En ocasiones nos encontramos frente a testigos falsos involuntarios, es decir, frente a testigos en cuyo ánimo está decir la verdad, o lo que es lo mismo, quiere ser honesto en su declaración, pero esta se encuentra viciada por un error que él mismo desconoce (de percepción, memoria, sugestión, etc.). Además, en la mayoría de las ocasiones en las que dicho testigo ha sido propuesto por la otra parte, este se presenta en sala con cierta hostilidad o desconfianza frente al abogado que va a contrainterrogar, y ello es obvio, pues el abogado que lo ha propuesto, en la fase de preparación ética del mismo le habrá advertido que quien contrainterroga pondrá en duda la credibilidad de su versión de los hechos.
Por lo tanto, cuando el testigo propuesto de adverso entra en sala, espera a alguien agresivo y retador, pues en estos casos el testigo llega muy condicionado sobre el papel que va a desempeñar el abogado adverso, como por ejemplo ocurre en muchos procesos de familia, en los que las partes y testigos se encuentran muy afectados emocionalmente, lo que motivará que se proyecte el resentimiento que se tiene a la otra parte sobre el letrado que contrainterroga.
En estos casos, un ataque directo y agresivo al comenzar el contrainterrogatorio puede ser perjudicial para la consecución de los objetivos del mismo, pues se verán confirmados los temores del testigo, y este se cerrará en banda, dificultando la obtención de información que pudiera desacreditar su testimonio.
Expuesto lo anterior, la cuestión es ¿cómo hemos de aproximarnos a esta clase de testigo a la hora de realizar su contrainterrogatorio?
Veamos algunas reglas:
– Comenzaremos el interrogatorio con preguntas de contexto, es decir, relativas a extremos que el testigo va a responder favorablemente (tiempo, lugar, personas, condiciones atmosféricas, etc.). Así nos ganaremos la confianza del testigo e iremos avanzando.
– Hay que mirarlo de forma que transmitamos tranquilidad (evitar miradas a los ojos prolongadas)
– Acompasaremos nuestro el tono, ritmo, volumen al del propio testigo.
– Trataremos de evitar sugerir el error del testigo de forma directa; será el testigo quien, por sí mismo, se dé cuenta del error.
– Hay que empatizar con el testigo a través de las transacciones entre las preguntas, y ello se consigue realizando comentarios de apoyo como “entiendo que para usted esto debe ser muy difícil”, “entiendo lo que siente”, …).
– Dirigirnos al testigo con su nombre de pila favorece la conexión entre abogado y testigo.
– Mantendremos un lenguaje no verbal acompasado al del propio testigo, mostrando calma en los gestos. Igualmente, se asentirá a medida que el testigo va respondiendo, lo que favorecerá la fluidez de la declaración.
Siguiendo estas pausas podremos disponer de un testigo colaborativo, albergando más opciones para que este admita o reconozca la concurrencia de determinados hechos que desacrediten su testimonio.
Por ello, la primera aproximación del abogado debe realizarse comunicándose de forma que se emita un mensaje por el que se acepta la honestidad del testigo y se comprende su versión de los hechos. De esta forma, la actitud del abogado deberá generar una sintonía inicial con aquél. De hecho, si el testigo se encuentra a una persona amable que le habla con educación y cierta familiaridad, sus defensas bajarán de forma inconsciente.
No obstante, no es tarea fácil, pues en muchas ocasiones, estos no estar dispuestos a cambiar su testimonio por puro dogmatismo, vanidad, temor a las consecuencias de modificar su declaración, la existencia de una motivación oculta, etc. En estos casos, será muy complicado crear sintonía, si bien tendremos que evitar el conflicto, y no perder los nervios, manteniendo el control del interrogatorio, pero sin entrar o caer en provocaciones, pues en tal caso no sólo nos enfrentaremos a un verdadero rival del que no conseguiremos resultado positivo alguno, sino que nuestra credibilidad ante el juez sufrirá, reforzandose la del testigo.