Si los abogados veteranos nos preguntáramos sobre cómo aprendimos a interrogar e informar en sala, probablemente nuestra respuesta tendría un denominador común: aprendí gracias a mi propia práctica profesional. Ciertamente, esta afirmación puede ser cuestionable, pues los primeros pasos conllevan mayoritariamente la observación de compañeros más veteranos, pero la realidad de nuestro panorama profesional demuestra la existencia de una absoluta carencia formativa en este campo, privación que tiene su origen en nuestra aventura universitaria. Ello conduce a que el abogado, cuando interviene en sala, se vea obligado a emplear la intuición para ir creando su propia técnica, lo que hace que, salvo casos excepcionales y ejemplares del foro, el aprendizaje sea deficiente y los resultados, en ocasiones, cuestionables.
Con estos antecedentes, hoy me gustaría comentar una práctica que venimos empleando para ayudar a los abogados que desarrollan su aprendizaje en nuestro despacho y que incide directamente en la mejora de sus habilidades de litigación.
Concretamente, tenemos establecido que un día a la semana el graduado, estudiante de máster o abogado novel, se pase por los juzgados y permanezca toda la mañana presenciando actos judiciales (audiencias previas, juicios orales, etc.) tomando notas sobre diversos aspectos relacionados con la práctica procesal, el interrogatorio y el informe oral, temas sobre los que ya ha tenido ocasión de profundizar anteriormente en su formación teórica.
En el despacho estamos convencidos de la importancia de esta medida, pues asistir a los juzgados como espectador de juicios orales es una actividad muy recomendable que conlleva importantes beneficios para los asistentes:
- Conocerán el escenario de sus futuras intervenciones.
- Al ver a otros compañeros con más experiencia actuar podrán aprender lo que es necesario hacer y lo que debe evitar en cuanto a las técnicas de interrogatorio e informe oral.
- Aprenderán sobre la forma en la que suelen producirse las interacciones entre el abogado y su auditorio (juez, fiscal, etc.).
- Conocerán los diversos estilos forenses, depurando así su técnica oratoria.
- Conocerán mejor a los jueces de la plaza en la que van a intervenir.
- Ayudará a mitigar el posible temor escénico de la primera intervención.
Esta práctica, que debe ser una constante hasta al menos el primer año de ejercicio, no debe abandonarse nunca, pues la sana costumbre de asistir como espectador a vistas para aprender nuevas técnicas o detectar posibles errores que en nosotros difícilmente vemos, es una actividad prescrita “para todas las edades”. En todo caso, es conveniente conjugar dicha práctica con la lectura de manuales de interrogatorio y técnicas de oratoria que ayudarán a conocer los aspectos más relevantes a considerar, sin olvidar la asistencia a cursos de formación.
Por lo tanto, concluyo el primer post del año recomendando encarecidamente a los colegas veteranos que envíen a los jóvenes abogados a observar juicios, pues la recompensa no tiene precio.
Pero también, cuando tengáis un hueco hacedlo vosotros, y así no perderéis una oportunidad de oro para mejorar.