En un post reciente abordamos la figura del abogado de laboratorio, aquel que desarrolla la mayor parte de su actividad profesional desde el despacho. Rodeado de sus probetas, matraces y tubos de ensayo (expedientes, libros, programas y  software) disfruta enormemente estudiando y resolviendo asuntos desde la seguridad y calidez que le ofrecen las cuatro paredes en las que habita.

Dentro de esta categoría, distinguíamos al que consciente y voluntariamente adquiere esta cualidad temporalmente, bien por la necesidad de trabajar concentrado durante determinadas fases, bien por necesitarlo tras un periodo de mucha actividad, aunque en ningún caso renunciando a la salida al exterior y, en segundo lugar, el que se siente abogado de laboratorio perpetuo, y con igual consciencia y voluntariedad se apega a su torre de cristal evitando en la medida de lo posible cualquier contacto con el exterior.

Hoy vamos a profundizar en esta última variedad al que denominaremos «el oscuro oficinista».

El oscuro oficinista, es aquel abogado que sobrevive en el encierro del despacho de forma perenne, alejado voluntariamente…

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