Uno de los elementos que definen al abogado es su implicación constante en numerosos frentes que le exigen una respuesta o decisión inmediata: revisión de expedientes, examen de documentos judiciales, redacción de escritos, preparación y asistencia a actos judiciales, dar consejo legal al cliente, asistirlo en una operación comercial o en una negociación, etc., constituyen ejemplos más que elocuentes de la faceta «multitareas» que preside nuestro trabajo. Precisamente debido a este laberinto de actividades, los abogados nos caracterizamos por mantener, especialmente durante nuestro trabajo, un estado de preocupación permanente por el desarrollo de nuestros asuntos, plazos, vencimientos, agendas complicadas y un sinfín de circunstancias que todos conocemos.

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