Dada la cercanía de las vacaciones, hoy os traigo un post que publique hace dos años y cuyo contenido puede que nos ayude no solo a llevar mejor estos días del sprint final, sino hacernos reflexionar durante los días venideros del tan ansiado descanso. Vamos con ello:

“Acabo de concluir la lectura del libro de Eduardo Punset, Excusas para no pensar . En el último capítulo expone, a modo de decálogo y como resumen de las reflexiones objeto de esta deliciosa obra, lo que denomina diez mandamientos para no ser infeliz. Nada más leerlos, no he reprimido la tentación de buscar a estos principios una aplicación para los abogados, pues gran parte de las ideas, con las que comulgo, ya han sido, de una u otra forma expuestas con anterioridad en nuestro blog. Por ello, tras recoger el enunciado de dichos mandamientos literalmente del libro, a continuación realizo un pequeño comentario aplicado a los abogados que espero que os ayude a reflexionar.

1º.- No intente ser feliz todo el rato. La felicidad es una emoción positiva universal y, como todas las emociones básicas, efímera.

En nuestra profesión, las emociones positivas son relativamente escasas y poco duraderas. No seamos ingenuos y queramos exigir a la profesión lo que no puede darnos permanentemente. Habrá sinsabores, decepciones y frustraciones… Por eso, cuando se produzcan los tan ansiados éxitos profesionales del abogado, que mejor que disfrutar y celebrar estas conquistas; eso sí, con la debida moderación, pues aquí no hay respiro.

2º.- Intente disfrutar la preparación y la búsqueda de sus metas y objetivos. La felicidad no se encuentra en el destino, sino en hacer el camino. Hagamos pues de nuestro trabajo diario, formado por acciones destinadas a lograr diferentes objetivos (negociaciones, dictámenes, juicios, etc…), una fuente de satisfacción y disfrute que nos permitan alcanzar con la máxima preparación el objetivo deseado.

3º.- La felicidad es, primordialmente, la ausencia del miedo. Aparte de su imaginación todo lo que le puede generar miedo e intranquilidad. Cabe una cierta ansiedad provocada por los preparativos, pero elimine los grandes miedos de su vida, por lo menos durante una temporada.

Un abogado que está preocupado constantemente por lo que podrá ocurrir en el futuro respecto a sus asuntos tendrá garantizada una dosis perpetua de infelicidad. Temer futuros acontecimientos vinculados a los asuntos excede de la máxima prudencia que debemos disponer. Durante el camino, hay que preocuparse y ocuparse de las acciones que llevamos a cabo, pero hemos de alejar de nuestra imaginación todo miedo a situaciones que, a la hora de la verdad, no se suelen producir.

4º.- Cuide los detalles y las cosas pequeñas en lugar de seguir obsesionándose por los grandes proyectos. Lo mejor que le puede ocurrir es que le echen en cara que el árbol no le deja ver el bosque. Pues muy bien, olvídese del bosque y disfrute del árbol.

Un despacho se construye poco a poco, empezando con pequeños asuntos para ir creciendo en importancia con el transcurso del tiempo. Una vez consolidados, todos los asuntos van a tener relevancia, especialmente en los momentos de crisis. Hemos de ser conscientes de nuestra obligación de no perder el Norte y, con los pies en el suelo, atender debidamente lo pequeño, dedicando el tiempo y atención que merece.

5º.- Las investigaciones más recientes demuestran que el nivel de felicidad aumenta con la edad. Lo que acabamos de descubrir es que el segundo período más feliz viene con la edad. Los recuerdos son más numerosos y la consiguiente ampliación de la capacidad metafórica y de la creatividad compensa largamente los procesos de pérdida neuronal.

Este es un mensaje para los abogados maduros y con cierta experiencia. Nada de ir diciendo que me siento cansado, que la memoria y agilidad mental no es la misma, etc…La experiencia acumulada y la creatividad apuntada auguran al abogado experto numerosas satisfacciones en la profesión.

6º.- Concentre todos sus esfuerzos en disfrutar de aquello que más le guste: leer, jugar al tenis o al golf, hasta trabajar si le apetece. Todo, salvo aburrirse delante de la tele o en conversaciones sin sentido. Es importante sentir que le absorbe lo que está haciendo.

Hagamos lo que hagamos durante nuestra actividad profesional, siempre hemos de estar plenamente focalizados en lo que hacemos, lo que supone que hemos de aprender a gestionar adecuadamente nuestro tiempo y dominar las técnicas para la organización de nuestro trabajo. Si hacemos las cosas como si fuéramos robots, perdemos las sensaciones y con ello el valor de lo que hacemos. Fuera del trabajo, hay que hacer lo que nos guste y olvidarnos de todo lo demás (incluido, el trabajo).

7º.- No desprecie a nadie. La antítesis del amor no es el odio, sino el desprecio hacia los demás. El sentimiento de desprecio implicaba la muerte en los tiempos primitivos y tendemos a subvalorar su impacto nefasto sobre nuestra vida emocional.

En nuestra profesión lidiamos con emociones y sentimientos encontrados de forma permanente. No obstante, nosotros, como abogados, no podemos dejarnos llevar por esta marea negra que ciega a veces a los clientes. El desprecio al contrario o a su abogado, es, valga la redundancia, despreciable y, con ello solo logramos hacer un flaco favor a la Justicia y a nosotros mismos. Nada mejor que traer a colación la regla IX del Decálogo de Couture: La Abogacía es una lucha de pasiones. Si en cada batalla fueras llenando tu alma de rencor llegaría un día en que la vida sería imposible para ti. Concluido el combate, olvida tan pronto tu victoria como tu derrota.

8º.- Cuide sus relaciones personales. De todos los factores externos de la felicidad —como el dinero, la salud, la educación, la pertenencia a un grupo—, el que mayor impacto tiene sobre la felicidad son las relaciones personales. Procure no malograrlas.

El abogado debe mantener un alto nivel de relaciones tanto a nivel personal como profesional. No cabe duda que cuidando y acrecentando las relaciones, el camino de la profesión será más agradable, dentro de la dificultad, y más productivo.

9º.- Aproveche la capacidad que tenemos de imaginar —lo único que realmente nos diferencia de los chimpancés— para pensar en cosas bellas, en lugar de en desgracias. No tiene sentido la capacidad de la mayoría de la gente para hacerse infeliz imaginando.

Este principio está íntimamente relacionado con el punto 3º sobre la ausencia de miedo. La imaginación, reservémosla para ser creativos en nuestro trabajo o para imaginar lo que nuestro contrario va a argumentar o proponer, olvidándonos de malgastar el tiempo en barruntar desgracias asociadas a nuestros casos.

10º.- Durante el invierno no paramos de invertir en nuestro futuro o en el de los seres queridos. No nos queda tiempo para gastar en nuestro propio mantenimiento. Hay un exceso de inversión y un déficit de mantenimiento. Aproveche las vacaciones y el tiempo libre para invertir menos y colmar el déficit de mantenimiento de uno mismo.

En los periodos de descanso hemos de desconectar y dejar de dedicar tiempo a pensar en el futuro y a iniciar futuros proyectos. Hay que descansar, relajarse y recargar las baterías. ¡Todo un mantenimiento! “