La equivocación y el error están mal vistos en nuestra sociedad. “Errar es de humanos”, dice el proverbio, pero en lugar de tomarlo como una enseñanza, lo adoptamos como justificación. Es lógico, pues la persona que yerra padece un cúmulo de sensaciones nada agradables y que van desde la culpa hasta la vergüenza pasando por el miedo, el resentimiento y la baja autoestima. Esta reacción, generalizada en nuestra sociedad, deriva de un proceso educativo seguido en el colegio y en la familia por el que se ha premiado el acierto y se ha penalizado el error, que es considerando como inútil e improductivo.
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