La autoconciencia, primer componente de la inteligencia emocional, puede definirse como la capacidad del individuo de comprensión de las emociones, los puntos fuertes, las debilidades, las necesidades y los impulsos de uno mismo. Es por tanto el componente sobre el que se construyen las restantes capacidades de la inteligencia emocional ya que ésta se produce una vez la información afectiva entra en nuestro sistema perceptivo.

Acorde con los trabajos desarrollados por Daniel Goleman (cuyos planteamientos nos orientarán a lo largo de este post) la autoconciencia, basada en el aforismo «conócete a ti mismo», está íntimamente relacionada con el grado de vigilancia o estado de alerta del sujeto que le permite disponer de una conciencia exacta de lo que nos está pasando (en el cuerpo) o está sintiendo (en la mente), y coincide con la participación del individuo en los acontecimientos y la información del ambiente que le rodea.

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