Tradicionalmente la relación despacho-cliente se ha caracterizado por la nota de la primacía del individuo, o lo que es lo mismo, la dependencia del cliente de un determinado profesional de la organización que disponía de la experiencia, especialización y habilidad para llevar sus asuntos, de manera que los despachos tradicionales atraían a sus clientes con su principal activo: un determinado profesional, conocido por su nombre y apellidos, que podría satisfacer las necesidades del cliente, ganar su confianza, fidelizarlos y retenerlos.
Dicho de otro modo, el abogado se identificaba con el despacho.
De esta forma, cuando el profesional que mantenía la relación con determinados clientes dejaba el despacho era seguido por toda una cohorte de clientes que sentían la necesidad de que ese concreto profesional continuara llevándole sus asuntos, quedando la organización privada de la experiencia del profesional y de la correspondiente proporción de clientes, ¡todo un desastre!…para el despacho, claro.
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2 comments
Estimado Óscar,
Enhorabuena por tu actividad, en general, y por tu blog, en particular. Se agradece que se planteen cuestiones prácticas.
En cuanto a este post, hoy disiento de tu opinión. En un despacho en el que todos los ingresos de los abogados sean variables y dependan de lo que aporten a la firma, el que más facture se quedará, lógicamente, para seguir aprovechando la estructura, sinergias y cartera del despacho que hasta ese momento le ha dado buenos resultados. Diferente postura sería la del que menos factura y, por tanto, menos gana; que puede aventurarse fuera probando suerte. O la de un abogado que sea el que más factura en un despacho en el que se reparten los ingresos a partes iguales.
Un saludo,
Hola Ernesto, gracias por tus comentarios.
La opción que planteas es interesante y tiene toda su lógica. Ciertamente, en estos casos se producen múltiples combinaciones, y la que planteas la he visto en alguna ocasión. Muchas gracias por tu aportación.