En más de una ocasión, los abogados, confiados por la ventaja de las razones que apoyan nuestro caso, nuestra mayor preparación, formación o veteranía, o incluso la existencia de precedentes (tanto de casos similares que hemos llevado como de otros asuntos resueltos por la jurisprudencia) nos plantamos bien en sala o en una negociación subestimando la capacidad del compañero de realizar una defensa que, contra todo pronóstico, puede dar al traste con nuestras «fundadas» expectativas.
Para evitar estas situaciones, más frecuentes de lo que nos pueda parecer, los abogados siempre debemos estar alerta y practicar una especie de empatía procesal, que consistirá en valorar debidamente a nuestro oponente, el otro o los otros abogados o fiscales, siendo conscientes de que, al menos, son tan inteligentes y estarán tan preparados como nosotros. Pero esta valoración no debe limitarse a la capacidad del contrario, sino que tendremos que dejar de lado las posibles ventajas de nuestro caso y partir de la base de que para nuestro oponente su posición es la correcta, ya que habrá racionalizado perfectamente todos los pros y contras del mismo, y defenderá a su cliente en el bien entendido de que tiene la razón de su lado y va a defender con uñas y dientes su verdad.
Esta última reflexión, es decir, la capacidad del abogado de mentalizarse para realizar la mejor defensa del caso, me recuerda a la frase que Shakespeare pone en boca de Polonio cuando ofrece una serie de consejos a su hijo Laertes en su partida a Francia:
«Guárdate de entrar en pendencia; pero, una vez en ella, obra de modo que sea el contrario quien se guarde de ti».
Esta aproximación, bastante sencilla de practicar, y que supone un plus de preparación en nuestro caso (estaríamos recorriendo la conocida como milla extra) no solo representa un trabajo psicológico e intelectual, sino que nos ayudará en la mejor preparación, puesto que estaremos mucho más concienciados en todos los aspectos que pueden afectar al mismo, lo que nos permitirá, a la hora de preparar nuestra defensa, ser más incisivos en los interrogatorios , valorar los argumentos de contrario y ser más solventes en la refutación de los mismos.
El asunto es muy fácil: nuestro trabajo se desenvuelve en el conflicto entre personas, y la mejor resolución del mismo no puede depender de nosotros y de nuestra brillante defensa si la limitamos a controlar los aspectos que dependen de nosotros sin evaluar aquellos aspectos del contrario en los que podamos actuar. Saber, por tanto, cómo es nuestro oponente, sus capacidades, aptitudes, y sus aspiraciones en la defensa del caso, será fundamental para nuestra mejor defensa.
Este planteamiento tiene una extensión muy importante, cual es que el cliente, desde el primer momento, sepa que en el lado contrario va a encontrarse un abogado igual de preparado que nosotros que defenderá ferozmente a su cliente. De esta forma, contribuiremos a la formación más realista de sus expectativas.
En definitiva, es un hábito muy sano actuar con la máxima humildad cuando afrontamos una negociación y un juicio, humildad entendida como justa valoración del letrado adverso (siempre igualmente capacitado como nosotros), lo que fomentará la preparación y ahuyentará esa confianza nunca buena en toda lid procesal.
Y concluyo con un pasaje que quizás os resulte familiar:
“Pero todos los israelitas le tienen miedo a Goliat debido a que es un hombre muy grande. Él mide casi 3 metros, y tiene otro soldado que le carga el escudo.
Algunos soldados van y le dicen al rey Saúl que David quiere ir a pelear contra Goliat. Pero Saúl le dice a David: ‘No puedes. Eres un niñito, y él ha sido soldado siempre.’ David dice: ‘Yo maté un oso y un león que se llevaron las ovejas de mi padre. Ahora este filisteo será como uno de ellos. Jehová me dará ayuda.’ Por esto, Saúl dice: ‘Ve, y que Jehová esté contigo.’
David baja a un río y recoge cinco piedras lisas y las mete en su bolso. Entonces sube con su honda a pelear contra el gigante. Goliat no puede creerlo. Le parece que es cosa demasiado fácil matar a David.
‘Ven acá,’ dice Goliat, ‘y daré a comer tu cuerpo a los pájaros y los animales.’ Pero David dice: ‘Tú vienes a mí con espada, una lanza y una jabalina, pero yo voy contra ti con el nombre de Jehová. Hoy Jehová te dará en las manos mías y yo te derribaré.’
Ahora David corre hacia Goliat. Saca de su bolso una piedra, la pone en su honda, y la lanza contra Goliat con toda su fuerza. ¡La piedra entra en la cabeza de Goliat, quien cae muerto! Al ver a su campeón caído, los filisteos huyen. Los israelitas los siguen y ganan la batalla”
1 Samuel 17:1-54.