La Abogacía es una profesión en la que, a diferencia de otras actividades, la demanda de trabajo diaria puede llegar a ser abrumadora, factor éste que, contrariamente a lo esperado, está alcanzando mayores proporciones debido al impulso que las tecnologías han dado a la comunicación. El otrora reposo del guerrero en la quietud de su despacho analizando con esmero y detalle esa demanda, aquel contrato o los términos de la partición han quedado para el nostálgico recuerdo. Wasaps, e mails, mensajes de texto y llamadas de móvil han complicado, ¡y de qué manera!, la vida profesional del abogado.

En este contexto, hoy me gustaría tratar un tema que he podido observar en muchos abogados gracias al contacto que me ha proporcionado mi participación en cursos y seminarios. Y este tema podría resumirse en la ansiedad con la que vive el abogado su día a día, lo que la mayoría de las veces le impide centrarse y focalizarse con todas sus energías en lo que realmente está haciendo, actitud ésta que a medio y largo plazo le impedirá (si los tiene establecidos) conseguir sus objetivos.

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