Los abogados viven con el éxito y con el fracaso de forma permanente, y ello esencialmente debido a la confrontación que subyace en gran parte de nuestra actividad, especialmente la litigadora y negociadora. Ello es así, dado que vivimos escenarios en los que el resultado de nuestro trabajo (las más veces complejo y exigente) concluye a veces de forma insatisfactoria para las expectativas de nuestros clientes, lo que supone a ojos de éstos un menoscabo del profesional, percepción ésta que genera en nosotros la inevitable frustración y desasosiego.

Sin embargo, el fracaso, bien gestionado, tiene un componente enormemente beneficioso para el abogado, y no es otro que el de oportunidad para nuestro crecimiento personal y profesional. 

Ello nos lleva a que cuando el fracaso llama a nuestra puerta, podemos adoptar dos posturas, una primera, consistente caer en la inacción, lamentándonos de nuestra desgracia, mala suerte, etc… frustrarnos y rendirnos. La segunda, estará centrada en actuar y sacar el máximo provecho de la experiencia de la decepción.

Cuando tenemos un fracaso y lo digerimos emocionalmente (no está de más enfadarse, lamentarse y entristecerse), hemos de iniciar inmediatamente un curso de acción que supone replantear nuestra actuación y encontrar las causas, es decir, analizar los hechos y encontrar el porqué de nuestro fracaso.  Una vez encontradas las causas hemos de aprender de los errores cometidos y realizar un planteamiento alternativo para que esta situación no vuelva a ocurrir. De lo que se trataría aquí es de ponerse los manguitos y planificar posibles soluciones a corto, medio y largo plazo a través de una estrategia. Finalmente, establecida la estrategia, pasar a la acción, con ilusión y confianza, sabedores que no se van a volver a cometer los mismos fallos sino que, al contrario, se volverá a la senda del éxito.

Pues así de sencillo, cuando el abogado se encuentre frustrado ante un fracaso, debe superar rápidamente la fase emocional (que insisto, es buena) para sentarse y reflexionar, si es posible con lápiz en mano, detectar en que hemos podido contribuir al infeliz desenlace y una vez dispongamos de dicha información, establecer qué medidas adoptaremos en el futuro para que esto no vuelva a suceder. Luego, en la medida de lo posible, implementar aquellos cambios que sean necesarios.

Personalmente, cuando me he llevado un varapalo tras un juicio (bien sea porque el compañero me ha dado un revolcón, o he cometido errores durante el juicio) y me ha afectado profundamente, tras la «bajona», necesito dedicar tiempo a analizar lo que ha ocurrido y reflexionar sobre la forma de mejorar en el futuro. Y puedo asegurar que me ha ayudado a hacerlo mucho mejor y así, poco a poco, se va creciendo.

Todo esto parece obvio, pero el hacerlo de forma consciente produce una sensación renovadora muy gratificante que nos hará coger fuerzas que sin duda nos ayudarán a mejorar, porque, no lo olvidemos, el fracaso entraña numerosos beneficios. Veamos algunos de ellos:

  • La experiencia del fracaso nos ayudará a estar más avisados en el futuro.
  • El fracaso te endurece, ya que te hace más fuerte ante la frustración que lleva aparejada toda derrota.
  • Daremos más valor y estaremos más preparados para el éxito.
  • Aprenderemos a convivir con lo inevitable, pues no siempre salen las cosas como uno quiere (y a veces esto es difícil de aceptar)
  • Nos ayudará a aceptar que no somos perfectos ni infalibles.
  • Descubriremos que nuestra vida va más allá de un resultado exitoso.

Dicho esto, no me resisto a traer a colación una idea relacionada con el fracaso que influyó notablemente en mi desarrollo personal y profesional y que encontré en el extraordinario libro de Bernabé Tierno «Elegir el éxito». En dicha obra, al describir los rasgos de la persona de éxito, Tierno indica que éstas saben que han de avanzar hacia su objetivo de manera gradualalterando los fracasos con los éxitos, pero sin perder nunca de vista la meta, con espíritu invencible, con tenacidad y siendo conscientes de que cualquier revés, dificultad o problema es un paso más que los aproxima con toda seguridad al logro de su objetivo.

En definitiva, nosotros, los abogados, a lidiar con el fracaso cuando llegue y a crecer, pues como dice Enrique Rojas «El fracaso enseña lo que el éxito oculta: la capacidad de crecerse en los obstáculos y no darse por vencido»