4º.- Practica la autodisciplina: la excelencia en la abogacía no se logra sin esfuerzo constante. Mantén el rigor en el estudio y la preparación, y no evites los desafíos. Séneca decía: «elige siempre el camino más duro: te hará más fuerte». Este principio te ayudará a desarrollar la fortaleza necesaria para destacar en tu profesión.

5º.- Imagina lo que tienes que hacer, y disponte a conservar el bien ánimo: en la abogacía, enfrentamos desafíos que pueden parecer abrumadores: relaciones personales complejas y difíciles, casos complejos, plazos ajustados, o decisiones judiciales inciertas. Ante estas situaciones, Marco Aurelio aconsejaba: «Cuando te levantes por la mañana, piensa en el privilegio de estar vivo, de pensar, disfrutar y amar». Este principio nos invita a imaginar lo que debemos hacer durante la jornada, y considerando incluso lo más molesto y antipático, abordar nuestras tareas con buen ánimo y determinación sabedores ya de dichos obstáculos y dificultades, lo que nos ayudará a estar mentalmente preparados y a asumir el control de nuestras emociones. Mantener un estado de ánimo positivo no significa ignorar las dificultades, sino enfrentarlas con resiliencia. El buen ánimo no solo influye en nuestro rendimiento, sino que también inspira confianza en nuestros clientes y fortalece las relaciones profesionales. Como abogados, nuestra capacidad para afrontar el día con optimismo y claridad es un recurso invaluable para navegar incluso los casos más complejos con éxito.

6º.- Cultiva la templanza: la abogacía puede ser una profesión llena de tensiones y conflictos, pero tu fortaleza estará en tu capacidad para mantener la calma. «Si quieres dominar al mundo, domina primero tu mente», aconsejaba Séneca. Este autocontrol te permitirá analizar las situaciones con objetividad y responder de manera profesional, evitando que las emociones influyan negativamente en tus decisiones.

7º.- Encuentra fortaleza en la adversidad: la abogacía es un campo donde las dificultades son inevitables. Sin embargo, estas mismas dificultades son las que te moldean como profesional. Séneca, con su habitual claridad, nos recordaba que «las dificultades fortalecen el ánimo, como el trabajo lo hace con el cuerpo». Cada reto es una oportunidad para demostrar tu capacidad de superación y aprender algo nuevo. En lugar de temer a los momentos difíciles, abórdalos con valentía y determinación, sabiendo que son una parte esencial del crecimiento. Reflexiona sobre cada obstáculo que enfrentas y pregúntate: ¿ qué puedo aprender de esto? Con el tiempo, descubrirás que las adversidades no solo fortalecen tu carácter, sino que también te permiten destacarte como un abogado resiliente, capaz de transformar los desafíos en victorias personales y profesionales.

8º.- Reconoce tus errores y aprende de ellos: todos cometemos errores, pero la diferencia está en cómo los afrontamos. Ser consciente de tus fallos y trabajar para corregirlos es una muestra de humildad y grandeza. Marco Aurelio lo expresó así: «el error es el primer paso hacia la verdad». Cada equivocación es una oportunidad de aprendizaje.”

9º.- Mantén una visión a largo plazo: en la abogacía, es fácil quedar atrapado en la inmediatez de los problemas y las presiones del momento. Sin embargo, tener una visión a largo plazo es fundamental para el crecimiento profesional y personal. Cada caso que afrontas, incluso los más complicados, contribuye a tu desarrollo. Marco Aurelio nos enseña que «todo tiene un propósito, incluso las dificultades», y es nuestra tarea identificar esas lecciones escondidas en los desafíos. Reflexionar sobre las decisiones que tomas y sus consecuencias futuras te permite actuar con mayor sabiduría y responsabilidad. Además, tu trabajo impacta no solo en tu carrera, sino también en la vida de tus clientes. Mantener esta perspectiva amplia te ayudará a tomar decisiones informadas, equilibradas y alineadas con tus valores y objetivos a largo plazo.

10º.- Actúa con integridad: la confianza y el respeto que inspires en tus colegas, clientes y oponentes son invaluables. Como decía Séneca, «nada se pierde si conservas tu honor». Tu reputación como abogado se construye sobre la base de la honestidad y la ética en cada acción que tomes. Los estoicos nos recuerdan que lo más importante no es el resultado final, sino cómo actuamos en el camino. La justicia y la virtud deben guiar nuestras decisiones, incluso cuando parezca más fácil o tentador tomar atajos. Mantenernos firmes en nuestros principios, que deben coincidir con los deontológicos de la profesión, resistir la tentación de utilizar tácticas poco éticas o manipular el sistema para conseguir victorias a corto plazo, es lo que finalmente nos dará tranquilidad. Porque, como decía Marco Aurelio, “el carácter es el destino”. Y en la abogacía, nuestra reputación y nuestra integridad son nuestros mayores activos.

Pienso que estos principios no solo te ayudarán a ser mejor abogado, sino también una mejor persona. En este principio de año, reflexiona sobre ellos y busca maneras de aplicarlos en tu vida diaria y profesional. Como decían los estoicos, la virtud está en nuestras acciones, no solo en nuestras palabras.

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