Uno de los principios esenciales del interrogatorio reside en la máxima que nos informa que sólo se procede a interrogar cuando se tiene un objetivo que desde el punto de vista probatorio resulta relevante y que, en la práctica, tiene visos de ser alcanzable, regla que es plenamente aplicable al interrogatorio directo (interrogatorio que realiza el abogado a un interrogado que sostiene una versión propicia de los hechos).

Entre los objetivos fundamentales del interrogatorio directo se encuentran favorecer la credibilidad del testigo y persuadir al juez de la veracidad de su testimonio.  Habiendo tratado el objetivo de favorecer la credibilidad del testigo en un post anterior («Cómo comenzar el interrogatorio directorio de un testigo»), hoy nos referiremos a la consecución del segundo de los objetivos: la acreditación del testimonio.

Para ello hemos de partir de la base de que el juez desconoce la historia de los hechos, y para la acreditación de los mismos hay que interrogar al testigo de forma que se obtenga un relato realista, completo y preciso, pues de lo que se trata es de obtener una narración que ofrezca al juez todos los detalles de los hechos conocidos por el testigo y que lo sitúe, como si de una película se tratase, en el escenario de los hechos objeto de la narración. Es, por tanto, labor del abogado obtener a través de sus preguntas y las respuestas del testigo un cuadro completo y detallado de lo que este puede aportar.

Estas preguntas, dotadas de orden (cronológico) y coherencia, convertirán al testigo en el verdadero protagonista del interrogatorio, pues su narración irá destinada a captar la atención del juez, quien recibirá todo un flujo de información inicial relativo a los hechos fundamentales que conforman la historia del caso.

En tal sentido, el abogado empleará preguntas generalmente abiertas, es decir, preguntas generales que conceden al testigo amplia libertad para expresarse en sus propias palabras, sin que el abogado ofrezca a la hora de preguntar información alguna que restrinja, limite o sugiera la exposición narrativa del testigo, disponiendo este de un amplio margen para responder. Estas preguntas suelen comenzar con los pronombres interrogativos qué, quién, cuál, cuándo, cómo, dónde, por qué, y están dirigidas a conocer circunstancias generales, estados de ánimo, sensaciones y opiniones del testigo.

Veamos algunos ejemplos:

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