Antes de la celebración del juicio en el que nuestro cliente vaya a asistir y participar (caso de que lleve a cabo el interrogatorio de parte), es fundamental que el abogado realice un proceso de “educación del cliente” destinado a familiarizarlo con el acto del juicio y, así, lograr la máxima fluidez y eficacia de su intervención.

En este proceso hemos de distinguir dos contenidos bien distintos que tendremos que transmitir al cliente: aquellos vinculados al desarrollo de la vista y las normas básicas de su comportamiento en sala que tendrá necesariamente que seguir.

Desarrollo de la vista

En preciso explicarle con detalle en qué consiste un juicio (interrogatorios, testigos, informe); cual es el papel que le corresponde desempeñar en el mismo (interrogatorio, en su caso); la duración del acto y una descripción del espacio físico de la sala de vistas. Esta información lo ayudará a mentalizarse y ganar en tranquilidad para afrontar el juicio con mayor solvencia.

Comportamiento en sala

Aunque no es extraño que lo pasemos por alto, lo cierto es que para el abogado es muy importante que durante el acto del juicio el cliente mantenga una conducta ajustada a las exigencias formales del mismo, pues de no hacerlo nos podemos encontrar con más de una sorpresa. De hecho, si buscamos entre nuestras experiencias pasadas, podemos constatar que en más de una ocasión el cliente ha gesticulado ostensiblemente durante la declaración de la otra parte o de un testigo; nos ha mirado nervioso exigiendo una respuesta o una forma de actuar; ha entrado en discusión con el abogado de la otra parte que lo estaba interrogando, etc.

¿Podrían haberse evitado estas conductas? En mi opinión, con algo de prevención, por supuesto que sí. Vamos a examinar algunas de estas situaciones:

Gesticulaciones: Es natural y humano que las personas que se encuentran sometidas a la tensión que genera un juicio gesticulen con el cuerpo, cabeza y brazos cuando otra persona está declarando sobre cuestiones que van contra sus intereses. Sin embargo, esta actitud no suele ser bien vista por el juez, pues no solo distrae a todos los miembros del auditorio, sino que puede interpretarlo como gestos corporales que encubren todo lo contrario a lo que nuestro cliente trata de transmitir. Por ello, es muy importante avisar al cliente de que, se diga lo que se diga, mantenga la calma y no gesticule. De esta forma, no solo se transmitirá al juez una sensación de calma y seguridad, sino que el cliente se encontrará interiormente más tranquilo.

Miradas a su abogado: A veces, el cliente, que no entiende algo o no está de acuerdo con lo que está ocurriendo en sala busca la mirada de su abogado como preguntándole “por qué está ocurriendo esto y por qué no haces nada al respecto”. Incluso a veces, las miradas se dirigen a censurar tal o cual declaración de la otra parte y un testigo. Es muy importante en estos casos informar al cliente que no conviene seguir esa conducta, toda vez que de observarla el juez, las reprimirá, y, además, se creará una incidencia desfavorable durante el juicio que podría haberse evitado. Cuestión distinta es la realización de alguna mirada furtiva y cómplice al cliente para tranquilizarlo o darle ánimos.

Discutir con el abogado contrario: En ocasiones, el cliente entra en discusión con el abogado que lo está interrogando debido a la tensión del momento y a una actitud defensiva y reactiva en respuesta a quien considera alguien contrario a sus intereses. En tales casos, nada aporta dicha discusión, salvo una nueva llamada de atención por parte del juez. Por ello, es necesario solicitar al cliente calma y que sepa que, en última instancia, siempre estará el juez y, en su caso, su abogado para protestar en caso de que el interrogatorio se torne irrespetuoso y agresivo.

Otras cuestiones: Es igualmente conveniente recordar algunas normas de protocolo de su intervención que pueden evitar alguna que otra sorpresa o llamada de atención. En una ocasión presencie como un cliente le hablaba a una juez joven de tu, lo que conllevó la inmediata reprobación. Otras veces, hemos presenciado como el cliente responde al interrogatorio con las manos en los bolsillos, ergo, nueva llamada de atención del juez. En fin, pequeñas cuestiones que pueden aumentar la tensión, ya de por sí más que suficiente.

En definitiva, dedicar algo de tiempo a transmitir al cliente las normas de conducta y comportamiento en sala será fundamental para garantizar que, al menos, factores ajenos a nuestra propia intervención quedan controlados en beneficio de una mayor atención y concentración en nuestro trabajo y en aliviar de tensión a nuestro cliente.