La asertividad es la capacidad de hacer valer los propios derechos sin dejarse manipular y sin manipular a los demás, o, lo que es lo mismo, respetarse a sí mismo y a los demás en el proceso de interacción[1]. Por el contrario, la falta de asertividad se muestra a través de comportamientos sumisos o agresivos.

La asertividad se manifiesta en conductas como poner límites a los demás, afrontar una agresión o una crítica, saber decir no, expresar opiniones contrarias a las de otros, realizar peticiones, etc.

Entre las características de la asertividad podemos señalar las siguientes:

– Está relacionada con el respeto a uno mismo y hacia los demás.

– Para ser asertivo hay que disponer de una sana autoestima.[2]

–  Es un conjunto de pensamientos, sentimientos y conductas.

Teniendo en cuenta las funciones que desempeña el abogado, todas ellas vinculadas a la defensa de los intereses de sus clientes, la asertividad es fundamental, puesto que todas las conductas que esta favorece (poner límites a los demás, afrontar una agresión o na crítica, saber decir no, expresar opiniones contrarias a las de otros, realizar peticiones) están asociadas al ejercicio de dicha defensa y de la contradicción imperante en su práctica profesional.

El abogado asertivo sabrá comunicarse con sus interlocutores diciendo lo que considere más oportuno en cada situación, lo que hará sin faltar el respeto a los demás ni faltárselo a sí mismo. Si hay que enfrentarse (dicho en términos de dialogo), así lo hará sin esfuerzo alguno, pues es consciente de las obligaciones que conlleva el cumplimiento de su función. Evitará igualmente conductas agresivas o sumisas, y evitará la manipulación de los demás, ya que sabrá controlar sus impulsos más fuertes en situaciones difíciles. Igualmente, fomentará el diálogo al ser comunicativo y dialogante. Por supuesto, sabe decir no y trasmitirá seguridad en sí mismo aun cometiendo errores que inmediatamente reconocerá.

El abogado poco asertivo podrá ser sumiso, de modo que no sabrá decir no, dará la razón a otras personas, evitará discusiones, conflictos, aclaraciones, la expresión de lo que siente, por lo que difícilmente podrá llevar a cabo su actividad con la mínima eficacia. Igualmente, el abogado con escasa asertividad, podrá ser agresivo actuando bajo conductas y reacciones de ira o agresivas frente a las personas con las que interactúa. Generalmente, no sabrá reaccionar a las críticas.

Pero, ¿cómo aplicamos la asertividad?

Veamos algunos ejemplos:

El abogado actuará con asertividad en el proceso de atención y escucha al cliente, transmitiéndole con claridad su opinión profesional, sin dejarse llevar por el deseo o emoción de éste.

Igualmente, a la hora de negociar, no actuará inspirado por la idea de evitar el conflicto como sea, sino que pondrá en práctica la estrategia que mejor se adapte a los intereses de su cliente.

En juicio, será respetuoso y se hará respetar, poniendo de manifiesto, a través de los canales oportunos, su impugnación, protesta u oposición a aquello que considere no se ajusta nuevamente a los intereses de su cliente.

Generalmente, los remedios para mejorar la asertividad vienen de la mano de la psicología. Siguiendo en este caso a Olga Castanyer, existen diversas herramientas:

– Emplear frases que comiencen por “quiero”, “me gusta”, “no me gusta”, “me siento”

– Acostumbrarse a utilizar frases reforzantes para el otro si algo de lo que ha dicho o hecho te ha gustado.

– Aprovechar cada ocasión en la que se produzca una situación conflictiva para clarificarla. Hay que expresar inmediata malestar y no dejarlo atrapado en nuestro interior.

– Emplear frases que reflejen el efecto de las emociones. “Estoy enfadado”, “estoy triste”, etc.

  Concluimos con esta frase del psicólogo Walter Riso, que concede a la asertividad, bien aplicada, a nuestra dignificación, y añadiría, a la dignificación de nuestra profesión:

“La asertividad… está diseñada para defenderse inteligentemente. Cuando la ponemos al servicio de fines nobles, la asertividad no sólo se convierte en un instrumento de salvaguardia personal, sino que nos dignifica”. Walter Riso.

 

[1] Manuel J. Smith, en su obra  “Cuando digo no, me siento culpable” elaboró la tabla de los derechos asertivos.

  1. El derecho a ser tratado con respeto y dignidad.
  2. El derecho a tener y expresar los propios sentimientos y opiniones.
  3. El derecho a ser escuchado y tomado en serio.
  4. El derecho a juzgar mis necesidades, establecer mis prioridades y tomar mis propias decisiones.
  5. El derecho a decir “NO” sin sentir culpa.
  6. El derecho a pedir lo que quiero, dándome cuenta de que también mi interlocutor tiene derecho a decir “NO”.
  7. El derecho a cambiar.
  8. El derecho a cometer errores.
  9. El derecho a pedir información y ser informado.
  10. El derecho a obtener aquello por lo que pagué.
  11. El derecho a decidir no ser asertivo.
  12. El derecho a ser independiente.
  13. El derecho a decidir qué hacer con mis propiedades, cuerpo, tiempo, etc., mientras no se violen los derechos de otras personas.
  14. El derecho a tener éxito.
  15. El derecho a gozar y disfrutar.
  16. El derecho a mi descanso, aislamiento, siendo asertivo.
  17. El derecho a superarme, aun superando a los demás.

[2] Según Olga Castanyer, autoestima es el conjunto de sentimientos, pensamientos y conductas que hacen que una persona se considere digna de ser valorada y querida por sí misma, sin depender para ello de la valoración y el cariño de los demás.