Steven Lubet, en su obra Expert Testimony, nos ofrece una idea muy interesante e ilustrativa para comprender el papel del perito en juicio la asimilación de la figura del perito con la del profesor.  Para ello, Lubet parte de la importancia de la credibilidad que debe transmitir el perito al presentar su opinión experta en juicio, pues por mucha preparación, conocimientos y trabajo que haya llevado a cabo el experto, si este carece de credibilidad o no consigue transmitirla adecuadamente, no hay nada que hacer con la pericia.

Si pensamos en la figura de un  profesor, podemos reunir las siguientes características que definirían su actividad:

  • Dispone de unos conocimientos superiores al de los alumnos.
  • Su objetivo será ayudar a los alumnos a asimilar dichos conocimientos.
  • Se comunicará con los alumnos en su mismo lenguaje.
  • Se preocupará de que estos comprendan la información presentada.
  • Hará todo lo posible para que los alumnos mantengan la atención y lo sigan durante su exposición.

Por lo tanto, un profesor, gracias a sus conocimientos superiores, tratará de enseñar sobre dicho saber, lo que hará de forma fácil y accesible, generando credibilidad, pues una información bien transmitida producirá una presunción de certeza en lo que se transmite.

Si nos trasladamos a la figura del perito que cuenta con una experiencia en un área concreta de conocimiento derivada de sus estudios o especialización profesional, del desempeño de ciertas artes o del ejercicio de un determinado oficio, y cuya función es la de aportar al juez o tribunal un conocimiento especializado (bien académico o profesional) del que estos carecen a fin de ayudarlo a resolver el litigio, es obvio que las similitudes entre este y el profesor son patentes.

Efectivamente, el perito, con unos conocimientos superiores, enseñará al juez aplicando dichos conocimientos, tratará de comunicarse en su mismo lenguaje manteniendo en todo momento su atención, y se preocupará de que el juez comprenda perfectamente dichos conocimientos a efectos de su aplicación sobre los hechos que son objeto de debate y para cuya comprensión ha sido traída al proceso la prueba pericial. En definitiva, de darse dichas circunstancias, el perito será creíble.

Por el contrario, si el perito, aun disponiendo de dicha superioridad técnica, no logra transmitir sus conocimientos ni hacerse comprender, la información no llegará debidamente al juez y se producirá una inevitable pérdida de credibilidad.

Esta idea (la visión del perito como profesor), es importante que sea asimilada tanto por los peritos como por los abogados, pues a través de esta identificación se contemplan de forma unitaria las características esenciales del perito (disponer de unos conocimientos especializados), su función (ayudar o auxiliar al juez) y su misión (transmitir sus conocimientos de forma comprensible), y todo ello en beneficio de alcanzar el premio de la credibilidad.

Efectivamente, si el perito es consciente de dicho papel de “profesor”, dispondrá de más seguridad al afrontar los interrogatorios directo y contrainterrogatorio, teniendo clara su potencialidad, función y objetivos. Por otro lado, los abogados, podrán servirse de dicha información  tanto a la hora de preparar e interrogar al perito propuesto de parte como al interrogar al perito propuesto de adverso. En el primer caso, se favorecerá dicha labor de “enseñanza” a través de la forma de preguntar, mientras que en el segundo, mediante las técnicas propias del contrainterrogatorio tratará de evitar que el perito alcance la tan deseada credibilidad, limitando el alcance de sus opiniones o desacreditando su declaración.

Y bajo la premisa incontrovertida de que todos hemos tenido buenos y malos profesores (ojo, al igual que todos hemos podido ser buenos o malos alumnos), concluimos con una frase que resume todo lo expuesto:

“El perito en juicio actúa como profesor que transmite cierta información; si el profesor es malo, no importa lo bueno que sea el mensaje, pues este no llegará”