En este post vamos a detenernos a realizar una breve exposición de las diferentes máximas, reglas o principios que son aplicables al interrogatorio del perito (tanto directo como contrainterrogatorio), reglas que nos ayudarán a reflexionar sobre los múltiples factores que pueden influir en un buen o mal interrogatorio y, en última instancia, en la importancia para el abogado litigante de no olvidar que como toda técnica, interrogar requiere la aplicación inexcusable de una serie de reglas.

La importancia de la preparación.

Interrogar supone un verdadero ejercicio estratégico que requiere, como pilar esencial, el conocimiento pormenorizado del asunto y de la argumentación jurídica que defendemos, puesto que sin el dominio de la materia de hecho y de derecho en la que vamos a intervenir, es imposible alcanzar los objetivos que nos planteemos.

No podemos olvidar que el interrogatorio va dirigido a la búsqueda de la verdad, y esta reside en los hechos y, en el caso de la prueba pericial, en la opinión profesional generalmente relacionada con dichos hechos, por lo que el conocimiento completo de los mismos, y de la forma en la que, en base a los argumentos jurídicos, aquellos encajen como piezas de un puzle, será esencial para desarrollar un buen interrogatorio. No obstante, la preparación del interrogatorio abarca un ámbito más extenso, pues comprendería el análisis de los hechos, la aplicación adecuada del derecho, el empleo correcto de las técnicas de interrogatorio y, como no, la capacidad de captar el problema jurídico implica una situación controvertida.

De lo que se trata, por tanto, es de disponer de una serie de conocimientos que permitan al abogado llegar a la sala de vista con la confianza de realizar un excelente trabajo profesional, y esto se materializará en una buena teoría del caso.

Está máxima podría resumirse en la siguiente: no hay sustituto para la preparación del interrogatorio.

La importancia de la práctica.

No hay nada como la observación en sala, acompañada de una gradual intervención en juicio, para alcanzar la práctica necesaria para ser un buen interrogador. Y no digamos en el caso del interrogatorio del perito, práctica no exenta de dificultades que podrán ir reduciéndose a medida que practiquemos ante los tribunales.

Gana en confianza cada día.

La confianza, que consiste en un estado mental que te lleva a creer que puedes lograr un determinado objetivo, es esencial para el buen interrogador. Esta debe regarse con cada experiencia diaria sea cual sea el resultado, pues siempre aprenderemos algo que nos ayudará a crecer en confianza. Para ello es de enorme utilidad el empleo de herramientas que nos permitan realizar el oportuno autoexamen tras nuestra intervención en sala.

No pierdas la disciplina.

La litigación, y especialmente el interrogatorio, requieren del empleo de una planificación exhaustiva cuyo cumplimiento en el día a día llamamos disciplina. La disciplina es la archienemiga de los interrogatorios imprevistos, sin objetivos claros y realizados por el mero hecho de interrogar.

Siempre, siempre, cuenta con un objetivo.

El interrogatorio, acorde con su fin estratégico, sólo procede cuando se tiene un objetivo que desde el punto de vista probatorio resulta relevante y que, en la práctica, tiene visos de ser alcanzable. La explicación de esta regla radica en que, empleando el símil de un edificio en construcción, el objetivo a alcanzar constituiría la cimentación del mismo, mientras que los restantes elementos estratégicos como el uso de las preguntas, la secuenciación, el orden de presentación de peritos y de las preguntas, la duración, velocidad, control del experto, comportamiento, etc. no serían más que elementos constructivos asentados sobre dichos cimientos. De este modo, sin un objetivo definido, el empleo de las restantes técnicas carecerán de fundamento y su empleo sería no sólo inútil, sino peligroso.

De carecer de objetivos, es mejor no preguntar, pues perderás el tiempo, no tendrás nada que ganar y mucho que perder, transmitirás que no tienes caso, enfatizarás el testimonio que se cuestiona y  diluirás lo que hayas ganado anteriormente. Ante la duda, mejor no preguntar.

Para interrogar, determinación.

La determinación, generalmente descrita como la perseverancia en el propósito, es clave para el interrogatorio. Si tenemos claro nuestro objetivo y hay perspectivas de conseguirlo, no podemos abandonar su ejecución bajo ningún concepto. En igual medida, si estamos interrogando y la situación recomienda detener el mismo y cesar de preguntar, necesitaremos la misma determinación.

Adapta tu interrogatorio al universo del juicio.

Como un buen jugador de ajedrez, adapta tu movimiento a las múltiples combinaciones y relaciones del juego, y no olvides que un éxito momentáneo puede concluir en una irremediable derrota.

Adapta el interrogatorio al perito.

Una de las reglas esenciales del buen interrogatorio parte de la necesidad de disponer de un buen conocimiento del sujeto a interrogar y de la impresión o efecto psicológico que su testimonio haya causado o vaya a causar en los jueces. La razón de dicho principio reside en que la estrategia que vayamos a emplear durante el interrogatorio (incluso en la propia renuncia a interrogar) va a estar condicionada por diversos factores asociados a la persona del perito y a cómo es percibido su testimonio por el juez.

La personalidad, el carácter, preparación, estudio, etc. de los peritos es diferente, por lo que hay peritos de todas clases. Por ello, no podemos aproximarnos a ellos de la misma forma. Como dice la máxima “se suave con el suave; astuto con el listillo; confidente con el honesto; piadoso con el joven, el temeroso o el débil; duro con el rufián, e inflexible con el deshonesto”.

Ello nos lleva a que en función de la categoría en la que ubiquemos al perito, el abogado, al planificar y llevar a cabo su intervención, decidirá si emplear una u otra estrategia adaptada, no sólo a las características del mismo, sino igualmente al efecto que éste vaya a causar en los jueces, pues este efecto también va a condicionar aspectos del interrogatorio. A dicha conclusión llegamos dado que el perito no solo aporta su opinión profesional, sino que éste va acompañado de factores vinculados a su credibilidad tales como la forma de presentarse, de comunicarse y de transmitir su experiencia, lo cual influirá notoriamente en el juez, que es en definitiva quien debe ser persuadido a través de las preguntas y respuestas.

En un próximo post aportaremos nuevas máximas para abordar con más garantías el interrogatorio del perito.