Tras concluir una licenciatura en la que las enseñanzas sobre retórica brillan por su ausencia, podemos encontrar un triple denominador común en la experiencia de los jóvenes abogados cuando pisan por primera vez foro: la dificultad de conciliar el sueño durante la noche que precede a la intervención; la minuciosa preparación de la defensa en todos los aspectos de hecho y de derecho concebibles, y el estado de nervios, taquicardia incluida, que precede a su entrada en Sala. Tras realizar su primer interrogatorio e informe forense, el abogado novel abandona la Sala con un coctel de emociones difíciles de describir (en este sentido, que cada uno haga examen de conciencia y recuerde aquella experiencia).

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