Llevas dos semanas de conversaciones con el letrado contrario y parece que vas a alcanzar un acuerdo de última hora el mismo día del juicio. Si bien existen un par de aspectos que limar con la presencia de los clientes, está claro que nadie quiere celebrar el juicio, y todos son conscientes de las ventajas del potencial acuerdo.

Llega el día del señalamiento, y el compañero adverso se dirige a ti con rostro preocupado, y te informa que ha habido un cambio de última hora, y que su cliente ha reconsiderado su postura y no está interesado en alcanzar el acuerdo.

Esta información,  totalmente inesperada, te deja perplejo y casi sin habla. ¿Pero si todo estaba prácticamente cerrado? – le espetas – , ¿cómo ha podido cambiar de opinión tu cliente después del esfuerzo que hemos realizado todos estos días?…

A pesar de tus protestas, te das cuentas que no puedes hacer nada y te diriges a tu cliente para explicarle que hay que celebrar el juicio…

La pregunta en este supuesto es ¿te has preparado a fondo el juicio a pesar de las perspectivas del acuerdo?

Y hago esta pregunta porque este es uno de los grandes errores que, en ocasiones, cometemos los abogados, que confiados en la posible resolución del caso vía acuerdo, nos relajamos con merma de nuestro nivel de preparación, pasando a centrarnos más en la transacción que en el propio juicio.

¿Te ha pasado alguna vez?

Preparar un juicio conlleva estudiar y analizar todos los escritos procesales (especialmente los rectores), analizar la prueba, preparar interrogatorios de partes, testigos, peritos, preparar el informe oral o de conclusiones, etc., actividad muy compleja que requiere una importante dedicación de esfuerzo y tiempo que todos conocemos. Sin embargo, si surge la seria opción de un acuerdo, es posible que el abogado pueda relajarse, pues presumirá que si se alcanza el mismo, todo ese tiempo dedicado a dicha preparación habrá sido un esfuerzo inútil, pensamiento este que influirá en su rendimiento.

Sin embargo, esta postura es totalmente irresponsable por las consecuencias que la misma puede tener para nuestro cliente, que no es otra que una defensa inadecuada que pondrá en riesgo los intereses que nos han sido confiados, pues a falta de una completa preparación, el riesgo de que las cosas salgan mal es altísimo.  ¿Te imaginas lo que te respondería el cliente si le dijeras que ante la posibilidad de acuerdo no te vas a preparar el juicio debidamente?

Pero con independencia de la razón principal apuntada, esto es, el cumplimiento escrupuloso de lo pactado con nuestro cliente, hay otras que merecen contemplase.

La primera, no es otra que el valor nos puede proporcionar en el contexto de una eventual negociación la propia información obtenida en la preparación del caso. Si surgen cuestiones de última hora, qué duda cabe que estaremos mucho mejor preparados para defender a nuestro cliente. Es más, ante un intento de presión de última hora por la otra parte en el contexto del acuerdo, nuestra capacidad de reacción será mejor, y nuestras decisiones estarán amparadas por la confianza y no el temor a enfrentarnos a un juicio falto de preparación.

Por otro lado, el tiempo dedicado a un asunto que luego se cierra con un acuerdo jamás es tiempo perdido, pues el conocimiento acumulado se mantendrá y podrá ser empleado en cualquier otra oportunidad futura. Efectivamente, el trabajo que hayamos realizado podrá servirnos para la preparación de un futuro asunto similar, lo que nos ayudará a reducir tiempo y esfuerzo. Igualmente, servirá para mejorar nuestras habilidades, puesto que todo estudio y preparación nos ayuda a mejorar aspectos relacionados con nuestras técnicas de litigación (preparación de interrogatorios, informe oral, etc.).

¿Y qué decir de la reputación?

Reputación ante los compañeros, pues si eres de esos abogados que alcanzan el acuerdo, sea cual sea el precio para su cliente (debido a la falta de preparación del juicio), no te extrañes que te estés creando una reputación negativa, que se evitaría con la actitud de profesionalidad anteriormente citada.

Reputación ante los jueces, ya que esta se alcanza cuando al entrar el abogado en sala, el juez lo ve como alguien confiable, creíble y preparado, pues ya en anteriores ocasiones ha evidenciado dicho juicio con su recto proceder. Esta situación es muy recomendable, pues el abogado dispondrá del respeto y consideración del juez, teniendo asegurada su atención e interés en todo momento, pues este presumirá que su actuar en el proceso es el adecuado.

Finalmente, la tranquilidad y seguridad con la que comparecerás a los juicios, sabedor que, pase lo que pase, estás más que preparado.

Y concluyo con un símil que te resultará familiar:

La calle está vacía; sólo se escucha el ruido del viento, no se ve un alma…De repente, por una esquina de la calle aparece un pistolero vestido de negro…; por la otra el sheriff.

Una vez enfrentados, cara a cara, y a una distancia de cincuenta metros, el pistolero de negro se dirige al sheriff y le dice con voz grave:

-¡Vamos, desenfunda!

Y el sheriff contesta:

-Espera, no he traído la pistola, pensaba que íbamos a entendernos…