Durante mis primeros años de ejercicio profesional gran parte de mi jornada la pasaba fuera del despacho: visitaba a los clientes, bien para tratar encargos como para tomar un café; mantenía encuentros con notarios, registradores y otros compañeros con el fin de consultarles las dudas que surgían en los primeros asuntos; visitaba lugares vinculados al caso para conocerlos de primera mano y, cómo no, frecuentaba las oficinas judiciales y organismos de la administración para consultar expedientes y tener un conocimiento inmediato del estado de los mismos. Naturalmente, mis circunstancias eran completamente distintas a las actuales, lo que me permitía dedicar gran parte de mi jornada a estos quehaceres cuyo denominador común era la posibilidad de interactuar con personas relacionadas con mi profesión, más allá de las cuatro paredes de mi modesto despacho.

Desgraciadamente, la cosa ha cambiado. Todos coincidiremos en que con el transcurso de los años, la complejidad de nuestra actividad aumenta, y no por pereza, sino más bien por obligación y responsabilidad, los abogados nos vemos condenados a pasar más tiempo en los despachos y menos en la calle, salvo, claro está, cuando asistimos a los Juzgados en defensa del cliente. Sin embargo, me resisto a abandonar tan sana costumbre, y cada vez que me siento a establecer mis metas, siempre aparece el objetivo de salir más del despacho.

Lo cierto es que, en mis comienzos, y sin saberlo, estaba llevando a cabo una modalidad del denominado “managing by wandering around” o “gestión mediante paseos”, nombre que Tom Peters y Robert Waterman dieron en 1982 a una novedosa técnica de liderazgo en su libro “En busca de la excelencia” De hecho, en uno de los capítulos del libro recogía esta cita referida a uno de los abogados más famosos de la historia:

“Lincoln fue «itinerante» por naturaleza. Como abogado en Spríngfield (Illinois), pasaba mucho tiempo lejos de su bufete, y no sólo en viajes de ida al asunto y vuelta a casa, sino deteniéndose en la búsqueda de hechos e información pertinentes a cualquier caso en el que estuviera trabajando en esos momentos. Era esa clase de abogado que se desplaza a los diferentes sitios para enterarse personalmente de cómo van las cosas”[1]

Sustancialmente, dicha actividad, también conocida como «liderazgo itinerante», «mantenerse en contacto» o «salir de la torre de marfil», consiste en el proceso de dejar el encierro del despacho e interactuar o relacionarse con los clientes, los proveedores y el personal de la empresa. Si bien este liderazgo referido por Tom Peters y Robert Waterman tiene como destinatarios principales a los empresarios, su fundamento y finalidad es muy similar a lo que podríamos llamar la “abogacía itinerante”, ya que si conseguimos una buena comunicación al relacionarnos, podremos establecer excelentes lazos, de tal modo que incrementaremos nuestra influencia sobre esas personas.

La práctica de esta habilidad puede examinarse desde dos vertientes o modalidades que trataremos a continuación. Una primera, vinculada al ejercicio profesional y otra, al liderazgo o gestión del despacho. La primera se desarrolla cuando salimos del despacho y dedicamos una parte importante de nuestra jornada a interactuar con las personas que directa o indirectamente guardan una relación con nuestra actividad: otros abogados, clientes, personal de la oficina judicial, notarios, registradores, funcionarios, etc…. El motivo de estas relaciones reside, como expuse al principio, en la búsqueda de información para la toma de decisiones profesionales o, simplemente, en el deseo de socializar.

Los beneficios de este proceder son diversos:

– Dispondremos de información de primera mano, actual y fiable sobre asuntos de nuestro interés, lo que facilitará una adecuada toma de decisiones.

– No perderemos la perspectiva profesional de lo que “se cuece” en la calle.

– Nuestro liderazgo se verá reforzado ante nuestros compañeros y empleados, ya que éste no se limitará al conocimiento teórico, sino también al práctico, es decir, sabremos cómo funcionan las cosas ahí fuera tanto o mejor que ellos.

– No sólo fidelizaremos a nuestros clientes, sino que el contacto informal puede llevarnos a la consecución de nuevos clientes y encargos profesionales.

– Transmitiremos una imagen positiva de compromiso y responsabilidad con lo que hacemos.

En la segunda modalidad, el abogado, consciente de que las personas son una fuente importante de información, dedicará parte de su tiempo a interactuar en el contexto de su despacho con tantas personas y con tanta frecuencia como le sea posible. Aquí, el abogado se relacionará de manera informal con sus compañeros, empleados, proveedores, etc., mediante visitas a los distintos departamentos.

Al igual que en el supuesto anterior, se obtienen importantes beneficios:

– Dispondremos nuevamente de información actualizada y fiable a fin de poder tomar decisiones rápidas, oportunas y eficaces.

– El empleado percibirá el mensaje positivo de que nos estamos tomando interés por ellos, aumentando su confianza y compromiso.

– Conoceremos el nivel de motivación y satisfacción de los compañeros y empleados.

– Tendremos más opciones de involucrar a los demás en las metas y objetivos del despacho.

– Trabajaremos mejor en equipo.

Para concluir, señalar que en ambas modalidades no basta con entablar relaciones o interacciones superficiales, sino que debemos mantenerlas en el largo plazo y de una forma sincera y honesta.

En la medida que actuemos conforme a estos criterios, estaremos mejorando nuestro potencial profesional.

 

[1] Lincoln y el Liderazgo” (Phillips, Donald T).