Como ya hemos expuesto en otros posts, la intangibilidad que caracteriza los servicios profesionales del abogado impide al cliente experimentarlos correctamente, ya que, por regla general, no conoce la técnica o aplicación de nuestros conocimientos legales que empleamos para resolver su encargo. Ello le lleva, durante la relación, a observar de forma pormenorizada todos los elementos que rodean y conforman el servicio que prestamos, pues los mismos si pueden ser percibidos y, por tanto, evaluados por el cliente.

De este modo, cuando el abogado litigante presta el servicio, es decir, antes, durante y después de su intervención en el juicio, el cliente tendrá todos y cada uno de sus sentidos ocupados en percibir no sólo la calidad técnica con la que desempeñamos nuestro trabajo, sino la forma en la que lo hacemos y toda aquella incidencia, positiva o negativa, que, relacionada con éste, sea percibida de interés para la defensa de sus intereses.

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