¿Te has sentido alguna vez en estado de flujo?

Probablemente sí.

Con ello me refiero a situaciones en las que te implicas tan profundamente en algo que ninguna otra cosa te importa, hasta llegar a perder la conciencia del tiempo. Y no hablo sólo de ocio (practicando tu deporte favorito, escuchando o tocando música, cocinando, charlando con tus amigos, etc.), sino de momentos en el que desarrollas alguna actividad profesional.

Csikszentmihalyi describe los estados de flujo como aquellas situaciones en las que la persona está “completamente centrada debido a la demanda total de energía psíquica. En la conciencia no queda espacio para pensamientos que distraigan ni para sentimientos irrelevantes. En este caso desaparece la conciencia de sí, pero uno se siente más fuerte de lo normal. La sensación de tiempo queda distorsionada, ya que las horas parecen pasar como si fueran minutos. Cuando todo el ser de una persona se amplía en un funcionamiento pleno de cuerpo y mente, cualquier cosa que haga merece la pena ser hecha por sí misma; vivir se convierte en su propia justificación”.

Daniel Goleman identifica el estado de flujo con el punto de aprovechamiento máximo de las emociones al servicio del rendimiento que se produce cuando se da un equilibrio entre las exigencias que plantean una situación y la capacidad de la persona. Es como un estado de armonía neuronal en el que las distintas áreas del cerebro se hallan en completa sintonía. De esta forma, el estado de flujo se caracteriza por:

  • Una concentración intensa.
  • Una capacidad de reacción ágil ante los problemas.
  • Rendimiento máximo.
  • Sensación de placer por la actividad que estamos desarrollando.
  • El nivel global de actividad cerebral desciende (menos esfuerzo)

Nos hallamos frente a situaciones excepcionales en los que estamos completamente centrados y con todos los sentidos puestos en la tarea que estamos haciendo, hasta el punto de que mientras fluimos disfrutamos de momentos excepcionales a los que los “atletas se refieren a ellos como being in the zone, los místicos como entrar en éxtasis y los artistas y músicos como “arrobamientos estéticos”. Son momentos en los que lo que sentimos, deseamos y pensamos van al unísono.

Partiendo de este concepto, hoy vamos a comentar una idea muy interesante sobre los estados de flujo que puede ser de gran ayuda para el crecimiento personal y profesional de los abogados.

Efectivamente, atendiendo a la experiencia del proceso de fluir, parece ser que este tiende a producirse cuando la persona se enfrenta a una serie de metas u objetivos claros y compatibles entre sí que van a requerir respuestas apropiadas. Además, las actividades de flujo permiten una retroalimentación adecuada sobre la forma en la que estamos realizando la tarea hasta alcanzar dichos objetivos. Como señala Csikszentmihalyi “cuando las metas son claras, la retroalimentación relevante y los desafíos y capacidades se hallan en equilibrio, se ordena y se invierte plenamente la atención”

Ahora bien, siguiendo al mismo autor, “si los desafíos son demasiado altos, nos quedamos frustrados, después preocupados y, por último, ansiosos; si los desafíos son demasiado bajos con relación a nuestras capacidades nos sentimos relajados y después aburridos. Si percibimos que los desafíos y las capacidades presentan un bajo nivel nos sentimos apáticos”.  Por dicha razón, difícilmente alcanzaremos estados de flujo al vivir experiencias en actividades de ocio pasivas, como ver la televisión o descansar. Sin embargo, cuando el nivel de desafíos es alto y exige la participación de nuestras mejores capacidades, es probable que nos involucremos de tal forma que se produzca el deseado estado de fluidez, completamente diferente al de las experiencias ordinarias.

Por otro lado, las experiencias de fluidez actúan como un imán para aprender, es decir, para desarrollar nuevos niveles de desafíos y de habilidades, de modo que en una situación de flujo la persona está constantemente evolucionando y, al mismo tiempo, disfrutando de cualquier cosa que haga.

A la vista de lo expuesto en las líneas precedentes, resulta gratificante pensar que los abogados plantearnos que mientras desarrollamos nuestra actividad ( estudiando un caso, dando consejo legal, en una negociación o en juicio), podemos alcanzar un estado de fluidez absolutamente beneficioso para nuestro desarrollo profesional, puesto que será a través del establecimiento de metas y objetivos difíciles pero alcanzables, y que incorporen nuevas habilidades, como podremos no sólo disfrutar, sino seguir creciendo y mejorando como profesionales. De esta forma, los abogados hemos de evolucionar y crecer con asuntos cada vez más complejos, pero que nuestras capacidades sean suficientes para, con el debido esfuerzo, responder a sus exigencias con diligencia y profesionalidad.

Por lo tanto, un objetivo difícil pero alcanzable, será habituarnos a incorporar momentos de fluidez a nuestro día a día. Sin duda, seremos más felices.

En el post  https://oscarleon.es/el-abogado-en-estado-de-flujo/ profundizamos aún más sobre este aspecto desde la perspectiva de la inteligencia emocional. Igualmente, podéis consultar los libros Fluir y Aprendiendo a fluir de M. Csikszentmihalyi

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