El insigne jurista uruguayo Eduardo Juan Couture[1] dedica el primer mandamiento de su decálogo a la importancia del estudio para el abogado, estableciendo en su enunciación el deber que le corresponde (seguir el camino que va trazando el derecho) bajo advertencia de la pena por no hacerlo (ir mermando como abogado).

El mandamiento recoge con notable sencillez una de las características esenciales del derecho: su dinamismo y mutación constante, lo que unido al ingente volumen de su producción, exigen del abogado una constante atención al mismo, so pena de caer en continuos errores que lo llevarán hacia la pérdida de facto de la condición de abogados. Más sencilla y clara no podía ser la consecuencia de su omisión: puedes llamarte abogado, pero irás perdiendo tal condición progresiva e inapelablemente.

Acorde con esta idea, Couture nos indica que todo abogado, como un cazador de leyes, debe vivir con el arma al brazo sin poder abandonar un instante el estado de acecho, lo que supone un compromiso vital, constante e indefinido de aquél en la ardua tarea de conocer el derecho vigente. Focalizado en la práctica profesional (seguramente por haber presenciado situaciones similares), Couture nos refiere como caso difícil y delicado, el de aquel que habiendo abrumado a su adversario bajo el peso de su aplastante erudición, de doctrina y de jurisprudencia, su contrincante se limita a citarle un artículo de una ley olvidada…

La única forma de evitar estas desgraciadas situaciones en que se puede ver envuelto el abogado es el esfuerzo, tenacidad y constancia, pues, nos cómo nos refiere Couture, como todas las artes, la abogacía solo se aprende con sacrificio; y como ellas, también se vive en perpetuo aprendizaje. El aprendizaje no es fácil, no, pues requiere de un esfuerzo constante y permanente que se materializara, de haber sido disciplinados, en un aprendizaje que nunca concluye, pues la profesión de abogado, si bien tiene claramente marcada la línea de salida, jamás atisbaremos la línea de meta.

El primer mandamiento del Decálogo de Couture nos confirma la importancia de la competencia técnica del abogado, o esa pericia, aptitud e idoneidad para acceder y disponer del conjunto de conocimientos que autorizan a uno para el ejercicio de la práctica del derecho (ver https://oscarleon.es/la-competencia-comercial-del-abogado-una-imperiosa-necesidad/ ) , y cuyos elementos podrían resumirse en los siguientes:

–           Conocimiento de las normas de derecho existente (derecho positivo, doctrina y jurisprudencia).

–           Actualización permanente en el conocimiento de dichas normas.

–           Preparación y estudio eficaz del asunto encomendado, que incluye el análisis de los hechos, la aplicación adecuada del derecho y el empleo correcto de los procedimientos necesarios para la resolución del caso.

–           Capacidad de captar el problema jurídico implica una situación controvertida.

–           Habilidad para defender los intereses del cliente.

De este modo, la competencia técnica, elemento esencial en la relación, viene integrada por un conjunto de técnicas y conocimientos que son necesarias para que el asunto que el cliente pone en nuestras manos llegue a buen puerto, competencia que en una profesión como la nuestra, en la que entra en juego la defensa de bienes esenciales como la libertad, la propiedad, el honor, etc…, constituye un elemento básico de la relación abogado-cliente.

El abogado competente será experto en la disciplina de la que se trate y tendrá la adecuada capacidad y aptitudes para encargarse de la misma, y ello debido tanto a su preparación en la materia como a su capacidad de manejar competentemente el asunto a través del examen de los hechos y fundamentos jurídicos aplicables. Por el contrario,  como nos indica Couture, el abogado que no estudia será cada día menos abogado; un abogado carente de la adecuada competencia por falta de preparación terminará abandonando la profesión, pues el fracaso en la adecuada defensa de los casos le obligará a ello.

Una última reflexión. Couture, a través de su invocación de la vivencia de la profesión como un continuo aprendizaje, nos llama la atención sobre la importancia de la formación, auténtica prioridad que como verdadera opción estratégica tiene que ser implementada por los colegios profesionales, despachos de abogados y por los propios abogados, a través de la figura del aprendizaje (https://oscarleon.es/la-autoformacion-del-abogado-una-apuesta-segura-colaboracion-expansion/)


[1] Juan Couture Etcheverry (Montevideo, 24 de mayo de 19041​ – 11 de mayo de 1956) fue un prestigioso abogado y profesor uruguayo, considerado como uno de los procesalistas latinoamericanos más influyentes de Derecho Continental en el siglo XX. ​ Eduardo Couture es autor de numerosos libros, sobre todo en materia de derecho procesal civil, pero se destaca en su obra «Los mandamientos del abogado»​ donde desarrolla diez «mandamientos» que debe cumplir un abogado en el ejercicio de su profesión:

Estudia: el derecho se transforma constantemente. Si no sigues sus pasos, serás cada día un poco menos abogado.

Piensa: el derecho se aprende estudiando, pero se ejerce pensando.

Trabaja: la abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de las causas justas.

Lucha: tu deber es luchar por el derecho; pero el día en que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia.

Sé leal: leal con tu cliente, al que no debes abandonar hasta que comprendas que es indigno de ti. Leal para con el adversario, aun cuando él sea desleal contigo. Leal para con el juez, que ignora los hechos y debe confiar en lo que tú dices; y que, en cuanto al derecho, alguna que otra vez debe confiar en el que tú le invocas.

Tolera: tolera la verdad ajena en la misma medida en que quieres que sea tolerada la tuya.

Ten paciencia: en el derecho, el tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración.

Ten fe: ten fe en el derecho, como el mejor instrumento para la convivencia humana; en la justicia, como destino normal del derecho; en la paz, como sustitutivo bondadoso de la justicia. Y sobre todo, ten fe en la libertad, sin la cual no hay derecho, ni justicia ni paz.

Olvida: la abogacía es una lucha de pasiones. Si en cada batalla fueras cargando tu alma de rencor, llegará un día en que la vida será imposible para ti. Concluido el combate, olvida tan pronto tu victoria como tu derrota.

Ama tu profesión: trata de considerar la abogacía de tal manera, que el día en que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti, proponerle que se haga abogado.  Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Eduardo_Juan_Couture