La comunicación, entendida como el acto de expresar y conectar, desde lo que llamamos emisor, información sobre nosotros y/o sobre una situación, al que llamamos receptor, constituye un proceso que siendo indispensable para el género humano, alcanza una importancia sublime para quienes ejercemos la profesión de abogado. Ello es lógico, pues a través de la palabra desarrollamos las actividades esenciales de nuestras funciones de consejo jurídico, intermediación y defensa ante los tribunales.

No obstante, a la hora de comunicarnos oralmente los abogados nos enfrentamos a una serie de defectos en la expresión oral entre los que destacan los denominados rellenos, muletillas o como dicen los británicos «sonidos del pensamiento» (thinking noises), es decir, palabras o expresiones que empleamos de forma reiterada al hablar y que son completamente innecesarias durante el proceso de comunicación.

Como ejemplos más paradigmáticos de estos rellenos encontramos al conocidísimo eeeh, umm, ahh, bien, correcto, vale, etc., expresiones fruto de hábitos que se intercalan en nuestras frases de forma reiterada y que, en ocasiones, suelen emplearse en quince o veinte ocasiones por minuto, llegando, en los casos más exagerados, a conseguir la diversión de nuestro auditorio.

Los rellenos, auténtica basura verbal, tienen como finalidad suplir los obligados silencios que hemos de emplear como puntuaciones mientras hablamos; de este modo, en lugar de pausar y después continuar, cubrimos ese espacio de tiempo con el relleno. Con este hábito, el mensaje que nos estamos enviando es “tengo que pensar lo que viene a continuación, luego cubro ese silencio con un relleno que me hace sentir más seguro”.

Sin embargo, el efecto es más bien negativo, pues cuando aparecen demasiados ehh, o cualquier otro monosílabo, estamos desconcertando al receptor, distrayéndolo y en ocasiones enojándolo, puesto que la muletilla le impide seguir con atención el mensaje. Es más, a través del uso de las mismas, estamos privándole del tiempo que necesita para considerar lo que has dicho, interfiriendo en su proceso cognitivo.  En cuanto al emisor, las muletillas no aportan nada al mensaje y transmiten su inseguridad al comunicarse.

Como podrá concluirse de lo expuesto, el empleo de rellenos o muletillas durante una conversación con el cliente, la práctica del interrogatorio o durante la exposición del informe oral constituyen un hábito que debemos proscribir inmediatamente dado lo inútil, enojoso y perjudicial de su uso.

Para ello, el remedio es muy sencillo: sustituir los mismos por pausas.

No obstante, ello requiere un proceso de concienciación, en el que nos hagamos conscientes del empleo de los rellenos a través de nuestra propia escucha (grabándonos o pidiendo a alguien que nos avise cuando aparezcan). Acto seguido hemos de estar muy pendientes cuando hablemos procurando pausar y evitar su verbalización. Así, poco a poco podremos ir dominándolo hasta el punto de que pasaremos de la conciencia de su uso a una expresión inconsciente sin las mismas.

En todo caso, tampoco hemos de alarmarnos, pues basta observar cualquier intervención televisiva (especialmente en las entrevistas) para comprobar que es frecuente el empleo de las muletillas. No obstante, la mejor recomendación es acabar con ellas, con lo que ganaremos no solo seguridad sino conseguir que el interlocutor preste más atención a nuestro mensaje.

Si quieres comprobar el daño que una muletilla puede hacer durante una conversación, puedes ver esta entrevista realizada a Caroline Kennedy en la que dice “you Know” unas 140 veces. https://www.dailymotion.com/video/xblciq