1.- Introducción

A pesar de la secular preponderancia en nuestra profesión de las habilidades intelectuales, relacionadas con el conocimiento técnico-jurídico y, por tanto, con la capacidad de estudio y análisis sobre las habilidades emocionales, hoy en día, en un contexto en el que crece el interés por las denominadas soft skills[1], es razonable afirmar, siguiendo a Peter Salovey, que todo abogado que pueda comprender qué emociones están presentes y por qué, dispone de una gran ventaja, habilidad esta que puede interiorizarse y mejorarse de forma exponencial a través del conocimiento y puesta en práctica de la denominada Inteligencia Emocional, una propuesta científica elaborada por Peter Salovey y John Mayer (1990) y divulgada posteriormente por Daniel Goleman a través del superventas “Inteligencia Emocional” (1995).

A través de la presente colaboración, pretendo examinar de forma muy sistematizada los pilares de la inteligencia emocional y su aplicación a nuestra profesión, todo ello con el único fin de hacer reflexionar al profesional sobre la importancia de este conjunto de habilidades y el valor de ponerlas en práctica.

2.- ¿Qué es la inteligencia emocional?

Salovey y Mayers, la definen como una forma de inteligencia social que implica la habilidad de controlar los sentimientos y emociones de uno mismo y de los demás, con el fin de discriminar dicha información y emplearla con el fin de guiar nuestro pensamiento y acción. Por lo tanto, de lo que se trata con la inteligencia emocional es de disponer de habilidades que nos permitan reconocer, comprender, emplear y gestionar las emociones tanto para resolver problemas como para regular nuestro comportamiento.

Para David Goleman la inteligencia emocional es la capacidad de reconocer, aceptar y canalizar nuestras emociones para dirigir nuestras conductas a objetivos deseados, lograrlo y compartirlo con los demás.

En base a estas definiciones, ya podemos avanzar la importancia de la IE para los abogados, ya que, como ya hemos anticipado, la práctica de la abogacía implica trabajar con terceras personas, por lo que tendremos que gestionar nuestras emociones y las de las personas con las que interactuamos. Efectivamente, interactuamos diariamente con clientes, compañeros de profesión y con otros profesionales de la Administración de Justicia, por lo que el abogado está obligado a desarrollar aquellas competencias y habilidades que faciliten su desenvolvimiento en este contexto con el fin de ser más eficaces.

Dependiendo de los autores, la IE suele componerse de diversas capacidades que representan diferentes conjuntos de información. Siguiendo el modelo de Goleman ya citado podemos encontrar la autoconciencia, la autogestión, la empatía y las capacidades sociales, capacidades que examinaremos a continuación.

3.- La autoconciencia

La autoconciencia, primer componente de la inteligencia emocional, puede definirse como la capacidad del individuo de comprensión de las emociones, los puntos fuertes, las debilidades, las necesidades y los impulsos de uno mismo. Es por tanto el componente sobre el que se construyen las restantes capacidades de la inteligencia emocional ya que ésta se produce una vez la información afectiva entra en nuestro sistema perceptivo.

Por tanto, la clave de la autoconciencia está en saber sintonizar con la abundante información (nuestras sensaciones, sentimientos, valoraciones, intenciones y acciones) de que disponemos sobre nosotros mismos. Esta información nos ayudará a comprender cómo respondemos, nos comportamos, comunicamos y funcionamos en diversas situaciones.

El efecto más importante que tiene la autoconciencia reside en que al ser conscientes de nuestros sentimientos y comportamiento ante cualquier estímulo y de la percepción que los demás tienen de nosotros, este conocimiento, debidamente procesado, puede influir en nuestras acciones de forma que repercutan en nuestro beneficio. Ello es debido a que, la autoconciencia, nos ayuda a comprender cómo respondemos, nos comportamos, comunicamos y funcionamos en diversas situaciones, lo que nos permitirá escoger la respuesta más adecuada a las circunstancias.

Impacto en la abogacía: la interacción del abogado con terceras personas, unida a la controversia inherente en los asuntos que defendemos es foco permanente de un flujo de emociones tanto positivas como negativas. Sin embargo, a veces las emociones se vuelven frecuentes o muy intensas desde una perspectiva negativa (ira, tristeza, ansiedad, etc.), y en estos casos, pueden perjudicarnos abiertamente, máxime cuando hacen acto de presencia en nuestra vida profesional, retrasando o dinamitando nuestros objetivos. Por el contrario, cuando son emociones positivas, la intensidad de las mismas puede ser gratificante y conseguir ayudarnos en la consecución de nuestros objetivos.

Por tanto, el abogado debe ser consciente de las sensaciones, sentimientos, valoraciones, intenciones y acciones que recibe o emite a modo de información sobre el mismo. Esta información le ayudará a comprender cómo respondemos, nos comportamos, comunicamos y funcionamos en diversas situaciones.

4.- La autogestión

Si la autoconciencia se corresponde con la capacidad del individuo de comprensión de las emociones, los puntos fuertes, las debilidades, las necesidades y los impulsos de uno mismo, la autogestión representa la capacidad de controlarlos y canalizarlos de forma útil. Por lo tanto, a través de la primera, comprendemos y reconocemos lo que ocurre en nuestro interior; por la segunda, gestionamos dichas emociones de forma adecuada.

La manifestación más conocida de la autogestión es el denominado autocontrol, es decir, ante la aparición repentina de las emociones e impulsos, surge la capacidad del individuo de mantener una conversación consigo mismo que le permita controlar sus impulsos y ajustarlos (canalizarlos) a los objetivos personales y profesionales. A través del mismo, canalizamos las emociones positivas y negativas de forma más productiva, anticipamos nuestras reacciones emocionales para aumentar nuestra eficacia, gestionamos mejor nuestras limitaciones, y nos ayudará a mantener la calma y a pensar con claridad y controlar la presión del estrés.

Impacto en la abogacía: los intereses en conflicto, fuente de controversia perpetua, es un condicionante esencial para reconocer la difícil tarea del abogado cuando interacciona con su cliente, con la otra parte y su abogado y con los jueces. En todos estos casos, el abogado debe controlar sus emociones, y huyendo de la manifestación del propio impulso deberá en todo momento pensar las cosas dos veces antes de hablar y de actuar irreflexivamente.

5.- La empatía

La empatía es la capacidad de la IE de sentir o percibir lo que otra persona sentiría si estuviera en la misma situación vivida por esa persona, es decir, es una capacidad que nos ayuda a comprender los sentimientos de los otros, facilitando también la comprensión de los motivos de su comportamiento. Ser empático, en definitiva, consiste en ser capaz de sentir las mismas emociones que el interlocutor, poder ponerse en su lugar y experimentar la situación como él la vive.

La empatía, favorece la afinidad e identificación con el interlocutor, de modo que se genera una importante conexión o vinculo que favorecerá el desarrollo de la confianza; igualmente, favorece que las personas se ayuden entre sí, puesto que como seres emocionales que somos, el poder sentir y comprender las emociones de otra persona, desencadenará un sincero deseo de ayudar y auxiliar de algún modo a la persona que está sufriendo. Por otro lado, ayuda a comprender mejor el comportamiento de las personas bajo determinadas circunstancias y condicionantes, lo que nos facilita disponer de una visión más objetiva y realista de la situación.

Impacto en la abogacía: La empatía es una capacidad esencial en el abogado, ya que a través de la misma podrá disponer de mayor objetividad en el ejercicio de su función, comprendiendo las razones del comportamiento de las personas involucradas en el conflicto. Por otro lado, al estar mejor informado, su consejo será más realista y ajustado a las expectativas del cliente.

Igualmente, el abogado empático tiene más facilidad para crear y fortalecer el vínculo de confianza que debe presidir la relación abogado-cliente, y ello debido a que el cliente se sentirá escuchado y comprendido, lo que crea la afinidad ya apuntada.

El abogado empático, al disfrutar de un mayor conocimiento de los demás, sabrá empatizar no solo con los clientes, sino con otros operadores en los que, en principio, mantiene una distancia de seguridad, como son los abogados de la otra parte o los jueces. Comprender su función al interactuar con ellos favorecerá el entendimiento y comprensión de las disfunciones que puntualmente puedan producirse.

6.- La capacidad social

La capacidad social tiene que ver con la facultad que tenemos de gestionar las relaciones con los demás, con la particularidad, desde la perspectiva de la inteligencia emocional, de dirigirse a la obtención de un objetivo determinado, precisamente porque quienes ostentan esta capacidad (generalmente personas muy empáticas) son conscientes de que para lograr ese objetivo, no pueden conseguirlo de forma individual.

La capacidad social encuentra su fundamento en que las personas que disfrutan de la misma, al disponer de un alto conocimiento de sus emociones y de la de los demás (autoconciencia), al saber cómo controlar y gestionarlas (autogestión) y al comprender lo que sienten otras personas (empatía), suelen tener mucho éxito en los encuentros sociales, dominando con ello las dotes de motivación, persuasión, etc.

Impacto en la abogacía: el abogado es un profesional en cuya actividad las relaciones con terceras personas son esenciales, puesto que está constantemente gestionando relaciones que afectan a su práctica profesional.  Y con ello no solo nos referimos a relacionarnos con el fin de conocer más gente y captar más clientes, sino que hemos de considerar la perspectiva de establecer vínculos que algún día podrán ayudarnos en nuestra actividad, pues todos sabemos la gran cantidad de intereses que concurren en cualquier caso que nos encomienden, y nunca se sabe quién podrá ayudarnos en el futuro.

 Concluimos con una frase del científico David Carusso, que nos ilustra sobre el valor de la IE: “Es muy importante entender que la inteligencia emocional no es lo contrario de la inteligencia, no es el triunfo del corazón sobre la cabeza – es la única intersección de ambas.”

Puedes ver este artículo en Hacia una abogacía emocionalmente inteligente | E&J (economistjurist.es)


[1] Soft skills, habilidades blandas, en contraposición a las hard skills.