Cuando llevamos a cabo el interrogatorio de nuestra parte o del testigo o perito[1] que hemos propuesto hay que evitar que tanto el abogado como el testigo interactúen durante la vista, de forma que con su proceder puedan hacer pensar al juez que el testimonio se encuentra “cocinado”, pues esto no solo genera una mala imagen, sino que reduce la credibilidad de abogado y testigo, o lo que es lo mismo, la causa que defendemos puede verse perjudicada. Naturalmente, el abogado debe conocer a los testigos y peritos propuestos y realizar una entrevista previa con los mismos (presidida por los principios de honestidad y buena fe procesal que proscriben cualquier tipo de aleccionamiento o adoctrinamiento. En tal sentido, véase https://oscarleon.es/m-p-la-herramienta-del-abogado-la-preparacion-del-testigo/), pero cuestión distinta es que durante el acto del juicio, dicha interacción trascienda de forma que genere incomodidad o malestar en los asistentes.

Nos referimos concretamente a cuatro situaciones muy definidas:

– Asentir frente a cada respuesta esperada.

– Afirmar con una muletilla tras cada respuesta.

– Realizar preguntas sugestivas guiando al testigo.

– Recibir miradas del testigo mientras lo interroga la otra parte.

Asentir frente a cada respuesta esperada.

En el primer supuesto, el abogado, a medida que realiza el interrogatorio asiente con un leve movimiento de cabeza cuando el testigo está respondiendo a la pregunta, gesto que bajo la mirada del juez constituye una colaboración con el testigo, pues a través del mismo estamos guiando al mismo durante el curso del interrogatorio. Por otro lado, genera la impresión de que el testigo está respondiendo a lo que el abogado ha dispuesto con él previamente, pues dicho asentimiento se asocia inconscientemente con cierta complicidad, aun cuando el abogado puede estar actuando de forma inconsciente.

En este caso recomendamos mantenernos lo más neutros posibles sin gesticular para evitar generar dicha impresión.

Afirmar con una muletilla tras cada respuesta.

En cuanto al segundo, el abogado, tras la respuesta del testigo, emplea una muletilla como “bien”, “perfecto”, etc., que suelen ir acompañados del movimiento de cabeza ya examinado, lo que se interpreta como una muestra de asentimiento y conformidad con la respuesta del testigo. Valgan las consideraciones realizadas para el primer supuesto, debiendo añadirse que en ocasiones la muletilla se convierte en una expresión molesta, pesada y hasta tortuosa para el juez, quien rápidamente desconectará del interrogatorio y estará más pendiente de contar las veces que se repite la muletilla.

Veamos un ejemplo.

A: ¿Esa noche fue al Bar “El Litigio”?

T: Si.

A: Bien, ¿Encontró en el Bar a alguien conocido?

T: Si, allí estaba Juan, el hermano de Luisa.

A: Bien, Una vez en el bar, ¿Qué ocurrió?

T: Pues que cuando me vio entrar, Juan se dirigió a mi muy enfadado insultándome.

A: Bien, ¿y qué tipo de insultos le dirigía?

Realizar preguntas sugestivas guiando al testigo.

En cuanto al uso de preguntas sugestivas que sugieran la respuesta al testigo, nos encontramos ante una práctica que transmitirá escasa credibilidad al testimonio, puesto que el testigo, lejos de responder de forma espontánea narrando lo que conoce, se limitará a asentir las sugerencias del interrogador (siempre de conformidad con lo sugerido). En estos casos, el juez o la parte adversa probablemente intervendrán para censurar la pregunta realizada.

Veamos un ejemplo con las posibles alternativas más adecuadas:

A: ¿La noche en cuestión, fue Vd. al bar “El Litigio”, cierto?

T: Sí

ALTERNATIVA: ¿Qué hizo Vd. la noche del 2 de mayo pasado?

A: ¿Y estaba Juan allí?

T: Sí

ALTERNATIVA: ¿Se encontró Vd. allí a algún conocido?

A: ¿Juan lo vio y parecía muy enfadado ¿verdad?

T: Sí, estaba muy enfadado.

ALTERNATIVA: ¿Cómo se encontraba Juan, observó algo fuera de lo normal?

A: ¿Lo insultó, verdad? …

ALTERNATIVA: ¿Qué ocurrió a continuación?

Recibir miradas del testigo mientras lo interroga la otra parte.

Durante el contrainterrogatorio, en ocasiones se producen las denominadas miradas cómplice del testigo, que se producen cuando, ante una pregunta del fiscal o abogado adverso, el testigo gira el rostro y nos mira como buscando una ayuda o auxilio que no podemos ofrecerle. Estas miradas, fácilmente perceptibles por el juez, crearán una imagen similar a la ya analizada que puede perjudicar el testimonio.

Para evitar esta situación, la única vía es educar al cliente sobre este concreto aspecto, explicándole las consecuencias desfavorables de dicha acción, de modo que, estando avisado, será muy difícil que decida buscar apoyo en el abogado que lo ha propuesto.

En definitiva, hay que cuidar, y mucho, las formas en juico a fin de evitar que pequeños detalles puedan afectar a la credibilidad del testigo y de su testimonio.

 

 

 

 

[1] En lo sucesivo nos referiremos al testigo, si bien las técnicas examinadas son aplicables a la parte y al perito.

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